Atraparon al hombre que quiso atacar a su exesposa en España: había vuelto a la Argentina sin la pulsera electrónica
Alejandra no pudo pegar un ojo en toda la noche: la pulsera electrónica que tenía su exmarido perdió conexión a la 1.51 de la madrugada. La Policía Nacional no sabía dónde estaba. Ella corría «riesgo extremo»: el padre de sus hijos había viajado a Madrid para atacarla, como reveló el martes Encripdata, y ahora podía estar nuevamente al acecho. Recién a la mañana las noticias que llegaron del otro lado del océano Atlántico la calmaron: las autoridades argentinas arrestaron este domingo a Carlos Marcelo Di Stefano ni bien aterrizó en el aeropuerto internacional de Ezeiza.
La semana pasada, cuando regresó a su casa, Alejandra encontró un celular en la cochera. El teléfono tenía cinta adhesiva. Estaba con la batería a la mitad. Primero le pareció extraño. Después comprendió: alguien lo había pegado debajo del auto para monitorear sus pasos a través del GPS del aparato. Ese alguien, denunciaría en la comisaría, podría ser su exmarido.
En una investigación contra reloj, los detectives confirmaron que Di Stefano dio de alta la tarjeta prepago del celular. Este hombre no era otro que su expareja. Efectivamente le estaba siguiendo los pasos: como el GPS marcaba que el teléfono estaba en la comisaría, el hombre, que tenía vuelo de regreso para el 30 de mayo, se apuró a comprar otro pasaje para volver ese mismo día a la Argentina.
Los policías se lo impidieron. Una vez detenido, el acusado negó todo e intentó dar vuelta los hechos: declaró que viajó a Madrid para retomar el vínculo con sus hijos, pero que su exesposa siempre quiso apartarlo de ellos. Según los registros, Di Stefano ingresó a España el 24 de abril, vivió los primeros tres días en un hostal de la capital, luego alquiló un auto y viajó al barrio de Alejandra, y durmió las siguientes noches en el vehículo.
Para los detectives no hubo dudas: estuvo al acecho todo el tiempo.
Y advirtieron que la vida de Alejandra corría «riesgo extremo».
En la resolución, a la que accedió Encripdata, la jueza concluyó que existían «indicios racionales de criminalidad suficientemente importantes frente a Di Stefano por un presunto delito de 172ter del Código Penal. El objetivo de Di Stefano era conocer los lugares frecuentados por Alejandra y su familia, tenerlos controlados, y para ello colocó un dispositivo móvil en los bajos del vehículo, siendo que no puede descartarse su intención de atentar contra ella».
Y subrayó: «Alejandra está atemorizada, salió de su país para encontrarse a salvo y ahora que ha sabido que él está en España su intranquilidad es constante».
En consecuencia, la magistrada ordenó «la prohibición de aproximarse a Alejandra y sus hijos menores de edad en un radio menor a mil metros así como en la misma distancia a su domilio, su lugar de trabajo o cualquier lugar en el que esta se encuentre o frecuente y la prohibición de comunicación con estas personas por cualquier medio, ya sea escrito, verbal o telemático» y «la prohibición de entrada y permanencia en Pozuelos de Alarcón», donde vive la denunciante con la familia.
Para garantizar la integridad física de Alejandra y la familia, la jueza dispuso que a Di Stefano le colocaran una pulsera electrónica.
Pero esta no fue la primera vez que el hombre intentó atacarla.
Allá por el 2011, recién separados, Di Stefano se apareció en la casa de su exsuegra, la amenazó con un arma de fuego, pero como no consiguió ver a su exesposa y los hijos, se cortó un dedo y con su sangre escribió en la pared una palabra denigrante.
Por ese hecho, la Justicia lo condenó a un año y siete meses de prisión en suspenso y a tres años de restricción para contactarse con el núcleo familiar. Alejandra contó con el patrocionio del abogado Jorge Cancio. Como no cumplió la prohibición, el tribunal le aumentó la pena dos meses. En total, Alejandra radicó 30 denuncias por malos tratos y obtuvo doce órdenes de protección por un global de 800 días.
El juzgado de Familia nº5 de San Martín finalmente le otorgó a Alejandra la custodia completa sobre sus hijos y la autorizó a radicarse con ellos en España. Ahora tienen 20, 18 y 14 años. Además, con su nueva pareja tuvo dos hijos, de 8 y 5 años. Todos están atemorizados. Según los cálculos de Alejandra, su exmarido adeuda 13 millones de pesos en concepto de alimentos.
Pero cuando Di Stefano se arrancó la pulsera electrónica en Madrid, las alarmas se volvieron a encender. El hombre lo hizo para poder tomar un vuelo de regreso a la Argentina sin tener que dar explicaciones en el aeropuerto de Barajas. Como si no hubiera pasado nada. Como si no hubiera viajado 10 mil kilómetros para cumplir con sus amenazas. Lo que el acusado no sabía era que, por lo ocurrido, el tribunal argentino había ordenado arrestarlo ni bien pusiera un pie en el país. Y eso fue lo que sucedió este domingo.
«Esta persona no solo violó el sistema penal argentino al irse del país sino que ahora también violó el sistema penal español, por eso el miedo de la víctima y de toda su familia. Esta persona tendría que haber dejado la pulsera electrónica en España y se podría haber retirado del país porque estaba bajo proceso por el hecho de acoso, que es un delito menor, aunque se está siguiendo la investigación por un delito muchísimo más grave, que es la tentativa de homicidio», remarcó ante este medio Jorge Cancio, el abogado de la familia de Alejandra en Buenos Aires.
Mañana lunes comienza un nuevo juicio en su contra, esta vez por amenazas agravadas reiteradas, incumplimiento de los deberes de asistencia familiar e insolvencia fraudulenta justamente para no cumplir con sus obligaciones.