Cheung Sabogal, la conexión con los Países Bajos y las tres toneladas de cocaína que pasaron por Rosario
-¿Qué onda, wey, estás en tu casa vos?
-Correcto, ¿por qué?
-Poné el cinco.
-¿Qué hay? ¿Lo que pasó hoy?
-Ya ponelo, no, no quiero hablar por teléfono.
-Sí. 12 perdidos hoy, había 17, ahora hay 12… lo vi a la mañana a todo esto… ¿te está hablando el viejo?
-Sí.
-Sí, sí, ya lo sé todo, tengo todo, todo tengo.
-Ah bueno, listo.
El 26 de agosto a las ocho de la noche, un camionero estaba muy preocupado: los policías federales de la División Hidrovía del Paraná acababan de decomisar 1658 kilos de cocaína en un galpón de la calle Génova 2400, en Empalme Graneros. Los «ladrillos» tenían la marca de Louis Vuitton y de Nemesio Oseguera Cervantes, alias «Mencho», el líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Su interlocutor no quería hablar mucho: sabía que podía tener «pinchado» el teléfono. Este miércoles, el juez federal de Rosario Carlos Alberto Vera Barros procesó con prisión preventiva a ese camionero, pero no por ese operativo sino por dos operaciones anteriores. Pero los investigadores no se olvidaron de esa conversación, de que estuviera nervioso por un caso en el que a priori no estaba metido. Y, poco a poco, las piezas del rompecabezas empiezan a encajar.
El 5 de julio, las autoridades de Brasil encontraron 568 kilos de cocaína en un cargamento de maní. El container entró el 21 de junio a la Terminal Puerto Rosario SA, salió el 27, pasó por Zárate y tenía destino final Rotterdam, Países Bajos. Tenía los precintos cambiados, como toda maniobra de rip off. Los «ladrillos» tenían el sticker de Louis Vuitton.
El 31 de agosto, las autoridades de los Países Bajos hallaron 866 kilos de cocaína en un cargamento de maní. Como el anterior rip off, entró el 25 de junio a la misma terminal privada, salió el 3 de julio y llegó a su destino final, Rotterdam, donde los incautaron. Otra vez, la droga estaba marcada con el mismo sello: LV.
Tras las alertas recibidas desde Brasil y Países Bajos, los fiscales federales Claudio Kishimoto y Diego Iglesias, este de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), investigaron contra reloj lo sucedido en la Terminal Puerto Rosario SA. El 7 de septiembre solicitaron varias detenciones. Ahora, según el fallo al que accedió Encripdata, el juez Vera Barros procesó al camionero de esa conversación y dos choferes más por haber sido quienes «contaminaron» los cargamentos con los «ladrillos» de Louis Vuitton.
Mientras todo esto pasaba en la terminal privada, José Damián Sofía, alias «Tano», y Gabriel Andrés Nicolau buscaban la forma de mover 1658 kilos de cocaína marcados con la famosa LV y la cara del «Mencho». Los tenían escondidos en el depósito de Empalme Graneros, pero por diversos motivos no se decidían por dónde sacarlos: si por ese puerto, por Exolgan, en Buenos Aires, o por velero hacia Brasil y luego hacia el viejo continente.
El 22 de junio, mientras los camioneros entraban al puerto los primeros «ladrillos» de LV, Sofía y Nicolau se reunieron para decidir qué hacer: el cierre temporal de las exportaciones de derivados de la soja, dispuesto por el Gobierno, y los piquetes de los transportistas en San Nicolás por la falta de gasoil les estaba complicando todo y los «ladrillos», valuados en 50 millones de dólares, seguían ahí, en el depósito. La cumbre fue en Aguadas Barrio Privado, de Funes, de la que también participaron Lucas Eduardo Hitters y Oscar Alfredo Rossi. La casa la alquiló Marco Rodrigo Páez.
Y en eso llegó Álvaro Antonio Ramírez Duque, el representante del clan colombiano dueño del gran cargamento de LV y «Mencho». Lo hizo el 11 de julio procedente de España, donde había hecho base. En la Argentina se quedó 18 días, pero no dejó de moverse: la ciudad, el conurbano, Rosario, Funes. Nicolau era el que tenía que poner la cara por parte de los argentinos. De hecho, tres días después de la llegada de Ramírez Duque a Buenos Aires, a Nicolau lo convocaron de urgencia a Bogotá, entre el 14 y 18 de julio.
Tal vez en la capital colombiana se reportó ante Gabriel Jaime Londoño Rojas y Newson Cheung Sabogal, con los que ya se había encontrado el 10, 11 y 12 de mayo en diferentes puntos de la Ciudad de Buenos Aires. Como sea, Nicolau regresó el país la madrugada del 18 de julio y Cheung Sabogal hizo un paso fugaz de solo 24 horas y 22 minutos: el 2 de agosto entró desde Bolivia y al día siguiente salió hacia Uruguay.
Pero el 26 de agosto, cuando irrumpieron los policías federales, los «ladrillos» de LV y «Mencho» seguían ahí parados y sin fecha de salida. Tanto que cuando los procesó a ellos dos y a Hitters, Rossi y Páez, el juez federal de Campana Adrián González Charvay no puntualizó cuál era el destino final de los 1658 kilos de cocaína: si era Dubai, como aseguró un jefe de la Policía Federal (PFA) al anunciar el golpe al narcotráfico; si era España, como se pensó después; o si era algún otro país. El magistrado ni siquiera mencionó Dubai en su resolución de 149 hojas. «Con destino a la fecha incierto, pero presumiblemente hacia el Reino de España», consideró. Y a los informes de la DEA de los Estados Unidos (Drug Enforcement Administration) los citó una sola vez para reafirmar lo evidente: que los colombianos eran narcos.
Países Bajos podría haber sido otra posibilidad como destino final. Como los otros dos cargamentos descubiertos por las autoridades en Santos y Rotterdam. No solo porque los tres pasaron por Rosario, no solo porque los «ladrillos» tenían el sticker de Louis Vuitton, no solo por eso, sino porque, como pudo reconstruir Encripdata, Cheung Sabogal es colombiano, pero para ingresar a la Argentina usaba el pasaporte de su otra nacionalidad: neerlandés, justamente.
Casualidad o no, sobre él y los otros dos representantes del clan colombiano ya hay órdenes de captura internacional.