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El hilo invisible entre el crimen y el poder

El crimen de Recoleta, el segundo ajuste de cuentas después de perder 783 kilos de cocaína en Caviahue

El crimen de Recoleta, el segundo ajuste de cuentas después de perder 783 kilos de cocaína en Caviahue

Recoleta, el segundo ajuste de cuentas por los 783 kilos de Caviahue. Crédito: Encripdata.

Con la paciencia de un reloj, un desconocido con peluca aguardó escondido en un auto estacionado sobre la calle Paraguay al 2900, barrio de Recoleta. A las 12.51 de la noche, vio pasar el vehículo que estaba esperando: de allí se bajó un hombre. Sus dos acompañantes se quedaron abordo. Él fue en dirección al kiosco. En ese instante, el asesino entró en acción: saltó del auto, hizo tres pasos y abrió fuego. Uno, dos, tres. Por la espalda. Primero amagó a irse, pero regresó para robarle la riñonera, un acto reflejo para intentar borrar lo que reflejaba su modus operandi: a Fabián Sturm Jardon, la víctima, de 42 años, se lo entregaron.

Aunque caminaba suelto de cuerpo a esa hora de la noche, Sturm sabía que buscaban para matarlo. Para vengarse. Tal vez por eso dejó de frecuentar ciertas zonas del conurbano bonaerense en los últimos meses.

El 12 de octubre, en un hecho con características similares, dos hombres frenaron en un kiosco de Presidente Derqui, Pilar. El conductor se quedó. El copiloto, que bajó a comprar gaseosas, se demoró charlando con el vendedor. Y de pronto, un desconocido en camioneta irrumpió rafageando todo. Marcelo González Algerini, uruguayo de 36 años, recibió cuatro disparos. Su acompañante, uruguayo también de 80 años, fue arrestado.

El círculo se cerró anoche, pudo reconstruir Encripdata: Algerini y Sturm eran socios de palabra en negocios donde la palabra ya no cuenta. Y el hombre mayor que entregó a Algerini fue Teófilo, el padre de Sturm.

Aquel día, a Algerini lo buscaban para matarlo o para detenerlo: estaba prófugo por una operación de narcotráfico internacional que falló por muy poco en Neuquén.

Obviamente, alguien llegó antes que la Policía. Antes de perder la vida, Algerini había perdido un cargamento millonario: el 5 de julio de este año, el fiscal Diego Iglesias, de la Procunar, la fiscal Cecilia Incardona, de Lomas de Zamora, y un juzgado federal subrogado por Ernesto Kreplak, activaron el operativo «Infierno Blanco» en Caviahue, Neuquén, donde la Prefectura y la Gendarmería incautaron 783 kilos de cocaína justo cuando los narcotraficantes estaban encendiendo los motores para cruzar la Cordillera de los Andes.

En ese momento, los investigadores arrestaron a Gerardo David Salinas, alias «Negro», Ileana Mariela Bolzan y cinco personas más. Encripdata pudo reconstruir que Algerini, aunque era uno de los «cuidadores» del cargamento, pudo escapar a tiempo.

Llamativamente, el día de su muerte, Algerini portaba un morral con 694 mil dólares, que ni el asesino ni Sturm padre se llevaron de la escena del crimen. En su casa, además, tenía una prensa para armar «ladrillos».

Detrás de Salinas y Bolzan existe una organización narcocriminal internacional mucho más grande, Los Musculosos, con movimientos comprobados por 3791 kilos de cocaína y 56 kilos de éxtasis en los últimos cinco años entre la Argentina y España, donde clientes varios, entre ellos la mafia de los Balcanes, les pagan en euros.

El líder de Los Musculosos es Diego Marano, un empresario que arrastra un procesamiento en la Argentina por una operación en velero de 1548 kilos en 2022 en Escobar y un proceso parecido en España por otro velero de 1460 kilos en San Pedro Alcántara. Sin embargo, la Justicia española no solo rechazó extraditarlo sino que, directamente, lo excarceló bajo caución juratoria, es decir, bajo palabra.

Ahora, vive libre en Marbella.

La organización sigue activa.


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