La caída de Denisse, la mujer del cártel que movió 175 mil euros y 9 toneladas de efedrina
La tarde del 9 de octubre de 2008, Denisse Nayely Juárez Lima se presentó puntual en el aeropuerto de Ezeiza para volar hacia Cancún, pero la Policía de Seguridad Aeroportuaria no la dejó abordar el vuelo MX1692 de Mexicana de Aviación: en su maleta había ocultado 175 mil euros, 545 dólares, 3650 pesos mexicanos y 72 pesos argentinos. Eso le costó una condena a 3 años de prisión en suspenso por contrabando de divisas. Dieciséis años después, la misteriosa mujer está de nuevo en Buenos Aires: la Fiscalía General de la República la extraditó en las últimas horas a la Argentina, acusada de formar parte de un cártel internacional que traficó más de 9 toneladas de efedrina.
Con Denisse Nayely aterrizaron su hermano José Gilberto Juárez Lima y Alejandro Elvira Lugos, imputados por los mismos hechos, al igual que José Antonio García Mena, indagado en agosto, y Óscar Iván Flores López, ya condenado a 4 años y 11 meses de prisión, como viene informando Encripdata. El abogado del grupo es David Emmanuel Aguilar.
Los recién llegados se negaron a declarar. La jueza federal María Servini pudo reconstruir que ellos integraron una célula de un cártel dedicado al contrabando de, al menos, 9050 kilos de efedrina entre 2005 y 2008 desde un hotel del barrio porteño del Abasto.
Entre 2004 y 2008, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner dejaron entrar 40.972 kilos de efedrina por el puerto de Buenos Aires y el aeropuerto de Ezeiza, que acabaron en manos de imputados, procesados o condenados por narcotráfico. Como Canadá y México aumentaron los controles para la importación, varios cárteles mexicanos se asociaron con grupos locales para continuar con el tráfico por toneladas, que terminaron como metanfetaminas –ya sea éxtasis, ice o crystal– en los Estados Unidos.
La «ruta de la efedrina» quedó al descubierto por una operación encubierta de la DEA del 17 de julio de 2008 en la quinta de Ingeniero Maschwitz y, tres semanas después, el 7 de agosto de 2008, por las ejecuciones de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, que pasó a la historia como el triple crimen de General Rodríguez.
En el 2012, el tribunal de Mercedes condenó a prisión perpetua a Martín Lanatta, Cristian Lanatta, Víctor Schillaci y Marcelo Schillaci como partícipes necesarios del triple crimen. Durante el juicio, los fiscales Juan Ignacio Bidone y Marcela Falabella señalaron a Ibar Esteban Pérez Corradi como el autor intelectual. Según esta hipótesis, éste contrató a los cuatro condenados para matar a Forza, Ferrón y Bina porque le estaban «cagando el negocio» como proveedor del mexicano Juan Jesús Martínez Espinoza en la «quinta» de Ingeniero Maschwitz. Pero los jueces y los fiscales olvidaron que el hombre apuntado como instigador no era parte del debate. Es más: como estaba prófugo, nunca lo habían indagado.
En el 2016, la jueza Servini, a cargo del expediente por la «ruta de la efedrina», continuó la investigación por el triple crimen de General Rodríguez. Ante este escenario diferente, Pérez Corradi acordó su captura, declaró como imputado colaborador durante varias audiencias e intentó demostrar que no había mandado a matar a Forza, Ferrón y Bina. Cinco años después, en el 2021, la magistrada llegó a la conclusión de que el imputado no era el «dueño» del negocio y que las víctimas no pretendían «cagárselo».
La efedrina no había sido exclusividad de aquellos. Y no se trataba de unos kilos para fabricar crystal en esa quinta de Ingeniero Maschwitz. Fueron 40 toneladas de contrabando entre el 1 de enero de 2004 y el 13 de agosto de 2008 a la vista o con el visto bueno de la Sedronar, la Aduana y la SIDE.
En el camino, los investigadores detectaron el paso de, al menos, siete células mexicanas: Martínez Espinoza, dueño de la quinta de Ingeniero Maschwitz, con el que hicieron contacto Forza y Ferrón; Rodrigo Pozas Iturbe, para el que trabajaba Bina; alias «Demetrio», socio de Mario Segovia, el supuesto «rey de la efedrina»; Karim Pérez Cejas, instalado en un country de General Rodríguez; José Ángel Mora Zamora, de la Operación Mariachi de 2009; Roberto Espinoza Ortíz, quien tuvo relación con Daniel Escosteguy; y estos García Mena, quienes tenían como proveedor a Pérez Corradi.
Los García Mena pensaron vivir muchos años en la Argentina. Por eso compraron la empresa Odal SRL para quedarse con el edificio de la calle Valentín Gómez 3550, que lo convirtieron en hotel pero para usarlo como búnker. También sumaron cuatro autos y dos motos de alta gama. Cuando se tomaban un respiro de Buenos Aires, viajaban a Puebla para sumarse al equipo Jabalíes de Harley-Davidson.
Pero después del triple crimen, vendieron todo para regresar a México. Por eso, en su huida, a Denisse Nayely la descubrieron con tantas divisas de todos los colores. Su partida intempestiva podría sugerir otra cosa, alguna relación con las muertes, pero no solo ella, todos los mexicanos se volaron de Buenos Aires en cuestión de días o semanas: antes de eso, el 17 de julio de 2008, Martínez Espinoza perdió su laboratorio de metanfetaminas en Ingeniero Maschwitz por la operación encubierta de la DEA. La banda de Pozas Iturbe dejó de operar tras la muerte de Bina. Aquel y Pérez Corradi fueron arrestados en octubre. Los Pérez Cejas, los Mora Zamora y los Espinoza Ortíz pusieron fin a la empresa criminal en la Argentina sin inconvenientes. Y Segovia, en cortocuircuito con la SIDE, cayó en noviembre.
Y eso que entre las siete células aún tenían 4400 kilos de efedrina en su poder. Si las hubieran «coronado» en México para el crystal en los Estados Unidos, habrían ganado 44 millones de dólares, pero prefirieron enfriar todo antes que arriegarse. Entendieron el mensaje: con el triple crimen de General Rodríguez, alguien poderoso, muy poderoso, decidió ponerle punto final al negocio de la efedrina.
En un negocio acostumbrado al control absoluto de los hombres, fue toda una rareza la presencia de una mujer como Denisse Nayely. Durante su tiempo libre se recibió de abogada en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, realizó un Magister de la Universidad Complutense de Madrid, España, y con sus hermanos operó la concesión de una ruta de su pueblo natal.
A dieciséis años del triple crimen, Diego Ferrón, hermano de Damián, y el autor de esta nota publicaron Operación Crystal, una investigación en busca del autor intelectual en el que detallaron qué hicieron antes, durante y después los agentes de la DEA que tenían la misión de cortar de raíz la triangulación de efedrina entre China, Argentina, México y, ya como crystal, a los Estados Unidos. Fue una obra difícil de escribir por las implicancias y, al parecer, incómoda de difundir para terceros. Como sea, lo autores del libro, obviamente, les dieron el derecho a réplica a los agentes, la DEA y la Embajada.
Un mes después del triple crimen, el gobierno de Cristina prohibió la importación de efedrina, como le venía reclamando con insistencia la Embajada de los Estados Unidos.
De regreso a la última célula de la efedrina, México aún debe arrestar para luego extraditar a Julio Enrique García Mena y Juan Carlos García Mena, con órdenes de captura internacional desde 2019.
Juan Carlos luce en un brazo un tatuaje de un indio matando a un español.
Julio Enrique era el «capo» de la organización.