Encripdata

Un paso adelante

Condenaron a 4 años de prisión a la banda que dejó bolsos con 196 kilos de cocaína flotando en el mar de Bahía Blanca

Los primos Cabrera: la conexión entre los bolsos flotando en el mar y la banda del bosnio

La conexión entre los bolsos flotando en el mar y la banda del bosnio. Crédito: Prefectura.

A casi dos años de que aparecieran bolsos llenos de cocaína flotando en la ría, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Bahía Blanca condenó en un juicio abreviado a los tres narcotraficantes que abandonaron 196 kilos por no tener los conocimientos más elementales sobre embarcaciones. La sacaron barata: penas de entre 3 y 4 años de prisión, según el fallo al que accedió Encripdata. El jefe de la célula, que no fue parte del acuerdo, realmente la sacó muy barata: mientras estaba prófugo, los dueños del cargamento contrataron a un sicario para matarlo por perder millones en el mar. Como sus hombres con la lancha, el sicario también falló.

Todo comenzó la noche del 27 de junio de 2022 cuando empleados de vigilancia de la Terminal ADM Agro de Bahía Blanca alertaron sobre el hallazgo del semirrígido Ali Lafken II averiado y a la deriva. Estaban preocupados porque no había noticias de los tripulantes. Tres días más tarde, los investigadores, ya avisados, encontraron cinco bolsos flotando en el mar. Estaban repletos de cocaína. Al día siguiente, apareció otro en el agua. Como los anteriores, llegaba al 80% de pureza. Después, el 18 de julio, descubrieron otro más en una playa cercana a la Base de Infantería de Marina Baterías. El agua lo había arrastrado hasta ahí. Por la marea, estaba semienterrado. Como todos los anteriores, los «ladrillos» tenían bajorrelieve la marca del Patrón.

Contrarreloj, la jueza federal María Gabriela Marrón, su par que la subrogó Walter López Da Silva y el fiscal Santiago Ulpiano Martínez reconstruyeron las últimas horas. Como los tripulantes se olvidaron un comprobante de hotel en la embarcación, los detectives de la Prefectura fueron hasta allá. Emilio Juan Ángel Villalba Cabrera había reservado una habitación en Coronel Pringles. Era la primera pista del hombre que podía estar detrás de los 196 kilos de cocaína perdidos.

Pero Villalba Cabrera no era de Coronel Pringles ni de Bahía Blanca. De 35 años, había nacido el 8 de febrero de 1987 en San Pedro del Paraná, Paraguay, y vivía en la calle Beriso al 2600, en Ingeniero Allan, Florencio Varela, Argentina.

Con los informes de rigor, como movimientos migratorios y registros de la propiedad automotor, los detectives determinaron que el hombre paraguayo había viajado a su país de origen en una Ford Ranger 4×4 que estaba a nombre del policía bonaerense Emanuel Maximiliano Peralta. «Ema» era el novio de una de las hermanas de Villalba Cabrera. De 27 años, oriundo de Quilmes pero vecino de Ingeniero Allan, ingresó a la fuerza en marzo del 2017, pero fue pasado a disponibilidad en julio de 2020, aunque cobró el sueldo un tiempo más.

Después, tirando del hilo, el fiscal consideró que de la maniobra fallida habían participado, por lo menos, Aureliano Villalba Cabrera -hermano de Emilio-, Lilian Noemí Jara Cabrera -prima de los Villalba Cabrera y novia del policía-, y otras personas más, incluso provenientes de Bolivia.

Solo faltaba terminar de juntar pruebas. En eso estaban cuando, gracias a una escucha en directo, los investigadores se enteraron que el principal acusado pensaba irse: «Emilio no va a poder ir porque se tiene que esconder porque tiene problemas. No sabe si va a Paraguay directamente y se queda allá porque tiene un problema que le quema. Se fue de acá, ahora está en la casa de su primo, van a ver cómo lo sacan de acá», decía una mujer, según los documentos a los que accedió Encripdata.

Eso aceleró las detenciones: así cayeron Emilio, su prima Lilian y el policía «Ema». De los demás, nunca más tuvieron noticias.

Debieron esconderse bien porque un hombre de la banda, en medio de una sesión de tortura, culpó de lo ocurrido a «Vidal y Aure». Incluso, alias «El Señor» ordenó buscarlo hasta encontrarlo para que se hagan cargo de los 2 millones de dólares en droga que le hicieron perder.

Para la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), a cargo de Diego Iglesias, lo más probable es que los Villalba Cabrera hayan pretendido subir el cargamento de cocaína en un buque trasatlántico directamente mar adentro: «En función de las circunstancias que rodeaban a los hechos, podría tratarse de una maniobra destinada al tráfico de estupefacientes: bolsos en muy buen estado y de muy buena calidad, prolijos, herméticos, rodeados de sogas, dispuestos para efectuar su carga en un medio de transporte interjurisdiccional, hallados en un puerto de aguas profundas con tránsito nacional e internacional, siendo uno de los más importantes del país».

Sin embargo, por circunstancias desconocidas, no pudieron hacerlo y, por eso mismo, intentaron hundir el semirrígido, pero, en vez de eso, quedó flotando a la deriva. Después aparecieron los bolsos llenos de cocaína. Los tripulantes eran novatos: recién el 3 de junio los integrantes del clan paraguayo aprobaron el examen para timonel en el Club Náutico 60 Bramadores, Dique Luján. Tanto que algunos pescadores de Bahía Blanca los tuvieron que ayudar a dar sus primeros pasos.

Esta podría ser una historia más, de las tantas de narcotráfico, pero resulta que los Villalba Cabrera son primos de Gustavo Denis Zotelo Cabrera. De 35 años, había nacido el 19 de agosto de 1987 en San Pedro del Paraná, Paraguay, y vivía en la calle Juana Azurduy al 2700, en Ingeniero Allan, a solo dos cuadras de la casa de Emilio y Aureliano y a metros de su prima Lilian.

Y como sus primos, Zotelo Cabrera estaba envuelto en otra operación, a la que la Policía Federal (PFA) llamó Promesas del Este. Gustavo Denis era ni más ni menos que el chofer del bosnio Bozidar Ratkovic, de 56 años, con el que cayó el 7 de abril en Escobar antes de que pudieran emprender viaje en una Ford Ranger 4×4 hacia Bolivia, donde pretendían esperar a que sus subordinados «contaminaran» un container con 165 kilos de cocaína gracias a dos «contactos» a sueldo en el puerto de Zárate para «coronarlos» en España.

Pero los cómplices del bosnio habían entrado muy fácil en la trampa: sus «contactos» eran agentes encubiertos de la División Hidrovía del Paraná de la PFA.

La operación fue todo un éxito: el pago de los 150 mil dólares quedó grabado y la cocaína fue una «entrega controlada» cuando el buque Gran Francia, de la naviera Grimaldi, tocó Tenerife, Islas Canarias, España.

Después de los arrestos del bosnio y su chofer paraguayo, el juez federal de Campana Adrián González Charvay fue por José Damián Sofía, alias «Tano», de 57, con más de 20 años dando vueltas en expedientes judiciales con suerte diversa. En una de las últimas, como reveló Encripdata, lo acusaron de amenazar de muerte a la jueza federal Sandra Arroyo Salgado. Por ese delito, próximamente deberá sentarse en el banquillo ante el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de San Martín. Al principio, el «Tano» era el encargado de hacer el entre en la terminal de Zárate, pero el bosnio lo bajó de la movida porque desconfiaba: había descubierto un GPS en su camioneta y sospechaba que se lo había colocado aquel para traicionarlo. Los detectives respiraron aliviados: habían sido ellos.

Entre el 25 y 26 de agosto, finalmente, el juez activó: el «Tano» fue atrapado en su casa de Haedo y otros 13 en diversos puntos del país por el mayor cargamento de la historia de Rosario: 1658 kilos de cocaína de alta pureza en un sucio galpón de Empalme Graneros, un barrio que concentra el 25% de los crímenes de la ciudad más peligrosa de la Argentina. De la investigación contra Sofía participó la Drug Enforcement Administration, la DEA de los Estados Unidos. A finales del año pasado, un tribunal condenó a la banda: el «Tano» Sofía recibió 11 años de prisión.

Hoy, finalmente, el tribunal de Bahía Blanca, presidido por el juez Ernesto Sebastián, condenó a Emilio Juan Ángel Villalba Cabrera a 4 años y 6 meses de prisión; a su prima Lilian Noemí Jara Cabrera, 4 años y 2 meses; y al policía bonaerense Emanuel Maximiliano Peralta, 3 años de prisión de cumplimiento efectivo. Para eso, los defensores llegaron a un acuerdo con el fiscal Gabriel González Da Silva para firmar un juicio abreviado, es decir, reconocer la participación en el delito a cambio de una reducción de la pena en expectativa. Ahora, solo resta el juicio contra Aureliano Villalba Cabrera, el jefe de la célula, contra quien «el Señor» de la cocaína no pudo ajustar las cuentas.

Mientras tanto, el bosnio Ratkovic, a la espera del juicio en su casa porque, según sus médicos, no podía caminar ni vestirse por su cuenta, lleva seis meses prófugo.

Sí, en enero se escapó caminando de su casa de Avellaneda. Antes le dejó una carta a su novia argentina: explicó que prefería la clandestinidad antes que volver a la cárcel.

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