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Un paso adelante

«Bolso explotado de dólares»: confirmaron la condena a «Fantasma» Romero por traficar 9 toneladas a México

Maxi Romero, el "Fantasma" detrás de Pérez Corradi, condenado

Maxi Romero, el "Fantasma" detrás de Pérez Corradi, condenado. Crédito: Facebook.

Los jueces de la Sala III de la Cámara Federal de Casación Penal confirmaron esta semana la sentencia a Maximiliano Darío Romero, más conocido como «Fantasma» por pasar casi diez años a la sombra de Ibar Esteban Pérez Corradi, por venderle 9050 kilos de efedrina a los representantes de un cártel de México instalados en Buenos Aires y por lavar las ganancias en la Argentina y Paraguay, según el fallo al que accedió Encripdata. Los camaristas Eduardo Rafael Riggi, Juan Carlos Gemignani y Mariano Hernán Borinsky también ratificaron la condena a dos cómplices, Daniel Ricardo López y Hernán Pablo Lozano.

La investigación se aceleró por efecto dominó: la jueza federal María Servini investigaba si Pérez Corradi había mandado a matar a Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina y el acusado, para demostrar que él no dio la orden, declaró como «imputado colaborador». Así fue como la magistrada llegó a Romero, López y Lozano y entre ellos, ya como «arrepentidos», se acusaron mutuamente para mejorar su situación judicial.

Tras el festival de «arrepentidos», la jueza Servini ordenó en el 2018 la captura internacional de siete mexicanos: los hermanos Julio Enrique García Mena -Pérez Corradi y Romero lo señalaron como el capo de la célula-, José Antonio García Mena, alias «Tonio» o «Gory», y Juan Carlos García Mena, los hermanos José Gilberto Juárez Lima y Denisse Nayely Juárez Lima y Alejandro Elvira Lugos. Como reveló Encripdata, la Interpol arrestó en el 2020 a cuatro, pero México aún no los extraditó.

Este tramo de la «ruta de la efedrina» comenzó en el 2004 cuando el jefe de la célula contactó a Romero a través de un foro de fisicoculturismo para encargarle un kilo de efedrina. «Fantasma» lo compró en una farmacia de Caballito a 300 dólares y se lo revendió a 500 dólares con envío incluido desde el Correo Argentino hacia Jalisco. Y eso fue solamente para empezar.

«García Mena me dijo si estaba la posibilidad de aumentar la cantidad y me dijo que si le daba el ok, él mandaba gente con la plata. Y a partir de ahí se empezó a generar la venta: primero de a 5 kilos, después de 10 y al final de 25 kilos», declaró Romero ante la jueza Servini. Con el tiempo, los mexicanos pagaron más por cada kilo. En total, Romero le vendió 9050 kilos a García Mena, hasta que el triple crimen de General Rodríguez cortó de una vez y para siempre la «ruta de la efedrina».

En el 2004, cuando empezó a traficar efedrina, Romero dejó de trabajar como repositor en un supermercado. En el 2010 ya era dueño del Solar de los Reyes en Colón, Entre Ríos, un complejo de doce cabañas con yacuzzi, gimnasio, SUM, quincho, parrilla y dos piletas; dos lotes en el barrio privado Haras del Pilar; tres autos; y hasta la mitad del edificio de cinco pisos de once unidades de la calle Valentín Virasoro 718. Cada unidad valía 80 mil dólares.

Por las manos de Pérez Corradi pasaron al menos 13 toneladas de efedrina. Como reconoció, después de comprárselas a Josué Ezequiel Fuks -vive en Israel porque no tiene tratado de extradición con la Argentina-, una parte fue para Romero y otra para el mexicano Arturo Alonso Cota Lomeli, alias «Alexis».

El destino final, en cambio, es más difuso: Pérez Corradi declaró que «Alexis», oriundo de Tijuana, le contó que «sus jefes trabajaban para los Arellano Félix», los líderes del cártel homónimo que en ese momento dominaba la ciudad pegada a San Diego, del otro lado de la frontera con Estados Unidos.

Por su parte, Romero dio a entender que los García Mena, a los que visitó dos veces en el 2007 en Cancún, reportaban para el Cártel de Sinaloa: «En el primer viaje nos fue a buscar al aeropuerto ‘Tonio’ y nos recibió Julio. Los mexicanos me contaron que la efedrina que salía de la Argentina iba para Jalisco, que el destino final era Chicago y que la gente para la que ellos trabajaban era de Estados Unidos». Pérez Corradi también les vendió a ellos.

En aquella época, decir Jalisco era hablar del cártel de Joaquín «Chapo» Guzmán e Ismael «Mayo» Zambada porque al 2008 todavía no existía el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) de Nemesio Oseguera Cervantes, alias «Mencho», sino que sus hombres formaban parte del Cártel del Milenio de Óscar Orlando Nava Valencia, alias «Lobo», asociado a Ignacio Coronel Villarreal, alias «Nacho», justamente el hombre del «Chapo» en ese estado. «Nacho» era el «rey del cristal».

Casualmente, los jefes del Cártel de Sinaloa, que dominaban Jalisco y otros estados, eran socios de los mellizos Pedro y Margarito Flores, nacidos en Chicago, Illinois, pero de migrantes mexicanos. El 6 de noviembre de 2008 pactaron con la oficina de la Drug Enforcement Administration (DEA) en Chicago. De narcotraficantes pasaron a ser agentes encubiertos. Hasta grabaron conversaciones con el «Chapo». En realidad, nunca dejaron de ser narcos: mientras traicionaban a su socio, traficaban con Arturo Beltrán Leyva. En el «juicio del siglo» declararon en contra del «Chapo».

Saber quiénes fueron los proveedores y los compradores de Pérez Corradi fue clave para terminar con el mito de que Forza, Ferrón y Bina quisieron «cagarle el negocio», como sostuvo el fiscal Juan Ignacio Bidone al pedir la captura internacional. La jueza Servini no solo determinó que entre unos y otros no había conflicto de intereses sino que la «ruta de la efedrina» era mucho más grande: entre 2004 y 2008 se desviaron 40 toneladas de efedrina desde la Argentina. Una vez en México, con el precursor elaboraban las metanfetaminas consumidas en los Estados Unidos. Pérez Corradi fue responsable de 13 toneladas. El acusado tenía razón: el negocio daba para él, para ellos y para muchos más. Al final, en el 2021, le dictó la falta de mérito.

La investigación prescribirá en agosto de 2023. Hasta entonces la magistrada tendrá tiempo para descubrir al verdadero autor intelectual del triple crimen de General Rodríguez, al que dio la orden, al que se benefició con las muertes. En esa carrera contra reloj, la familia de Ferrón le propuso a Marcelo Schillaci, uno de los condenados, que aporte información que sirva a esclarecer el caso si quiere acceder al beneficio de la prisión domiciliaria por su estado de salud y su situación familiar, como publicó el autor de esta nota en LA NACIÓN.

De regreso al «Fantasma» Romero, López apuntó contra él para minimizar su participación en la «ruta de la efedrina»: «Lo acompañé al edificio de la calle Valentín Gómez 3550, donde lo atendió Juan Carlos García Mena y regresó con un bolso explotado de dólares por la venta de los tachos«. Los tachos eran de efedrina.

Por todo eso, los jueces Nicolás Toselli, Sabrina Namer y Fernando Canero, del Tribunal Oral en lo Criminal Federal 8 porteño, sentenciaron en marzo a Romero a 8 años de prisión; a López, a 3 años de prisión en suspenso por haber sido «partícipe secundario»; y a Lozano, a la misma pena por lavado activos; en cambio, a Juan Facundo Sosa, para el que el fiscal había solicitado 2 años y 6 meses de prisión en suspenso, lo absolvieron. Fue el único que no se arrepintió.

Ahora, los camaristas confirmaron las penas. Detenido el 7 de junio de 2017, Romero ya cumplió cinco años en la cárcel. Cuando el tribunal saque las cuentas, deberá pagar una multa equivalente a dos veces las operaciones de lavado.

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