Encripdata

Un paso adelante

Una camioneta llena de droga y oro: arrestaron al grupo comando de «Calavera» Pelozo por el doble crimen de Guernica

A un año del doble crimen de Vitullo y Segura en Guernica

A un año del doble crimen de Vitullo y Segura en Guernica. Crédito: Télam.

Tras un año y ocho meses de seguirlos en silencio, un equipo de fiscales decidió arrestar al grupo comando liderado desde la cárcel por Fabián Gustavo Pelozo, alias «Calavera», por emboscar, secuestrar y asesinar a Silvio David Vitullo y Diego Fabián Segura, dos mecánicos hallados calcinados el 10 de diciembre de 2022 dentro de un utilitario Citröen Berlingo en Guernica, partido de Presidente Perón.

Todo comenzó por un dato que corrió por Ezeiza: «Ema» y «Rojaijú», jefes de «los Lindos» presos por «cortar autos», se enteraron de que a «Calavera» Pelozo lo irían a visitar familiares con una Toyota Hilux SW4 cargada con plata, cocaína o lingotes de oro, según documentos oficiales a los que accedió Encripdata. El 24 de noviembre fue el día elegido: mientras el narcotraficante rosarino recibía a la mujer y un amigo, dos «lindos» en libertad sustrajeron la camioneta.

Carlos Andrés Suárez, alias «Gordo Bichi», hizo la denuncia en la comisaría de Ezeiza. Obviamente, no dijo nada sobre lo que había adentro. Pero precisó que la dejó estacionada en la colectora frente a la entrada de la cárcel.

Desde su celda, Pelozo ordenó hacer lo que fuera necesario para recuperar la SW4. Los hermanos rosarinos Mauricio Agustín Gómez y Ezequiel Félix Gómez bajaron al conurbano bonaerense. Por las buenas, ofrecían una recompensa de 3 millones de pesos para quien aportara información. Por las malas, mientras reventaban galpones, exigían: «Nosotros queremos que nos digas quién clavó la chata, lo vamos a torturar hasta que nos diga quién la compró y al que la compró, sí lo vamos a matar… ¿dónde está la chata?».

Uno de los que había «clavado» la camioneta cayó en la trampa. Abrió la boca. «Yo marqué la chata», dijo. Era Vitullo, de «la banda de los lindos».

La organización tenía dos grupos: mientras «los cañeros» se dedicaban a robar los vehículos, «los intelectuales», como Silvio, se especializaban en adulterar los números de motor y chasis para revenderlos.

Con ese dato, Pelozo marcó a los dos compañeros de pabellón que idearon el robo de la camioneta y el botín. «Ema» y «Rojaijú» corrían peligro. «Calavera» planificó la venganza a la altura de su apodo: ya no le bastaba con recuperar lo suyo, ahora «los Lindos» tenían que «entregar» a Vitullo.

Y, efectivamente, eso sucedió el 10 de diciembre: Nazareno Andrés Ezequiel Cantero -sin parentesco con «los Monos»- convocó a Silvio con la excusa de hacer un «clavado». Vitullo fue al taller con Segura -no estaba imputado por el robo de autos, pero trabajaba con él-. Cuando ingresaron a las 13.08 del sábado al barrio El Triunfo, Monte Grande, el grupo comando los emboscó.

En simultáneo, en Ezeiza también hubo acción: a «Ema» y «Rojaijú», los jefes de Vitullo, los arrinconaron contra la pared. Terminaron en el Hospital Penitenciario Central (HPC).

En Monte Grande, mientras tanto, los hombres de Pelozo inmovilizaron a Vitullo y Segura, los metieron en el baúl del utilitario Citröen Berlingo y lo llevaron a un descampado de Guernica. Enseguida, lo prendieron fuego. Las víctimas aún estaban vivas.

Los médicos forenses concluyeron que Vitullo y Segura fallecieron por «un shock traumático secundario a carbonización y asfixia por gases incandescentes», es decir, murieron por intoxicación.

Por el seguimiento de las cámaras de seguridad, por el impacto de los teléfonos en las antenas y por las declaraciones de tres testigos de identidad reservada, los investigadores determinaron que el grupo comando estaba formado por siete personas y liderado por «Calavera» desde la cárcel.

El 31 de octubre del 2023, el fiscal Álvaro Garganta solicitó las detenciones, pero el juez Martín Rizzo ordenó que el expediente pasara al fuero federal por tratarse de un doble crimen en el contexto de actividades de narcotráfico. Eso echó a perder la oportunidad de realizar una medida de prueba importante que ahora, diez meses después, no tendría el mismo resultado. La contienda de competencia por la materia y la jurisdicción, además, demoró lo urgente: los arrestos.

Este año, un equipo de fiscales se hizo cargo de continuar la investigación: Diego Iglesias, Matías Álvarez y Matías Scilabra, titular y adjuntos de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar). A ellos se sumó Juan Argibay, de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac). El juez federal fue Carlos Alberto Vera Barros, de Rosario.

Si Pelozo pudo recuperar el tesoro, es un misterio, pero cuatro días después del doble crimen, Suárez, el titular de la camioneta, amplió la denuncia: afirmó que no estaba en la puerta de la cárcel sino en el estacionamiento del aeropuerto de Ezeiza. Recalcular las coordenadas del robo de la preciada SW4 para desviar la investigación no fue suficiente: los hombres de Pelozo, una vez cumplido el encargo, cometieron varios errores de principiantes. Uno quiso vender las ruedas del auto de Vitullo. Otro le regaló a un amigo el celular de la víctima.

La Procunar ya conocía a Pelozo. Consiguió condenarlo a 9 años de prisión por llevar adelante la logística de una organización de narcotráfico internacional: recibía las avionetas con hasta 400 kilos de cocaína en su pista de aterrizaje en Monte Maíz, Córdoba, los «enfriaba» en su casona de Ibarlucea y coordinaba las entregas con los clientes. De 34 años, empezó en el mundo del narcotráfico de la mano de Esteban Lindor Alvarado, uno de los dueños de Rosario; después se asoció con Jorge Adalid Granier Ruiz, un narcotraficante boliviano vinculado al Primeiro Comando da Capital (PCC) de Brasil. Por negocios que salieron mal, la sombra de «Calavera» se proyectó sobre el triple crimen de Ibarlucea de enero de 2022.

Sin embargo, a pesar del encierro y del sistema para «presos de alto riesgo», Calavera se las ingeniaba para seguir al mando. Y este 8 de junio, los fiscales supieron que estaba a punto de realizar una nueva operación, pero, ahora, a través de Gregorio Gómez, que de asistirlo como abogado directamente pasó a formar parte de la organización.

En junio, entonces, los hombres de Pelozo recibieron un cargamento de 900 kilos de cocaína en Formosa que luego «enfriaron» en «La Taperita», un campo de La Brava, en el norte de Santa Fe.

El 1 de julio, finalmente, emprendieron viaje por San Justo, Santa Fe. Dos hombres hacían «punta» mientras que otros dos trasladaban 464 kilos en una Volkswagen Amarok.

-¿Me escucha?
-Decime.
-¿Doblaron en ‘u’, ustedes?
-Vamos bien, vamos bien, ¿dónde estás?
-Escuchá: no, yo estoy acá a cien metros del control, en un bar que es todo rosa, se llama ‘la Carolina’, hay un bar, está a cien metros del control, se pueden meter en un pueblito, ahí buscan algo para dormir y meten la chata ahí y salimos a la madrugada.

Pero ya era tarde: los investigadores los estaban esperando.

Para resolver el doble crimen de Guernica, los fiscales contaron con la colaboración de la Dirección de Investigaciones de Crimen Organizado de la Policía Bonaerense y del Escuadrón de Operaciones Antidrogas de la Gendarmería. Y para desbaratar la operación de narcotráfico, primero con la División Hidrovía del Paraná de la Policía Federal y luego con el mismo escuadrón de la Gendarmería.

Así, los fiscales arrestaron a 14 hombres de «Calavera». También a la mujer.

Tan duro fue el golpe que ordenaron embargarlo por 2 millones de dólares.

About Author