Cayó por intentar coronar 1658 kilos de cocaína desde Rosario: quería ser el «rey de los precintos» para contaminar buques
El viaje prometía ser largo: había partido de Paraguay y había pasado por Uruguay. Tenía que seguir por Santos, Brasil, y, finalmente, llegar a Amberes, Bélgica. Pero ese buque, el Grande Buenos Aires, de Grimaldi, tenía su historia. El personal de la Aduana lo sabía. Por eso quisieron revisarlo a fondo en Zárate. Estaban en lo cierto: en un container lleno de granos de chía había 78 kilos de cocaína. Eso fue el 27 de abril, un año atrás. Los investigadores informaron el hallazgo, pero eso tendría gusto a poco si no le ponían nombres a los dueños de los «ladrillos» embalados con el logo de Caterpillar.
Los narcotraficantes, como registraron las cámaras de seguridad, llegaron la madrugada anterior en una lancha semirrígida hasta el lado izquierdo de la proa de la embarcación, que tenía sus luces apagadas, ideal para el rip off en marcha: cambiar el precinto, «contaminar» la carga legal sin que el dueño se entere y esperar. El clásico gancho ciego. Cuestión de minutos en medio de la oscuridad de la noche.
Tras la maniobra descubierta por la Aduana, el juez federal de Campana Adrián González Charvay ordenó la colaboración de policías federales de la División Hidrovía del Paraná, de la Superintendencia de Drogas Peligrosas.
Para empezar, los detectives tenían los bolsos, los «ladrillos», obviamente, una soga, un hilo tipo tanza amarillo flúor, guantes de cuero, una colilla de cigarrillo y un precinto sin tocar -para colocar una vez hecha la extracción en Amberes-.
Los policías federales trabajaron con la Unidad Búsqueda de Evidencias de la fuerza (UBE-PFA). Cantaron bingo muy rápido: los peritos hallaron un rastro idóneo a identificar en uno de los «ladrillos».
Pero el entusisamo duró poco: esa huella era de uno de los empleados de la Aduana. El motivo: había participado del procedimiento sin guantes.
Tuvieron que volver a empezar: de la colilla de cigarrillo extrajeron rastros genéticos Para cotejarlo -y para enojo del capitán del buque- tuvieron que tomarles muestras a toda la tripulación. Encima dio negativo.
Solo quedaba tirar del precinto. Eso fue un viaje por varios rincones del país donde se «cocinan» operaciones a gran escala, según pudo reconstruir Encripdata. La empresa fabricante, DW, aportó un remito del 28 de octubre del 2021: un cliente habitual compró 100 precintos de cuello de botella, precisamente, como el hallado en el buque.
Ese cliente, a su vez, los revendió en esa misma época a una tercera empresa dedicada a brindar servicios de gestión aduanero. El encargado de hacer la compra fue un tal Luis Moncada, responsable de la empresa, con domicilio en San Miguel, pero teléfono de contacto bastante lejos de allí: Rosario. Algo raro había.
Esa compañía estaba integrada por un joven de 22 años. Su padre formaba parte de otro emprendimiento dedicado, entre otras cosas, a la logística para el transporte de mercadería, con un BMW X6 con autorización para conducir a nombre de Lucas Eduardo Hitters.
Hitters era conocido por los policías federales de la División Hidrovía del Paraná: el 26 de agosto del 2022 dieron el golpe más importante en la historia criminal de Rosario -y el cuarto a nivel nacional-, cuando le incautaron a él y a la organización narcocriminal de la que formaba parte 1658 kilos de cocaína en un galpón de Empalme Graneros que pretendían «coronar» en el viejo continente.
En uno de los allanamientos en Rosario arrestaron a Luciano Nicolás Argüello. En su casa encontraron un DNI a nombre de Moncada. Cuando los policías federales cruzaron todos esos datos, ataron las puntas del precinto: el famoso Moncada no era otro que Gabriel Andrés Nicolau, alias «Vecino», el traficante que junto con José Damián Sofía, alias «Tano», les ofreció a los colombianos Gabriel Jaime Londoño Rojas -arrestado en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos (EAU)-, Newson Cheung Sabogal y Álvaro Antonio Duque Ramírez el servicio de «empresa a empresa» para mover los 1658 kilos. No pudieron.
En esta historia se repiten los nombres, los puertos, los métodos. Por algunas coincidencias, algunos investigadores ven conexiones entre las siguientes operaciones:
–En marzo del 2022 decomisaron 165 kilos en el puerto de Zárate de la organización del bosnio Bozidar Ratkovic y el serbio Dragan Rangelov. El «Tano» Sofía participó de las negociaciones para «contaminar» el buque.
–En abril del 2022 hallaron estos 78 kilos en el buque Grande Buenos Aires con los precintos comprados por Nicolau, socio y vecino de Sofía.
–En junio del 2022 partieron 568 kilos en un cargamento de maní desde el puerto de Rosario. Las autoridades de Brasil lo encontraron en julio en Santos. Tenía destino final Rotterdam, Países Bajos. Los «ladrillos» eran Louis Vuitton.
–En junio del 2022 salieron otros 866 kilos en otro cargamento de maní desde el mismo puerto de Rosario. En su destino final, Rotterdam, las autoridades de los Países Bajos los hallaron en agosto. Tenían el mismo sello: LV.
–En agosto del 2022 incautaron los 1658 kilos en el galpón de Empalme Graneros. Cuando los policías federales hicieron ese allanamiento, uno de los investigados por los rip off de junio habló con otro sobre el operativo en marcha. Newson Cheung Sabogal, con orden de captura internacional, tiene doble nacionalidad: es colombiano y, casualmente, neerlandés.
Por si fuera poco, uno de los detenidos contó extrajudicialmente que los otros «tenían varios frentes para sacar la droga afuera». De ser así, esta organización narcocriminal habría «bajado» 3170 kilos a la Argentina. Sin llamar la atención. De haberlos «coronado», habrían ganado más de 100 millones de dólares en el mercado mayorista europeo.
Para que no se repitan las pérdidas, las malas lenguas dicen que los belgas mandaron a un representante a Rosario para poner un poco de orden a ambos lados de lo que pensaban era el Río de la Plata.