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El hilo invisible entre el crimen y el poder

Lo que nadie contó sobre «Leones Blancos»: la otra quinta, los 500 mil dólares y el fiscal Scapolan

Lo que nadie contó sobre "Leones Blancos"

Lo que nadie contó sobre "Leones Blancos". Crédito: Encripdata.

El 29 de diciembre de 2013, policías de Quilmes bajo las órdenes del fiscal de San Isidro Claudio Scapolan arrestaron a cinco traficantes y secuestraron casi media tonelada de cocaína en dos operativos, uno en la Panamericana y otro en una quinta de Moreno. Como cerca de la pileta había dos estatuas de leones blancos, así se hizo conocido el caso. Ahora, nueve años después, quedó claro que eso solo fue la versión oficial de una de las operaciones de narcotráfico más emblemáticas de la historia argentina reciente ni más ni menos porque se robaron otra media tonelada.

De entrada todo fue raro: policías de una jurisdicción llevando adelante dos procedimientos en otra jurisdicción con el visto bueno de un fiscal de una tercera jurisdicción. Y con la infaltable llamada anónima. Aquel día, entonces, dejaron 493 kilos para el operativo y se llevaron al menos 500 kilos más en una camioneta. Casi les sale bien: solo cuando los traficantes sugirieron en el juicio que los uniformados les habían robado la droga, el tribunal decidió absolverlos e investigar a aquellos.

En esa segunda investigación, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado y el fiscal Fernando Domínguez pudieron reconstruir que «Leones Blancos» en realidad comenzó en diciembre de 2013 cuando el colombiano Alberto «Papo» Mejía cambió euros por dólares en la «cueva» financiera de Diego Xavier Guastini para luego comprarle un cargamento de cocaína a Edwin «Nene» Loza. Como «arrepentido», «Dolarín» Guastini reconoció que cuando el traficante se fue, le avisó a su amigo policía Adrián Gonzalo Baeta lo que estaba por suceder. La información, finalmente, llegó hasta el fiscal Scapolan. Guastini no pasó el dato gratis: el plan era repartirse con los uniformados la droga a robar.

Entonces sí, aquel 29 de diciembre de 2013, el comisario Juan José Magraner, jefe de Baeta en la DDI de Quilmes, y el fiscal de San Isidro hablaron dos veces. Según el registro telefónico, a las 16.19 y 16.32. Cometieron un error: lo hicieron antes -y no después- de la falsa denuncia anónima, que, como registraron en el libro de guardia, fue a las 17.35. La llamada en cuestión la hizo el policía federal Carlos Daniel Maidana, presionado por el resto de la banda a cambio de no delatarlo. Porque a Maidana hacía rato que lo buscaban por hacerle un «cortito» a un transa peruano.

Por todo eso, el juez federal Emiliano Canicoba, que se hizo cargo del expediente tras el apartamiento de Arroyo Salgado, envió en noviembre a juicio a Magraner, Baeta y veintitantos policías más involucrados -en «Leones Blancos» y también en «Bustamante«, «Santellán«, «Basaldúa» y «Acosta«-.

El juez Canicoba todavía no sumó a ese grupo al fiscal Scapolan, pero el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados y Funcionarios de la Provincia de Buenos Aires, después de dos años de idas y vueltas, aceptó en diciembre la acusación impulsada por la Procuración general, lo suspendió del cargo, le embargó el 40 por ciento del sueldo y ordenó empezar el juicio en marzo para decidir si lo destituye o no.

Pero hay más, bastante más.

Porque hay hechos que no llegaron al expediente.

Porque en «Leones Blancos» no actuaron dos bandas -la de los traficantes y la de los policías- sino tres.

Porque Guastini, para asegurarse su parte del botín, mandó la suya.

Los narcos de la quinta de los leones blancos nunca lo supieron, pero la banda de Guastini los observó todo el tiempo desde la quinta de enfrente. Por eso mismo hay muchos teléfonos que impactaron en la antena que cubre la calle Schiffely 4101 y alrededores, en La Reja, Moreno, pero la jueza y el fiscal nunca pudieron determinar a que caballeros pertenecían. Eran de «Dolarín» y compañía. Estaban haciendo inteligencia a «Papo» Mejía, el que había ido a cambiar los euros a la «cueva». Estaban esperando la llegada de «Nene» Loza, el vendedor de la cocaína.

Después de la transacción, Loza se fue en un Chevrolet Corsa. Al rato, los compradores del cargamento también se fueron de la quinta de los leones blancos para guardar la droga en otro lugar. Por seguridad. La banda de Guastini los siguió de cerca hasta que la banda de los policías los hizo frenar a las 20.40 del 29 de diciembre de 2013 en el peaje Buen Ayre, de la Panamericana.

Como declararon los empleados de la autopista, la camioneta Mercedes-Benz Sprinter de los narcos estuvo detenida entre 30 y 40 minutos. Solo después fue llevado al estacionamiento del peaje del otro lado de las cabinas.

El teléfono de Scapolan impactó a las 21.10 en la antena WBN095B, a 15 cuadras del peaje, y el propio fiscal llamó a las 21.20 al juzgado de Garantías para informar lo que pasaba. El secretario del juzgado, Sebastián Luján, anotó: «Que en el día de ayer, 29 del corriente mes y año, siendo las 21.20 horas se recepcionó al teléfono celular asignado al Juzgado de Garantías en turno departamental, un llamado telefónico identificándose el interlocutor como Claudio Scapolan, fiscal de la Unidad de Investigaciones Complejas Departamental, haciendo saber que se procedería a allanar en la urgencia el domicilio de la calle Schiffely 4101, La Reja, Moreno, a fin de secuestrar material estupefaciente en el marco de una I.P.P. iniciada en misma fecha».

Para Arroyo Salgado y Domínguez, que Scapolan le comunicara a las 21.20 al juzgado de Garantías que allanaría una quinta en Moreno significaba que llegó antes al peaje, más cerca de las 21.10 por el impacto en la antena, que se puso al mando en el lugar y que solo después llamó al secretario. El celular de René Guzmán, el encargado de llevarse la cocaína robada en una camioneta Chevrolet S10, se activó en la zona por primera vez a las 21.16. La jueza y el fiscal concluyeron que fue Scapolan el que ordenó pasar el vehículo en cuestión al otro lado de las cabinas, dejar en la Sprinter la droga que se iba a informar como incautada y pasar 26 bolsos a la otra camioneta.

Es más: durante el pasamanos de los bolsos, los policías Leonardo Gastón Irala y Raúl Elías Hernández sonrieron para la cámara. Cantaron victoria. No era para menos: estaban parados, en el estacionamiento del peaje, sobre 2 millones de dólares.

Después, la banda de Guastini se llevó la droga a Quilmes mientras que la banda de los policías y el fiscal fueron a Moreno a allanar oficialmente la quinta de los leones blancos. Según le contó un amigo de Guastini a Encripdata, los uniformados «durmieron» a «Dolarín»: «Los policías también se robaron 500 mil dólares que estaban escondidos en la pileta. Diego se enteró, se ofendió con sus amigos policías y les dijo que ya no quería parte de esa plata».

Así terminó la operación en 2013. Ahora, nueve años después, el fiscal Scapolan está suspendido, con un jury de enjuiciamiento en marcha y con un procesamiento por falsedad ideológica de documento público, es decir, por mentir en los papeles para tapar la verdad sobre «Leones Blancos». Para tapar uno de los mayores robos de cocaína de la historia argentina reciente.

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