Los Cabrera, la conexión paraguaya entre los bolsos con cocaína flotando en el mar en Bahía Blanca y la banda del bosnio en Zárate
Cuando cayó la noche el 27 de junio en Bahía Blanca, empleados de vigilancia de la Terminal ADM Agro alertaron sobre el hallazgo del semirrígido Ali Lafken II averiado y a la deriva. Estaban preocupados porque no había noticias de los tripulantes. Tres días más tarde, los investigadores, ya avisados, encontraron cinco bolsos flotando en el mar. Estaban repletos de cocaína. Al día siguiente, apareció otro en el agua. Como los anteriores, llegaba al 80% de pureza. Después, el 18 de julio, descubrieron otro más en una playa cercana a la Base de Infantería de Marina Baterías. El agua lo había arrastrado hasta ahí. Por la marea, estaba semienterrado. Como todos los anteriores, los «ladrillos» tenían bajorrelieve la marca del Patrón.
Contrarreloj, la jueza federal María Gabriela Marrón, su par que la subrogó Walter López Da Silva y el fiscal Santiago Ulpiano Martínez reconstruyeron las últimas horas. Como los tripulantes se olvidaron un comprobante de hotel en la embarcación, los detectives de la Prefectura fueron hasta allá. Emilio Juan Ángel Villalba Cabrera había reservado una habitación en Coronel Pringles. Era la primera pista del hombre que podía estar detrás de los 196 kilos de cocaína perdidos.
Pero Villalba Cabrera no era de Coronel Pringles ni de Bahía Blanca. De 35 años, había nacido el 8 de febrero de 1987 en San Pedro del Paraná, Paraguay, y vivía en la calle Beriso al 2600, en Ingeniero Allan, Florencio Varela, Argentina.
Con los informes de rigor, como movimientos migratorios y registros de la propiedad automotor, los detectives determinaron que el hombre paraguayo había viajado a su país de origen en una Ford Ranger 4×4 que estaba a nombre del policía bonaerense Emanuel Maximiliano Peralta. «Ema» era el novio de una de las hermanas de Villalba Cabrera. De 27 años, oriundo de Quilmes pero vecino de Ingeniero Allan, ingresó a la fuerza en marzo del 2017, pero fue pasado a disponibilidad en julio de 2020, aunque sigue cobrando su sueldo hasta hoy.
Después, tirando del hilo, el fiscal consideró que de la maniobra fallida habían participado, por lo menos, Aureliano Villalba Cabrera -hermano de Emilio-, Lilian Noemí Jara Cabrera -prima de los Villalba Cabrera y novia del policía-, Ignacio Rolando Orué, Vidal Vera del Valle y el boliviano Fernando Marco Flores.
Solo faltaba terminar de juntar pruebas. En eso estaban cuando, gracias a una escucha en directo, los investigadores se enteraron que el principal acusado pensaba irse: «Emilio no va a poder ir porque se tiene que esconder porque tiene problemas. No sabe si va a Paraguay directamente y se queda allá porque tiene un problema que le quema. Se fue de acá, ahora está en la casa de su primo, van a ver cómo lo sacan de acá», decía una mujer, según los documentos a los que accedió Encripdata.
Eso aceleró las detenciones y las consiguientes indagatorias. En las últimas horas, finalmente, la jueza Marrón procesó a Emilio Cabrera Villalba, su prima Lilian, el policía «Ema» y Orué y los embargó por 10 millones de pesos a cada uno. Sin embargo, a Aureliano Villalba Cabrera, Vidal Vera del Valle y el boliviano Fernando Marco Flores aún no los encontraron.
Deben estar bien escondidos porque un hombre de la banda, en medio de una sesión de tortura, culpó de lo ocurrido a «Vidal y Aur» y ahora los busca alias «El Señor» para que se hagan cargo de los 2 millones de dólares en droga que le hicieron perder.
Para la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), a cargo de Diego Iglesias, lo más probable es que los Villalba Cabrera hayan pretendido subir el cargamento de cocaína en un buque trasatlántico directamente mar adentro: «En función de las circunstancias que rodeaban a los hechos, podría tratarse de una maniobra destinada al tráfico de estupefacientes: bolsos en muy buen estado y de muy buena calidad, prolijos, herméticos, rodeados de sogas, dispuestos para efectuar su carga en un medio de transporte interjurisdiccional, hallados en un puerto de aguas profundas con tránsito nacional e internacional, siendo uno de los más importantes del país».
Sin embargo, por circunstancias desconocidas, no pudieron hacerlo y, por eso mismo, intentaron hundir el semirrígido, pero, en vez de eso, quedó flotando a la deriva. Después aparecieron los bolsos llenos de cocaína. Los tripulantes eran novatos: recién el 3 de junio los integrantes del clan paraguayo aprobaron el examen para timonel en el Club Náutico 60 Bramadores, Dique Luján. Tanto que algunos pescadores de Bahía Blanca los tuvieron que ayudar a dar sus primeros pasos.
Esta podría ser una historia más, de las tantas de narcotráfico, pero resulta que los Villalba Cabrera son primos de Gustavo Denis Zotelo Cabrera. De 35 años, había nacido el 19 de agosto de 1987 en San Pedro del Paraná, Paraguay, y vivía en la calle Juana Azurduy al 2700, en Ingeniero Allan, a solo dos cuadras de la casa de Emilio y Aureliano y a metros de su prima Lilian.
Y como sus primos, Zotelo Cabrera estaba envuelto en otra operación, a la que la Policía Federal (PFA) llamó Promesas del Este. Gustavo Denis era ni más ni menos que el chofer del bosnio Bozidar Ratkovic, de 56 años, con el que cayó el 7 de abril en Escobar antes de que pudieran emprender viaje en una Ford Ranger 4×4 hacia Bolivia, donde pretendían esperar a que sus subordinados «contaminaran» un container con 165 kilos de cocaína gracias a dos «contactos» a sueldo en el puerto de Zárate para «coronarlos» en España.
Pero los cómplices del bosnio habían entrado muy fácil en la trampa: sus «contactos» eran agentes encubiertos de la División Hidrovía del Paraná de la PFA.
La operación fue todo un éxito: el pago de los 150 mil dólares quedó grabado y la cocaína fue una «entrega controlada» cuando el buque Gran Francia, de la naviera Grimaldi, tocó Tenerife, Islas Canarias, España.
Después de los arrestos del bosnio y su chofer paraguayo, el juez federal de Campana Adrián González Charvay fue por José Damián Sofía, alias «Tano», de 57, con más de 20 años dando vueltas en expedientes judiciales con suerte diversa. En una de las últimas, como reveló Encripdata, lo acusaron de amenazar de muerte a la jueza federal Sandra Arroyo Salgado. Por ese delito, próximamente deberá sentarse en el banquillo ante el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de San Martín. Al principio, el «Tano» era el encargado de hacer el entre en la terminal de Zárate, pero el bosnio lo bajó de la movida porque desconfiaba: había descubierto un GPS en su camioneta y sospechaba que se lo había colocado aquel para traicionarlo. Los detectives respiraron aliviados: habían sido ellos.
Entre el 25 y 26 de agosto, finalmente, el juez activó: el «Tano» fue atrapado en su casa de Haedo y otros 13 en diversos puntos del país por el mayor cargamento de la historia de Rosario: 1658 kilos de cocaína de alta pureza en un sucio galpón de Empalme Graneros, un barrio que concentra el 25% de los crímenes de la ciudad más peligrosa de la Argentina. De la investigación contra Sofía participó la DEA de los Estados Unidos (Drug Enforcement Administration).
Una vez más, podrían parecer casos separados, pero resulta que Gustavo Denis Zotelo Cabrera, oficialmente el «chofer» del bosnio Ratkovic, si bien fue procesado y hasta embargado por 10 millones de pesos, fue excarcelado el 26 de abril por el juez González Charvay, al considerarlo, por la prueba reunida, un simple partícipe secundario de la operación hacia España.
Según la jueza Marrón, la operación de los primos en Bahía Blanca comenzó el 1 de junio, solo un mes después.