El secreto del testigo de identidad reservada que apuntó a la Bonaerense por el crimen de Guastini
La mañana del 28 de octubre de 2019, a la vuelta de la Municipalidad de Quilmes, un grupo comando emboscó, acorraló y asesinó a Diego Xavier Guastini, alias «Dolarín», un capo del narcolavado de la Argentina. Al menos cuatro personas participaron del crimen: el sicario y los conductores de una moto Honda, una camioneta Toyota Hilux y un auto Ford Kinetic rojo. En estos cuatro años, los investigadores arrestaron solamente a Marcelo Fabián Padovani, alias «Pelado», «Grandote» o «Tuki». Nada saben de los otros tres. Y, menos aún, quién fue el que mandó a matar a este capo que, como «arrepentido», estaba contando secretos del narcotráfico en la Justicia.
Dos años después y cambio de fiscal mediante, a Padovani lo descubrieron básicamente porque en la emboscada usó el Ford Kinetic de su esposa. En cambio, el conductor de la Toyota Hilux que le bloqueó el paso a Guastini le había cambiado las chapas patentes por otras robadas. Y el sicario, sintiéndose impune, actuó a cara descubierta.
Para los fiscales Karina Gallo (Quilmes), María Clarissa Antonini (UFI especializada en drogas), Sergio Mola (Lomas de Zamora) y Diego Iglesias (Procunar), Padovani cumplió dos funciones aquella mañana: primero «alertó al ejecutor y al resto del grupo que era inminente el paso de Guastini» y tras el asesinato «brindó apoyo a la moto en la huida» y, en una zona donde no había cámaras de seguridad, hizo subir al sicario al auto y lo llevó hasta la zona del Obelisco, en el centro porteño, donde finalmente se bajó para perderse entre la gente. De nuevo: todo eso lo hizo a bordo del auto a nombre de su esposa.
Los investigadores no tienen dudas que fue un crimen por encargo por un negocio que salió mal o por algo que no debió decir en la Justicia, pero tras la detención de Padovani, los detectives no pudieron avanzar más. Un tribunal prepara el juicio por jurados para el próximo año, pero ninguno tiene esperanzas de que el acusado se anime a contar quién es el sicario al que ayudó a escapar y quién los contrató a los dos.
Pero en el expediente existe una pista sobre el misterio de Guastini. Al día siguiente del crimen, una persona se comunicó con la fiscalía federal de San Isidro para dar testimonio sobre los últimos días de la víctima: «Diego estaba intentando presentarse a aportar pruebas en la causa ‘León Blanco’, de la cual proveyó la información a policías para que se desarrolle el procedimiento y robar mercadería, así las cosas hace unos días llamó a policías y abogados para anticipar sus intenciones y buscar protección. Debido a esta situación, se ordenó [su] ejecución«.
Por «Leones Blancos«, el denunciante se refirió al robo de media tonelada de cocaína a narcotraficantes en diciembre de 2013, operación por la que este año fue destituido el fiscal a cargo del caso, Claudio Scapolan, y por la que policías de Quilmes deberán sentarse en el banquillo de los acusados.
Fernando Domínguez, fiscal federal de San Isidro, aceptó el escrito de esta persona, dejó constancia en acta, lo registró como testigo de identidad reservada, conforme el artículo 79 inciso c del Código Procesal Penal de la Nación (CPPN) y el artículo 34 bis de la Ley 23.737 de Estupefacientes, y compartió enseguida la información con el primer fiscal a cargo de investigar el asesinato de «Dolarín».
Los medios de comunicación informaron sobre la pista del testigo recién el 24 de junio de 2021, cuando la División Homicidios de la Policía Federal (PFA) arrestó a Padovani en Quilmes.
Pero el testigo había dicho más cosas, según un documento oficial al que accedió : «Diego llamó a policías y abogados para anticipar sus intenciones y buscar protección. Debido a esta situación, se ordenó [su] ejecución […] por quienes él mismo llamó, siendo policías de Quilmes en connivencia con civiles y queriendo desviar el plano investigativo«.
Y hasta aconsejó a los detectives: «Desafecten a la Policía de la investigación; se [periten] los teléfonos a los fines de establecer lo aquí manifestado; y se revise su casa, oficinas y cajas en bancos y lugares ocultos en su casa». E insistió: «La investigación no tiene que estar en manos de la Policía de Quilmes […] La Policía Bonaerense no tendría que estar a cargo de esa investigación por la connivencia de esa fuerza con Di Rozas y Magraner«.
Un detalle: el testigo de identidad reservada aportó esta información el 29 de octubre de 2019, es decir, tan solo 24 horas después del crimen de Guastini, pero no ante la fiscalía de Quilmes sino ante la fiscalía federal de San Isidro, que por entonces investigaba en silencio al fiscal Scapolan y policías de Quilmes, precisamente, por la operación «Leones Blancos». El testigo incluso sabía el número del expediente. La jueza federal Sandra Arroyo Salgado recién ordenó el arresto de los involucrados y la indagatoria de Scapolan -y no su detención por gozar de fueros- el 24 de julio de 2020.
Efectivamente, «Dolarín» declaró varias veces como imputado colaborador ante la Procuraduría de Narcocriminalidad y aportó información para diversos expedientes a cambio de ser condenado a solo 3 años de prisión en suspenso como jefe de una organización que traficaba millones de dólares y euros del narcotráfico internacional. Un tribunal finalmente convalidó el 20 de septiembre de 2019 el juicio abreviado. En ese ida y vuelta, llegó a hablar sobre «Leones Blancos»: «En una de las audiencias brindadas, Guastini afirmó que él había posibilitado que desde su financiera se comenzase el seguimiento para que se llevara a cabo el secuestro del material estupefaciente, y narró que una de las personas que había estado involucrada había sido Baeta, hoy detenido en el marco de esa investigación».
Adrián Gonzalo Baeta, alias «Palermo», era subteniente de la Delegación de Investigaciones (DDI) de Drogas Ilícitas de Quilmes y a la vez amigo de Guastini, capo del narcolavado.
«Tal mención -remarcaron los fiscales- no puede ser analizada de manera aislada en tanto de la computadora personal de Baeta se extrajeron varias fotos del cuerpo de Guastini, aparentemente tomadas minutos después del hecho, y fotos de su lápida. Circunstancias que, sin lugar a dudas, deben ser investigadas con mayor profundidad. Pero para ello deviene preciso comenzar a desandar lo ocurrido el día de los hechos» con Padovani como «el primer ‘eslabón’ de una larga cadena de responsabilidades».
Baeta nunca fue indagado por el crimen de su amigo. Todo lo contrario: las partes lo propusieron como testigo para el juicio, incluida la defensa de Padovani.
Pero, al mismo tiempo, en el período de admisibilidad de la prueba, la defensa de Padovani solicitó que el testigo de identidad reservada que apuntó a la Bonaerense declare en el juicio. Este denunciante no mencionó a Baeta, pero sí a sus jefes, el comisario Marcelo Di Rosa y el subcomisario Juan José Magraner, también detenidos por «Leones Blancos». El tribunal tiene la última palabra.