México entregó a un narco vinculado a Pérez Corradi: traficó 9 toneladas de efedrina desde un hotel del Abasto
Aunque ya pasaron casi quince años de la «ruta de la efedrina», los investigadores volvieron a confirmar en mayo, con el enésimo narcotraficante arrestado, que el contrabando era demasiado grande como para que las autoridades de los dos países no se dieran cuenta, un negocio de 500 millones de dólares en cinco años, que creció a la vista de los servicios de Inteligencia mexicanos y argentinos y que se terminó de la noche a la mañana por el llamado triple crimen de General Rodríguez. La Fiscalía General de la República (FGR) de México extraditó a Óscar Iván Flores López a la Argentina. La entrega se llevó adelante el 4 de mayo en el aeropuerto internacional de Ciudad de México (AICM).
Sobre la cabeza de Flores López pesaba la orden de captura internacional, como reveló Encripdata en diciembre del 2020. La jueza federal María Servini lo buscaba desde el 31 de agosto del 2018 por formar parte de una célula mexicana que traficó 9050 kilos de efedrina entre 2005 y 2008 desde un edificio reconvertido en hotel ubicado en la calle Valentín Gómez 3550, en el barrio porteño de Almagro, a cuatro cuadras del Abasto.
La magistrada investigaba si Ibar Esteban Pérez Corradi había mandado a matar a Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina y el acusado, para intentar demostrar que él no había dado la orden, declaró como «arrepentido», reconoció haber traficado 13 toneladas de efedrina para cárteles mexicanos y dio los nombres de sus dos clientes, el argentino Romero y el mexicano «Alexis«, a los que les vendía «toda la efedrina que pudiera conseguir».
Romero era Maximiliano Darío, al que en los pasillos judiciales empezaron a llamar «Fantasma» porque nadie sabía de su existencia. Este joven operó con Daniel Ricardo López y Hernán Pablo Lozano. Los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Federal 8 porteño condenaron en marzo del 2022 a Romero a 8 años de prisión; a López, a 3 años de prisión en suspenso; y a Lozano, a la misma pena por lavado activos.
«Alexis» era Arturo Alonso Cota Lomeli, un mexicano que firmó una probation por haber intentado pasar con 5 kilos de efedrina en agosto del 2007 por el aeropuerto internacional de Ezeiza. Más acá en el tiempo, el 9 de junio del 2021, un sicario intentó matarlo, le disparó cinco tiros a la camioneta BMW X4 blanca en la que viajaba junto con una mujer por la Zona Dorada de Tijuana, en la frontera con Estados Unidos, pero sobrevivió.
Como pudo reconstruir la jueza Servini, en este tramo de la «ruta de la efedrina», por un lado, Famérica le vendió 4250 kilos a Víctor Antonio Wendling Duarte, este a Romero y este a «Alexis»; por otro lado, Farmacéuticos Argentinos (FASA) le vendió 4800 kilos a Pérez Corradi, que primero los comerció con Romero y luego, ya sin este como intermediario, directamente con «Alexis».
Como imputado colaborador, Pérez Corradi declaró que Josue Ezequiel Fuks, uno de los dueños de Farmacéuticos Argentinos, tenía contactos con la Secretaría de Inteligencia (SIDE). Este empresario, aunque tenía orden de captura internacional, consiguió llegar a Israel, donde vive tranquilo desde 2009 porque no existe tratado de extradición entre ese país y la Argentina. El «cerebro» de FASA importó 14.026 kilos de efedrina, es decir, el 29% del precursor químico ingresado entre 2004 y 2008 desde China e India. Además compró algunos kilos más en el mercado local.
Uno de los socios de Fuks era Alberto Salvador López Martucci, más conocido como «el Negro López», que además de efedrina traficó llamados con Madero Office Center, una oficina ubicada en el cuarto piso del edificio de la avenida Alicia Moreau de Justo 1148, Puerto Madero, que encierra varios casos de narcotráfico y ajustes de cuentas. A esa oficina, por ejemplo, se comunicaba Martín Lanatta, uno de los condenados por el triple crimen.
El negocio era redondo: el kilo se importaba a 100 dólares y puesto en México llegaba a valer 10 mil. Con eso, los cárteles elaboraban metanfetaminas, en forma de éxtasis, ice o crystal, para vender en Estados Unidos, donde el consumo problemático de opioides profundizó la crisis de salud pública, con miles de personas muertas por año y en aumento.
Buena parte de las ganancias quedó en la Argentina: el kilo que Fuks importaba a 100 dólares se lo vendía a 500 a Pérez Corradi y este se lo revendía a 1500 a «Alexis», que hacía su propio negocio en México. En el medio, el «arrepentido» tenía que pagar «la membresía» de la Policía Federal (PFA) para que lo dejaran operar. Uno de los «recaudadores» ascendió tanto que ahora tiene un cargo clave en la lucha de la fuerza contra el narcotráfico.
A Pérez Corradi lo siguieron más «arrepentidos». Romero, su otro cliente, recordó: «García Mena -el jefe de la célula- me dijo si estaba la posibilidad de aumentar la cantidad y me dijo que si le daba el ok, él mandaba gente con la plata. Y a partir de ahí se empezó a generar la venta: primero de a 5 kilos, después de 10 y al final de 25 kilos». En total fueron 9050 kilos hasta que por el triple crimen la efedrina dejó de ser un negocio fácil.
El grupo de «Alexis», siempre según Pérez Corradi, respondía a los Arellano Félix, los líderes del Cártel de Tijuana, y «tenía contacto con los servicios de Inteligencia argentinos, peruanos y mexicanos y estos se ocupaban de subir la efedrina en aviones que salían hacia México y de hacer llegar el dinero a la Argentina».
El grupo de los García Mena, según Romero, reportaba al Cártel de Sinaloa: «En el primer viaje a Cancún nos fue a buscar al aeropuerto ‘Tonio’ y nos recibió Julio. Me contaron que la efedrina que salía de la Argentina iba para Jalisco, que el destino final era Chicago y que la gente para la que ellos trabajaban era de Estados Unidos». Pérez Corradi también trató con ellos.
Los García Mena pensaron vivir muchos años en la Argentina: el 26 de octubre de 2006 adquirieron la empresa Odal SRL para quedarse con el edificio de la calle Valentín Gómez 3550. A los vendedores les dijeron que querían convertirlo en un hotel, pero en verdad lo usaron como bunker, donde aguantaron «mulas», kilos y dólares. En aquella época también compraron dos casas, cuatro autos y dos Harley-Davidson. Tras el triple crimen, remataron todo.
Saber quiénes fueron los proveedores y los compradores de Pérez Corradi fue clave para terminar con el mito de que Forza, Ferrón y Bina quisieron «cagarle el negocio», como sostuvo el fiscal Juan Ignacio Bidone al pedir la captura internacional. La jueza Servini no solo determinó que entre unos y otros no había conflicto de intereses sino que en el negocio de los 500 millones de dólares participaban varios grupos más.
Con todos esos datos, la jueza Servini finalmente ordenó en el 2018 la captura internacional de siete mexicanos por esta parte de la «ruta de la efedrina»: los hermanos Julio Enrique García Mena -el capo-, José Antonio García Mena, alias «Tonio» o «Gory», y Juan Carlos García Mena, los hermanos José Gilberto Juárez Lima y Denisse Nayely Juárez Lima, Alejandro Elvira Lugos y, justamente, Flores López, el primero en ser extraditado.
De 53 años, amante de las Harley-Davidson y las fotos de luna llena, Flores López se dio de alta ante la AFIP en su primera estadía en la Argentina. Ahora, antes de entregarlo, en México le dieron otra orden: no hablar.