Encripdata

Un paso adelante

Alias «Mandril»: un espía de la SIDE va a juicio por comprar una misteriosa casona de Banfield de más de un millón de dólares

Un espía de la SIDE va a juicio por comprar una misteriosa casona de Lanús valuada en 1,5 millones de dólares

Un espía a juicio por comprar una casona de 1,5 millones de dólares. Crédito: Encripdata.

Valuada en un millón y medio de dólares, un agente de la Secretaría de Inteligencia (SIDE, luego AFI) compró la misteriosa casa de la calle Alem 1280, Banfield. Eso fue el 5 de noviembre de 2014. Tiene 375 metros cuadrados cubiertos, 96 semicubiertos y 500 más libres. Ahora, ocho años después, irá a juicio por extorsión patrimonial y documentaria. Básicamente, la jueza Fabiana Palmaghini sospechó que al acusado no le daba su sueldo de espía para quedarse con semejante casona. La historia de fondo es más inquietante: más que una compraventa, la magistrada consideró que la otra parte la entregó por haber perdido un cargamento de droga.

En su indagatoria, alias «Mandril» no pudo más que decir que solo le prestó su nombre a su cuñado Diego Xavier Guastini para la operación inmobiliaria, como bien adelantó Clarín. En aquella época, Guastini no era conocido fuera del universo de las financieras, pero con el tiempo pasaría a la historia como uno de los mayores narcolavadores de la Argentina. No por nada le decían «Dolarín». Y esta era, justamente, una de esas maniobras oscuras.

Aunque estaba a nombre del espía, Guastini delegó la administración del inmueble en Eduardo Daniel Nacusse, alias «Patán», que este año se hizo famoso: primero por declarar como testigo en el juicio contra Nicolás Pachelo por el crimen de María Marta García Belsunce y después por ser acusado de vender drogas de diseño en Portezuelo de Nordelta.

A finales de 2014, después de poner la misteriosa casona a nombre de su cuñado, Guastini firmó un boleto de compraventa a favor de otro financista de la city porteña: Hugo Díaz. En realidad fueron dos: Díaz entregó una casa en Pinamar que «Dolarín», de nuevo, puso a nombre de «Mandril».

Díaz nunca llegó a vivir en la casona de Banfield: el 9 de marzo de 2015 desapareció en plena city porteña. Como pudieron reconstruir los fiscales Estela Andrades y Pablo Recchini, la última vez que alguien lo vio fue en la «cueva» de Guastini ubicada en la calle Florida 520. Después su rastro se perdió. Para siempre. Los fiscales archivaron dos veces la investigación. Ya nadie lo busca: su familia lo dio por muerto.

Dedicado a las finanzas, Díaz hacía negocios peligrosos con gente peligrosa: a pesar del «cepo» cambiario, les conseguía dólares. En cantidad. Una operación. Otra más. Y a la tercera, mezclaba billetes verdaderos con falsos. Por miles. Uno no se la dejó pasar.

Por aquellos días, según pudo reconstruir Encripdata, Fernando Di Zeo, hermano de «Rafa», líder de «la 12», un tal «Manija», también de la barra de Boca, Pablo «Bebote» Álvarez, capo de la de Independiente, y Diego «Fanfi» Goncebate, de «la 14» de Lanús, fueron a buscar a Díaz a la cueva de Guastini. La bronca estuvo a punto de desatarse con consecuencias imprevisibles hasta que entre todos los hombre de seguridad reconocieron a Luciano y Alan, los hijos de Pedro Tomás Viale, alias «Lauchón», espía de Contrainteligencia de la SIDE. Se conocían por salir de joda al mismo boliche. Ese día, finalmente, no hicieron nada, pero juraron vengarse de Díaz.

Un hombre que conoció a Guastini y Díaz aseguró ante Encripdata que Guastini ordenó matar a Díaz para que «no le llevara más quilombos» a su «cueva». Casualmente, o no tanto, a Díaz se lo tragó la tierra cuando entró a la oficina de Guastini. Los fiscales no pudieron avanzar porque nunca encontraron el cuerpo. Esa misma fuente, agregó a este medio, contó que Guastini ordenó enterrar los restos de Díaz en su quinta de Abbott. Al final, por temor a que allanaran sus propiedades, el «grupo de tareas» de «Dolarín» los hizo cenizas. Creer o reventar, pero en el submundo del narcotráfico estas cosas pasan. Cada vez más.

De regreso a la misteriosa casona de Banfield, allí vivió un tiempo Juan José González Morito, una «mula» al servicio de «Dolarín». Como el juez federal Rafael Caputo le prohibió salir del país por intentar contrabandear 754.630 euros y 254.000 dólares el 31 de enero de 2014 entre España y Argentina, el acusado se quedó disfrutando de la pileta de la enorme propiedad. «Juanito» y David Ávila Ramos, alias «Maradona», eran hombres de Guastini y de su socio «Carlichi».

En septiembre de 2018, un tribunal condenó a «Dolarín» a 3 años de prisión en suspenso por traficar 1.524.715 de euros y 1.443.030 de dólares a través de esas y otras «mulas» por diversos aeropuertos. La pena fue baja porque Guastini declaró como «imputado colaborador». Fue un «arrepentido» a medias. O, mejor dicho, a su propia medida: en la Justicia «entregó» datos para sacar de juego a socios que ya no le servían más.

Después, al que sacaron de juego fue a él, pero para siempre: el 28 de octubre de 2019 en Quilmes, un sicario fantasma se le acercó, le disparó tres veces a corta distancia y escapó en un auto manejado por Marcelo Fabián Padovani, el único detenido por el ajuste de cuentas.

De un tiempo a esta parte, una famosa conductora instaló en la misteriosa casona un showroom. Después, unos abogados la alquilaron para abrir su estudio jurídico. «Mandril», por su parte, se retiró de la SIDE e intentó dejar todas estas historias en el pasado, pero los turbios negocios de su cuñado aún lo persiguen.

Y hasta lo pueden llevar a la cárcel.

La Justicia decidirá.

About Author