Efectos de la guerra: condenaron a una «mula» ucraniana por el contrabando de 8 kilos de crystal en Ezeiza
Traductor de por medio, Valentyn, de 19 años, aceptó su responsabilidad penal. Así, esta semana, la jueza Karina Perilli, del Tribunal Oral en lo Penal Económico 3 porteño, condenó a este joven ucraniano a 4 años y 11 meses de prisión por haber intentado ingresar al país con 8 kilos de crystal.
Cinco meses atrás, el 26 de junio de este año, los agentes antinarco de la Dirección General de Aduanas lo arrestaron ni bien aterrizó el vuelo 701 de KLM proveniente de Ámsterdam, Países Bajos. Además de ropa para una semana, su maleta, en un doble fondo, estaba llena de piedras cristalizadas de color beige, metanfetaminas, comúnmente llamadas éxtasis cuando se venden como pastillas, pero en este caso, por su forma cristalina, crystal o ice.
Menos de 24 horas después, el juez federal Marcelo Aguinsky le tomó declaración indagatoria. A diferencia de la mayoría de los imputados en expedientes por narcotráfico, Valentyn, junto a un traductor, le contó su historia y hasta abrió su celular, según pudo reconstruir Encripdata.
Valentyn vivía con su familia en Chernivtsii, capital del óblast homónimo, en el suroeste de Ucrania, una zona no tan castigada por la invasión rusa, ordenada por Vladimir Putin hace ya más de dos años, el 24 de febrero del 2022. Sin embargo, poco a poco, todo el país empezó a sufrir los efectos colaterales de la guerra. Su madre murió durante una operación en un hospital colapsado por los heridos que llegaban del frente de batalla. Su padre perdió el trabajo. Para ayudarlo a él y a sus hermanos, cruzó por primera vez la frontera: Polonia. Tenía 18 años. Tal vez menos.
Allí, trabajó como delivery, después en el puerto y en los últimos meses como obrero. Levantar paredes solo le alcanzaba para comer y para tener dónde dormir, la misma obra en construcción, pero para nada más. Mandarle plata a su familia, lo que lo motivó a dejar atrás su país, era imposible. Hasta que le llegó una oportunidad vía Telegram que no supo, no pudo o no quiso rechazar.
«Tomé contacto con ese número, me pagaron un pasaje a Ámsterdam y me alojé en un hotel que me indicaron reservar. Ese contacto era el que figura en mi teléfono. Allí me visitó una persona cuyo nombre desconozco, me indicó tomar un taxi e ir a una terminal de micros para encontrarme con alguien, quien estaba en un auto negro, del cual sacó una valija gris, que es la que me secuestraron. Me ordenó que la llevara a Buenos Aires, donde me quedaría una semana, que reservara una habitación en el hotel que quisiera, que le avisara dónde me encontraba. Nunca supe que la valija tenía doble fondo. Tampoco supe de su contenido. Me la entregó este hombre, quien le agregó mi ropa, mis cosas personales y viajé. Una vez en Buenos Aires, una persona me pagaría 10 mil dólares por la valija. Yo quería la plata para ayudar a mi familia en Ucrania».
En el mercado de las drogas sintéticas, la organización narcocriminal de corte internacional que contrató al joven ucraniano como «mula» por menos de 15 mil dólares en gastos podría haber obtenido 366 mil dólares por los 8 kilos de crystal.
En los últimos dos años, la Aduana incautó 70 kilos de metanfetaminas en sus diversas formas solo en el aeropuerto internacional de Ezeiza.
En los últimos días, la defensa de Valentyn y el fiscal Gabriel Pérez Barberá llegaron a un acuerdo: reconocer el hecho imputado a cambio de una morigeración de la pena en expectativa. Luego, el tribunal holomogó el juicio abreviado.
Como es extranjero, Valentyn podrá solicitar el extrañamiento, es decir, la expulsión del país al cumplir la mitad de la pena. Mientras tanto, deberá esperar dos años más en Ezeiza.
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