50 gramos
Después de seis meses de tareas de inteligencia, los detectives de la Superintendencia de Investigaciones Federales de la Policía Federal (PFA) ubicaron a su objetivo: estaba en el barrio Unión Néstor Kirchner, José C. Paz. Allí la llamaban «la Gringa». El fiscal de Moreno, Federico Soñora, había ordenado la detención nacional por liderar una banda dedicada al narcomenudeo y por lastimar a sus vendedores.
Todo comenzó a principios de año cuando uno de los transas recibió un llamado. Del otro lado de la línea, una voz le cortó la calma: le reclamaba un faltante. El joven respondió con firmeza: juró que no había sido él. Sin nada que temer, aceptó un encuentro para hablar en persona.
El 12 de febrero cayó en la trampa. Desde el instante en el que cruzó la puerta, quedó a merced de su propia banda. Pero sus compañeros solo le hicieron caso a ella, «la Gringa». Como no confesaba, porque tal vez no tenía nada que confesar, las horas pasaban y las torturas no funcionaban. Pasada las 48 horas, «los gringos» fueron por más: le cortaron el dedo meñique de la mano derecha.
Después, lo dejaron tirado en la puerta de un hospital de San Miguel. Los médicos constataron las heridas: antes de amputarle ese dedo habían intentado hacerle lo mismo en la mano izquierda. Y eso no fue todo: le dejaron un mensaje en el cuerpo. En la cola le dibujaron un corazón, un pene y una frase: «No robo más». No fue un «tatuaje», no fue con tinta, fue con fuego, según pudo saber Encripdata.
Para vengarse por la humillación, el joven, en vez de guardar silencio, decidió contar su versión de la historia. Otra vez, explicó que él no se robó las bolsitas con cocaína fraccionada. Eso ya era secundario.
El fiscal Soñora ordenó allanar la casa donde lo habían mantenido cautivo 72 horas y otros puntos más vinculados a la organización narcocriminal de alias «la Gringa».
Cuando la Policía Federal irrumpió en una de las construcciones, encontró un búnker en pleno funcionamiento. En consecuencia, arrestó a «Colo», «Enzo», «Pela» y «Gordo». La dueña de la casa de José C. Paz donde torturaron a la víctima se escapó a tiempo. Por un tiempo.
En las últimas horas, los detectives de la PFA la encontraron en una casa precaria del barrio Unión Néstor Kirchner. Elizabeth Marlene de los Ángeles Llanos Morales, de 26 años, los recibió con un ruego: «No me peguen, estoy embarazada».
Así acabó «la Gringa».
Todo por 50 gramos.