El cártel invisible: del pacto entre el Norte del Valle y Sinaloa en la Argentina a la caída de «Fred» Machado
«¿Viste en la tele lo de Barcelona?», le preguntó, entre atónito y paranoico, Juan Martín Scordamaglia a su contacto colombiano. Del otro lado del Océano Atlántico, agentes de la Guardia Civil de España acababan de atrapar a Eduardo y Gustavo, los hermanos Juliá, con 944 kilos de cocaína en el Bombardier Challenger 604 piloteado por Matías Miret. Eso sucedió el 2 de enero de 2011 en el aeropuerto de El Prat. Ese caso podría haber quedado en el olvido si no fuera porque uno de los sospechosos de siempre, que había logrado zafar diez años atrás, ahora intenta evitar por todos los medios su extradición a los Estados Unidos por un caso aún más grande.
Encripdata cruzó datos del narcojet, la narcomodelo, la operación Luis XV, la operación Velero Traful y varios expedientes más de Argentina, Paraguay, España y Estados Unidos para contar esta compleja trama del narcotráfico internacional que no tiene fin.
Scordamaglia fue un personaje clave en la Argentina para los capos del Norte del Valle, de Colombia, y de Sinaloa, México. Y es que este hombre y sus conexiones demostraron que aquellos casos sueltos en realidad formaron parte de un plan mayor de los cárteles.
Pero primero lo primero.
Todo comenzó el 13 de diciembre de 2009 cuando policías de seguridad aeroportuaria (PSA) arrestaron a María Noel López Iglesias antes de que se fuera con 55 kilos de cocaína en las dos valijas en el vuelo 1692 de Mexicana de Aviación con destino final hacia Cancún.
Ella solo era la «mula». La banda estuvo conformada por Ariel Alfredo Letizia, alias «Efedrino», que podía conseguir ese precursor químico en Mar del Plata; Nicolás Matías Gualco, que pudo resocializarse como actor en «El Marginal»; Daniel Américo Monroy; el venezolano Gustavo Adolfo Páez Arnesen; y la colombiana Angie Jeanneth Sanclemente Valencia. Por ella fue que todo pasó a la historia como el caso de la «narcomodelo».
Todos fueron sentenciados en noviembre de 2011 a penas de entre 6 años y 8 meses de prisión efetiva y 3 años de prisión en suspenso.
Pero la organización era mucho más grande: el juez Marcelo Aguinsky ordenó en aquel momento la captura internacional del mexicano Fermín David Pérez Moreno, el encargado de recibir a las «mulas» en Cancún, e intentó descubrir quién era el jefe de todos ellos: un tal alias «Monstruo».
Fermín lleva diez años prófugo de la Justicia. La identidad de «Monstruo», por su parte, fue todo un misterio hasta que él mismo reveló su nombre al declarar como testigo ante el tribunal del «juicio del siglo» contra Joaquín «Chapo» Guzmán Loera en Brooklyn.
En la Argentina, mientras tanto, los detectives abrieron una segunda investigación para determinar quién había sido el proveedor de la «narcomodelo». Así fue como llegaron a Gabriela Karina Ayala Vitale, más conocida como la «Chica G» por su affaire con Gerardo Sofovich, que terminó en octubre de 2014 con una condena a 3 años de prisión en suspenso tras reconocer todo en un juicio abreviado.
Pero los jueces Claudio Javier Gutiérrez de la Cárcova, Susana Castro de Pellet Lastra y César Osiris Lemos fueron por más al ordenar la extracción de testimonios para analizar el rol de Scordamaglia, Gabriela Ferro Nieves y Daniel Rogelio Amitrano.
Esos magistrados tenían razón: su colega Luis Gustavo Losada sentenció a dos años de prisión en suspenso a Scordamaglia, exmarido de Ayala Vitale, bajo la figura de «encubrimiento», antecesora de la de lavado de activos, porque no pudo justificar el origen de su patrimonio: dos departamentos de la calle Fray Justo Santa María de Oro 2438, un Ford Mustang coupé patente CZJ862, un Alfa Romeo patente RHN054, 10.600 dólares, 37 mil pesos y, lo más importante de todo, la administración de 190 mil pesos de Amarti SRL, unos 44 mil dólares al 2011.
De la narcomodelo a Luis XV
Aunque el juez no lo especificó, las operaciones de lavado por parte de Scordamaglia pudieron tener un origen parcial en el narcotráfico.
Amarti SRL, con Scordamaglia como apoderado, era la sociedad detrás de Nascondiglio -escondite en italiano-, el restaurante de la calle Báez 390 y detrás de ese resto de Las Cañitas se escondían el colombiano Alejandro Gracia Álvarez, alias «Gato Seco», y su esposa Caterine Astrid Zapata Marín. Y, por algún motivo desconocido, Gracia Álvarez le transfirió en 2011 la habilitación municipal a Ceviche Cañitas SA, de un tal Alfredo Guido Sansone, una persona que figura en muchos emprendimientos gastronómicos como socio y como empleado, por caso en Espigon 4 SA, de Enrique Juan Blaksley Señorans, el «Madoff argentino», acusado de cometer la mayor estafa de la historia del país. Pero esa es otra historia.
«Gato Seco», el verdadero dueño del escondite italiano, también era socio de Mauricio Álvarez Sarría en Gracia Entreprises SA y este joven colombiano hacía lo propio con su hermano Sebastián y su padre Ignacio Álvarez Meyendorff en San Judas SA.
Para la familia Álvarez Meyendorff, que se instaló en el Gran Buenos Aires de la mano de Gracia Álvarez, todo iba bien hasta que prefectos descubrieron el 17 de junio de 2011 unos 444 kilos de cocaína en el velero Traful que dos españoles abandonaron en Puerto Madero. Diez meses después, el 6 de abril de 2012, policías federales (PFA) secuestraron 280 kilos de cocaína escondidos en muebles de estilo antiguo en un galpón de Lanús con destino a Europa. De allí que lo denominaron operativo Luis XV. Los investigadores no dudaron: esa droga era de Álvarez Meyendorff.
El juez Nelson Jarazo finalmente sentenció en noviembre de 2019 a los dos hijos de Álvarez Meyendorff a siete años de prisión y a su madre, su esposa, su hermano, un primo, un sobrino y dos nueras a cinco años, pero no por narcotráfico sino por lavado de activos. El jefe del clan nunca fue condenado en la Argentina porque antes fue extraditado a los Estados Unidos. En Colombia, su país de origen, le embargaron bienes por el récord de 500 millones de dólares al considerarlo uno de los jefes financieros del Cártel del Norte del Valle.
A «Gato Seco», al que acusaron de todo, no lo condenaron por nada.
De Luis XV al caso Juliá
Pero esa no fue la única operación del Cártel del Norte del Valle en la Argentina. Como habían pedido los magistrados que sentenciaron a la «Chica G», los detectives encontraron pistas sobre Ferro Nieves y, especialmente, Amitrano.
El 16 de abril de 2010, antes de caer en España, los hermanos Juliá viajaron a Santa Cruz de la Sierra. No lo hicieron solos: además del piloto Carlos Burgueño, iban a bordo Carlos Gustavo Luaces, John Wilson Díaz Vélez y el propio Amitrano. Los investigadores no consiguieron pruebas, pero tampoco tuvieron dudas: hicieron ese viaje a Bolivia para comprar la cocaína que finalmente fue descubierta en España.
Aquella vez volaron en el Hawker 800 XP de South Aviation, empresa del desconocido Federico Machado, radicado en Miami.
Los hermanos Juliá quisieron usar esa avioneta para «coronar» los 944 kilos de cocaína en España, pero Machado, diría después, intuyó algo raro y, para evitar problemas, les cuadruplicó el alquiler para que tuvieran que buscar por otra parte. El 2 de enero de 2011, en un Bombardier Challenger 604 piloteado por Miret, los hijos del exjefe de la Fuerza Aérea durante el gobierno de Carlos Menem cayeron en Barcelona.
Miret nunca supo que manejaba un narcojet. Por eso, mientras los agentes de la Guardia Civil les hacían preguntas a los Juliá, él jugueteaba con los perros antinarcos. De todas maneras estuvo un tiempo preso en Barcelona. Allí coincidió con Víctor Hugo Ovejero Olmedo, alias «Pelado», que le confesó haber sido uno de los que ejecutó el 24 de julio de 2008 a los colombianos Jorge Alexander Quintero Gartner y Héctor Edilson Duque Ceballos en el estacionamiento de un shopping.
Aunque parezca un detalle, que Miret jugara con los perros antinarcos fue clave para que el tribunal español lo absolviera. Y aunque el tribunal argentino reconstruyó el doble crimen de Unicenter por completo, también fue importante que ratificara la confesión de Ovejero Olmedo.
Luaces zafó dos veces: no solo porque nunca pasó nada con el primer vuelo de los hermanos Juliá sino porque el tribunal lo absolvió del doble crimen.
A Díaz Vélez, en cambio, se le terminó la suerte: si bien pareció esfumarse tras los casos de la narcomodelo y el narcojet, agentes de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) finalmente lo atraparon el 13 de junio de 2019 en la operación Pescador con 457 kilos de cocaína en su poder en Paraguay.
La caída de «Fred» Machado
Encripdata accedió a un documento sobre otro vuelo inquietante de los pilotos Miret y Burgueño. Fue anterior a los del narcojet. Abordo no iban los hermanos Juliá, pero sí un personaje siempre mencionado en la «ruta de la efedrina». De hecho, la banda de la narcomodelo arregló la «zona liberada» en el aeropuerto de Ezeiza con el mismo empleado de Mexicana de Aviación que le había brindado protección a las «mulas» de una célula que por allí mismo traficaron efedrina con destino a Ciudad de México, pero un cambio de guardia hizo caer a la banda de la colombiana.
Ahora, «Fred» Machado, el que no quiso seguir haciendo negocios con los hermanos Juliá, está en problemas porque el fiscal de Texas Nicholas J. Ganjei lo acusa de entregar sus aviones a una célula al servicio del Cártel de Sinaloa que perdió 10.722 kilos de cocaína en los últimos dos años en Colombia, Venezuela, Honduras, Guatemala, Belice y México.
Un investigador que colaboró con la detención de Machado en Neuquén le adelantó el 25 de abril de 2021 a Encripdata que el fiscal Ganjei obtuvo información para vincular a Machado con un confeso narcotraficante que habló sobre «Chapo» Guzmán en el «juicio del siglo»: César Gastelum Serrano, alias «La Señora», operador del Cártel de Sinaloa en América Central.
«La Señora» no fue el único narco que traicionó al «Chapo». El autor de esta nota también reveló el 18 de diciembre de 2018 en TN.com.ar que el colombiano Jorge Milton Cifuentes Villa reconoció ante el tribunal de Brooklyn que sus hermanos «Alex y Dolly les suministraron efedrina a Guzmán» al moverla por Argentina. Y el propio Hildebrando Alexander Cifuentes Villa confesó que traficó cocaína para «Chapo» a través de su novia, ni más ni menos que Angie Sanclemente Valencia.
En ese juicio, Alex confirmó el pacto entre los cárteles del Norte del Valle y Sinaloa para traficar cocaína. Él lo sabía porque se hacía llamar la «mano derecha e izquierda» de Guzmán. Él era el «Monstruo» que buscaba el juez Aguinsky por el caso de la narcomodelo.
Alex, narco confeso, será sentenciado el 15 de septiembre en Brooklyn.
«Fred», en cambio, resiste en una cárcel de Bariloche su partida a Texas. El empresario aeronáutico sabe que de llegar a Estados Unidos, solo tendrá dos opciones: cooperar con las autoridades entregando información o enfrentar una pena de cárcel muy alta.
A sus 53 años, eso sería lo más parecido a estar encerrado hasta la eternidad.