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Un paso adelante

Enterró cocaína en España, quiso secuestrar al hijo de otro narco y compró la Ferrari de Maradona: liberan a «Junior» Loza

Excarcelan a "Junior" Loza, el heredero del clan que compró la Ferrari de Maradona

"Junior" Loza, del clan que compró la Ferrari de Maradona. Crédito: CIJ.

Hubo un tiempo en el que José Gonzalo Loza soñó con hacer de su hijo menor el futuro de su negocio. Era octubre de 2018 y una enfermedad le estaba ganando la partida. Un hospital de Madrid, entonces, fue su último centro de reuniones. Pero Gonzalo Daniel Loza no solo heredó los contactos y las líneas sino también los problemas. Porque el negocio en cuestión era mover toneladas de cocaína de un continente a otro. Ahora, tras pasar 3 años y 8 meses en una cárcel de máxima seguridad, «Junior» recuperó la libertad.

Un año atrás, el Tribunal Oral en lo Penal Económico (TOPE) 3 porteño sentenció al clan Loza por 101 hechos de lavado de activos provenientes del narcotráfico, por caso, la compra de la Ferrari F355 Spider roja de Diego Armando Maradona, no la Ferrari F40 que Guillermo Coppola consiguió que Enzo Ferrari pintara de negro, porque «Diego la vuole nera», pero sí la que manejó en su vuelta a Boca.

El que peor la tuvo fue Erwin Loza: 10 años de prisión por asociación ilícita, lavado de activos y contrabando de divisas, en este caso en grado de tentativa, y una multa de 378 millones. El fiscal Gabriel Pérez Barberá solicitó la misma pena para su sobrino «Junior», pero los jueces finalmente lo condenaron a 6 años. Iván Alan Loza, su hermano mayor, recibió 4 años. El jefe del clan no estuvo en el banquillo de los acusados: falleció mucho antes, el 6 de noviembre de 2019, en España.

Con la vida repartida entre Argentina y España, el clan Loza tuvo su primer gran traspié el 4 de noviembre de 2017: ese día, según pudo reconstruir Encripdata, los detectives incautaron 530 kilos de cocaína en un galpón de Almuñecar. Al día siguiente, pero en Zarautz, en la otra punta de la península, fueron por más: en el depósito marcado no había nada a simple vista, pero con una excavadora encontraron bajo tierra 612 kilos con la marca de la «W».

A las corridas, «Junior» pudo mover una parte del cargamento. Aunque con el «culo lleno de preguntas», como recordaría después, llegó a sacar 260 kilos de Almuñecar. Media hora después, la Policía Nacional reventó el galpón. Cinco integrantes de la organización no tuvieron la misma suerte: tres británicos cayeron en la Costa del Sol y dos españoles, en el País Vasco.

A razón de 1.200 dólares por kilo, los Loza pagaron 1.682.400 dólares por esos 1.402 kilos al boliviano Wilson Maldonado Balderrama, más conocido como «BMW» por sus iniciales al revés y por su droga de primera como la marca de autos, y aunque perdieron 1.142 kilos en Almuñecar y Zarautz, con los 260 kilos «coronados» por «Junior», habrían obtenido 7.280.000 euros brutos (28 mil euros por kilo) en el continente europeo. Stefano Di Profio era el encargado de llevarlos a Italia. Allí, con la venta al consumidor final, con un gramo a 60 euros, habrían multiplicado las ganancias.

Y, al parecer, hicieron plata rápidamente: «Junior» entró el 17 de noviembre de 2017 al Hotel Royal Ramblas de Barcelona con bolsas en las manos y salió al rato con las manos vacías. En ese hotel se hospedaba Francisco González González, más conocido como «Javi» por su segundo nombre. Al día siguiente, lo hizo de nuevo. «Javi» ya se había encargado de conseguir dos pasajeros: Gabriel no quiso, Baquero tampoco, pero «Bienve» sí.

El 19 de noviembre de 2017, finalmente, partieron desde Barcelona hacia el aeropuerto de Barajas, Madrid. Al día siguiente, en el aeropuerto de Ezeiza, los agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) revisaron las valijas de Bievenido González Lomeña y Víctor Calvente Cavero: llevaban 365.800 euros sin declarar. Los uniformados retuvieron a las dos «mulas» e incautaron la plata. Casi al instante, «Javi» le avisó al resto.

Loza padre perdió la calma: él mismo se presentó en el juzgado federal a cargo de Pablo Yadarola para ponerles a los dos detenidos un abogado de confianza. No solo eso: cuando el magistrado los excarceló, los llevó a vivir un tiempo en la casa de la calle Arce 560, las Cañitas, que había puesto a nombre de sus hijos «Junior» y Alan. Después, cuando regresó a España, Víctor se reunió varias veces con «Javi» y «Junior».

Tras diez años en las sombras, el clan comenzaba a resquebrajarse.

En Argentina y España habían dejado los dedos demasiado pegados.

A partir de la pista de los «ladrillos» de billetes, la la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar) formó un equipo conjunto de investigación (ECI) con Italia y España e intercambió información con Perú. Así, descubrió que las «mulas» no eran otras que del clan Loza y que esta banda tenía conexiones con células narcos no solo en estos cuatro países sino también en Bolivia, Colombia, Inglaterra e Irlanda.

En eso, un sicario acribilló al español David Ávila Ramos mientras se subía a su Audi en San Pedro Alcántara, cerca de Marbella. Esa mañana del 12 de mayo de 2018, «Maradona», por su torpeza para el fútbol, salía de la comunión de su hijo en la Iglesia de la Virgen del Rocio. Su esposa, sus dos hijos y un amigo, ya acomodados en el auto, fueron testigos involuntarios del ajuste de cuentas.

Ávila Ramos conectaba varios casos: empezó siendo «mula» del capo del narcolavado Diego Xavier Guastini y terminó haciendo negocios con los Loza. En algún momento, sin embargo, les quedó debiendo plata.

Algunos dicen que «Maradona» le robó a unos colombianos un cargamento de 400 kilos en el puerto de Málaga. Otros dicen que fue el que dio el chivatazo para que la Policía Nacional le incautara a otros colombianos 8740 kilos en el puerto de Algeciras. Tal vez hizo las dos cosas, «entregar» a unos y robarles a otros para quedarse con algo que no era suyo, una estrategia que tal vez le enseñó Guastini tras protagonizar «Leones Blancos» en 2013, pero los dueños de la droga se enteraron rápido: primero le prendieron fuego el gimnasio Marbella Fight School y después el chiringuito Heaven. El tercer aviso fue directamente la muerte delante de su familia. La deuda con los Loza fue un pagadiós.

En octubre de 2018, ya con vuelo propio, «Junior» le propuso a su padre recuperar esa deuda: había que secuestrar al hijo de «Maradona». Tal vez por códigos, tal vez por lástima, el jefe del clan lo rechazó enseguida: «No, pobrecito la criatura, si delante del chiquito lo mataron cuando salía del bautismo».

Después no hubo tiempo para mucho más: «Junior» cayó en diciembre de 2018 en Buenos Aires, el padre falleció en noviembre de 2019 en Madrid y, finalmente, varios integrantes del clan fueron condenados en diciembre de 2021. Ahora, con 27 años, el más chico de los Loza recuperó la libertad porque la sentencia no está firme y bajo caución juratoria, es decir, a sola promesa de portarse bien.

Sus problemas, sin embargo, aún no terminaron: en España sigue abierta la investigación por su alijo de cocaína enterrado en Zarautz.

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