Encripdata

Un paso adelante

Procesaron a un contador, una «arbolito» de la city y una niñera por el narcolavado del clan Atachahua Espinoza

Atachahua Espinoza, el narco peruano para el que Guastini lavó millones

Atachahua, el narco para el que Guastini lavó millones. Crédito: Ministerio de Seguridad.

Hubo un tiempo en el que el peruano Carlos Sein Atachahua Espinoza y Diego Xavier Guastini eran el uno para el otro. Uno traficaba cocaína desde América a Europa y el otro lavaba las ganancias en la Argentina. Según el juez federal Pablo Yadarola y los fiscales María Gabriela Ruiz Morales y Diego Iglesias, así llegaron a blanquear 10 millones de dólares, o más, en propiedades en Buenos Aires. Algo nunca antes visto en la historia criminal local. De lo que se tuviera constancia, claro.

Nadie sabe bien cómo ni cuándo, pero en un momento Atachahua Espinoza, alias «Iván el Uno», y Guastini, alias «Dolarín», por su oficio de «cuevero», se pelearon. El narco peruano, entonces, se llevó a trabajar a su compatriota Miguel Ángel García Ramos, un financista al que «Dolarín» había ayudado a crecer en la city porteña. Como represalia por esa traición, Guastini le secuestró a la esposa y la hija. Para firmar una tregua, García Ramos le vendió sus oficinas de la calle Lavalle 482 y 662.

Pero Guastini no se quedó conforme. Fue por más. «Es él o yo», pensó. Y actuó en consecuencia: como ya era «arrepentido» en una causa por tráfico de divisas, aprovechó la oportunidad para entregar datos tan contundentes sobre su viejo socio que a las autoridades no les quedara otra que investigarlo. Lo quería preso, fuera de juego. Seguro de lo que había hecho, Guastini dio un paso en falso: como reveló Encripdata, a mitad del 2019 lo citó en un bar de la calle Florida, donde se sentía local, y le dijo en la cara lo que acababa de hacer:

– Iván.
– Diego, ¿qué querés?
– Te quiero decir que te voy a romper el orto, hablé con la DEA…
– Bueno, gracias por avisarme.
– De vos, tu mujer, tu hija…
– Voy a ver cómo me acomodo.

Después, no hubo nada más que hablar. Efectivamente, había hablado, pero ante la Procunar, la fiscalía del Ministerio Público Fiscal (MPF) que, por su especialidad, tiene línea directa con la DEA de los Estados Unidos (Drug Enforcement Administration). Y no lo hizo una ni dos sino tres veces.

Si pensó que golpeando primero golpearía dos veces, Guastini se equivocó. O, por lo menos, se confió: tal vez porque le prometieron que a Atachahua Espinoza le estaban por caer, que eso sería inminente, tal vez porque quería mantener los códigos, como si «venderlo» no hubiera sido todo lo contrario, lo cierto fue que al primero que golpearon fue a él: un sicario le acertó a Guastini tres tiros mientras manejaba su Audi por el centro de Quilmes. Eso fue la mañana del 28 de octubre de 2019. Eso fue el fin del capo del narcolavado. A casi tres años del crimen, los detectives solo pudieron atrapar a Marcelo Fabián Padovani por haber ayudado a escapar al sicario.

Recientemente, el juez elevó a juicio la causa contra Padovani, pero saber quién ordenó el crimen de Guastini es más complicado. De tantos habló la víctima en la Justicia que de tantos lados pudieron salir los tres tiros.

Atachahua Espinoza, mientras tanto, siguió con su negocio. Y ya sin poder contar con el esquema de lavado que le proporcionaba Guastini hasta el día en el que se pelearon, tuvo que buscar otras alternativas.

Pero lo aportado por «Dolarín» a la Justicia finalmente dio resultados: a «Iván el Uno» lo detuvieron el 21 de octubre de 2020 junto con su esposa Maribel Del Águila Fonseca, el financista García Ramos y Carla Violeta Correa Castañeda. Todos acusados, justamente, por narcolavado, que les significó embargos millonarios récord.

El juez Yadarola luego avanzó con lo que fue la segunda generación del lavado de Atachahua Espinoza. Se trataba de Alberto Carlos Espasandin, uno de los contadores que tomó protagonismo tras la pelea con Guastini; María Soledad Sosa, una «arbolito» de la city que llegó de la mano de García Ramos; Luis Lenchung Guardia Atachahua, sobrino de «Iván»; y hasta Nelly Norma García Broncano, la niñera de la familia.

Ahora, los jueces Carolina Robiglio y Juan Carlos Bonzón, de la Sala B de la Cámara Nacional Penal Económico, confirmaron los procesamientos del contador, la «arbolito», el sobrino y la niñera de los Atachahua, con embargos que van de los 25 millones a los 300 millones de pesos.

Eso sí: aunque buscaron y buscaron por todos lados, a Atachahua Espinoza nunca le encontraron la gran cantidad de monedas de oro que Guastini dijo que tenía. Por algo le decían «Iván el Uno».

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