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El hilo invisible entre el crimen y el poder

Una tumba con otro cuerpo: la seguidilla de traiciones que terminó por vender el escondite de «Dumbo» en Perú

La ola de traiciones que terminó por vender a "Dumbo"

La ola de traiciones que terminó por vender a "Dumbo". Crédito: Encripdata.

En la villa 1-11-14 había una especia de empate hegemónico: todos con la fuerza suficiente para marcar presencia, pero ninguno con la fuerza necesaria para desplazar a la competencia. Estaban los hombres de Marco Antonio Estrada Gonzáles, expulsado en junio a su país de origen. Estaban, también, los de su hermano Fernando Estrada Gonzáles, prófugo desde 2010. Y estaban dando vueltas los de Raúl Martín Maylli Rivera, buscado desde mayo de 2021. «Marcos», «Pity», «Dumbo». Todos peruanos. Todos peleando por el control del único negocio que no para de crecer en la Ciudad de Buenos Aires: el narcomenudeo. Con alianzas, con traiciones, con lealtades de familia, con venganzas de sangre. Desde principios de octubre, todo fue aún más difuso: ni siquiera los investigadores sabían bien quién respondía a quién.

Esa situación empeoró el 20 de octubre, según le contó un investigador a Encripdata. Ese día, Nicolás José Silva Ames, más conocido como «Tío Ricky», prometió volar todo por los aires. En una «escucha» telefónica en directo, le adelantó a un cómplice: «Escuchame: el sábado le volamos la plaza y le volamos la 11. Tengo dos granadas nomás, tú quieres que vuele todo el barrio. Ya cuadrame esa vuelta, el sábado le hacemos su fiesta«.

Y es con «Tío Ricky» donde la cadena de alianzas y traiciones se mezcla tanto que todos terminan por desconfiar hasta de su propia sombra: porque Silva Ames es el novio de Mayra Alejandra Flores Villantoy, una sobrina de «Dumbo», pero su plan incluía hacer volar el sector donde mandaban los transas del propio «Dumbo», justamente la Platea 11, una parte del barrio Padre Mugica, Villa Lugano, donde este se replegó mientras estaba en guerra por quedarse con la villa 1-11-14 contra sus antiguos jefes, «Marcos» y «Pity».

La amenaza de «hacerle la fiesta» con granadas a «La Negrada» iba en serio: los detectives ya habían encontrado en noviembre del 2021 una granada en un pasillo de la villa 1-11-14.

La «fiesta» era ya, en 48 horas o menos. Por eso, en un operativo relámpago, los detectives de la División de Operaciones del Área Metropolitana Oeste de Drogas Peligrosas de la Policía Federal (PFA) atraparon a «Tío Ricky», su novia y ocho personas más.

Isaac Edwin Ynza Hinostroza, alias «Manchay», no lo podía creer: había salido de la cárcel hacía solo cuatro meses y ahora volvía a caer por esto. Encima él seguía respondiendo a «Dumbo». O, al menos, «Dumbo» lo creía su mejor hombre de confianza en el territorio.

Porque «Dumbo» no podía reaparecer así como si nada. No podía «regalarse». Lo buscaban desde hacía un año y cinco meses. Había zafado de más de cien operativos. Y sobre su cabeza pesaba una recompensa de hasta 5 millones de pesos para quien ofreciera datos que ayudaran a capturarlo, en una investigación del juez federal Julián Ercolini y los fiscales Alejandra Mangano y Diego Iglesias, de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar).

Y aunque «Manchay» cayó con «Tío Ricky», «Dumbo» prometió cuidarle a la familia durante su nueva temporada adentro. Y es con Jutih Pacheco, su hijo y su medio hermano Jonatan Camelino, alias «Oso», que los investigadores aprovecharon para, siguiéndolos a ellos, llegar hasta el hombre que buscaban sin suerte.

Para no fallar, los detectives de Operaciones del Área Metropolitana Oeste sumaron al equipo de búsqueda a sus pares de la División Hidrovía del Paraná, también de la PFA. Mientras aquellos «caminaron» al «Oso», primero hacia Uruguay y después hacia Perú, los otros gestionaron la colaboración con los agentes de la DEA de los Estados Unidos (Drug Enforcement Administration) en Lima y de la propia Policía de Perú.

Cuando el «Oso» aterrizó, dos cómplices de «Dumbo» lo estaban esperando.

Lo que no sabían era que en el avión había viajado un policía federal de encubierto.

Así, el «Oso» los llevó sin querer hasta el restaurante donde estaba cenando su jefe.

El recién esposado advirtió que no era «Dumbo». Su abogado presentó un acta de defunción auténtico, con fecha 25 de enero, y fotos de una una tumba en el cementerio de Flores para demostrar que el hombre al que buscaban en realidad estaba muerto. Las autoridades peruanas, que habían aprobado la detención de quien en vida fuera Raúl Martín Maylli Rivera, no podían avanzar con el proceso de extradición hasta no saber quién decía la verdad.

«Dumbo: fuiste un hermano genial, te recordaremos por siempre. Tus hermanos y sobrinos», rezaba la lápida a los pies de la tumba Olga Alicia Rivera y Juan Valentín Sirlopu. Pero los investigadores sabían que era mentira. No solo porque en las «escuchas» no había pista alguna de la muerte de «Dumbo» sino también porque su padre en realidad es Anatolio Maylli Flores, alias «Menem» o «Tío Cuadra», detenido el 6 de septiembre de 2012 en la villa 1-11-14 y condenado poco después como miembro de la banda de «Marcos».

Los policías federales que viajaron a Perú para llevarse a «Dumbo» de regreso a la Argentina no se dieron por vencido. Sabían que era él. Pero tenían que demostrarlo. Entonces, ofrecieron hacer una comparación de las huellas del sospechoso con el juego de fichas dactilares de la base de datos de la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) y del rostro con la foto del sistema LUNA de identificación criminal de la PFA. Porque este no se había quemado las yemas de los dedos, como sí Ibar Esteban Pérez Corradi. Porque este no se había operado la cara, por ejemplo las orejas que le daban vida a su apodo, como sí José Miguel Farfán y tantos otros narcotraficantes. A «Dumbo» no le quedó otra que reconocer su identidad.

Después de un certificado de defunción trucho, después de una tumba que no era suya, después de sortear más de cien operativos, el viernes 28 de octubre pasadas las 4 de la madrugada se terminó el juego para «Dumbo».

No así para sus segundas y terceras líneas en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires.

A decir de la dinámica histórica en la villa del Bajo Flores, dos cosas son seguras. La primera: todos, tarde o temprano, tendrán su paso por la cárcel si es que ya no lo tuvieron. La segunda: el negocio seguirá. No es muy difícil imaginar por qué.

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