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Un paso adelante

Traficó explosivos para el «rey de la efedrina», lo dejaron libre y cayó con 47 kilos de marihuana

Traficó explosivos para el "rey de la efedrina", lo dejaron libre y cayó con 47 kilos de marihuana

Traficó explosivos, lo dejaron libre y cayó con 47 kilos de marihuana. Crédito: Encripdata.

Si Yanny Alcides Zárate Jara no hubiera hablado en Paraguay, un detenido, peso pesado de verdad, estaría a un paso de recuperar la libertad en la Argentina. Pero la acusación en su contra era demasiado grave como para quedarse de brazos cruzados. No por nada sobre su cabeza pesaba una orden de captura internacional. Primero intentó negociar sin éxito en Buenos Aires. Tras 86 días prófugo, se entregó en una fiscalía de Asunción para contar lo que sabía. Ahora, cinco años después, según pudo reconstruir Encripdata con base en documentos oficiales y secretos de los dos países, el que habló de él fue el hombre para el que trabajaba, Mario Segovia, más conocido como «rey de la efedrina», aunque otros narcos traficaron más kilos de ese precursor químico hacia México.

Todo comenzó el 12 de septiembre de 2016 cuando los investigadores paraguayos secuestraron una encomienda en el aeropuerto Silvio Pettirossi. No era cualquier paquete: adentro había elementos para armar un sobre bomba, un libro bomba y una carpeta bomba. El fiscal Néstor Cañete pudo atrapar esa misma semana a Denis Javier Pérez y Kenia Danisse Yohana Acosta Barrios, pero, al no tener pistas sobre el resto, le pidió a Interpol la captura de Liz Dahiana Pérez, el propio Zárate Jara y el supuesto jefe de la banda, el docente estatal formoseño Gustavo Salomón.

Securesearch Inc, la proveedora canadiense, envió la encomienda a nombre, justamente, de Salomón. Zárate Jara tenía que llevarle el paquete, pero el decomiso cambió los planes. Los investigadores paraguayos alertaron a sus pares argentinos porque el remitente no mandó los explosivos direcamente a Asunción sino que los trianguló a través del aeropuerto de Ezeiza. El juez federal Federico Villena abrió una investigación paralela el 14 de octubre de 2016.

Salomón nunca estuvo enterado de nada.

Zárate Jara se escondió en Buenos Aires.

Aunque estaba en problemas, el prófugo intentó dar vuelta la situación. En la Argentina, no lo consiguió. Entonces, se entregó en Paraguay, su país de origen, y le contó al fiscal la verdad: que el destinatario no era el docente sino un narco preso en la cárcel de Ezeiza. Ni más ni menos que Segovia, condenado por desviar toneladas de efedrina como si fuera azúcar hacia cárteles mexicanos.

Las «escuchas» de los teléfonos de los pabellones A y D de la cárcel de Ezeiza no sirvieron de mucho porque Segovia usaba el método de «cifrado por libro». Lo que sí lo complicó fue la pericia tecnológica de la tablet que le encontraron en su poder: así descubrieron que había hackeado el mail del docente estatal formoseño para hacerse pasar por él y así conseguir que la proveedora canadiense, que solo trabaja con gobiernos, le enviara los explosivos.

El expediente pasó por muchas manos: los jueces Federico Villena, Juan Pablo Augé y Luis Armella y los fiscales Leonel Gómez Barbella, Sergio Mola y Diego Iglesias. Año que pasaba, año que Segovia se embarraba.

Los policías federales (PFA) por fin recibieron la orden de «romper«: a primera hora del 13 de julio, arrestaron a Matías Agustín Segovia, hijo del jefe del clan, y otros miembros de la banda en Fisherton y Rosario. En uno de los allanamientos, encontraron cables eléctricos, un calibre de medición, una morsa de banco y una fuente de alimentación de 220 volts a 9 volts. Arruinado el plan original, Segovia pretendía que su hijo fabricara una bomba casera.

Los detectives también secuestraron un fusil semiatuomático calibre 5,56 mm del tipo m4 (AR 15), municiones, un plano para armar una bomba casera y un manual supuestamente de la CIA sobre explosivos.

Si pensaba que tenía alguna posibilidad de salir de la cárcel por cumplir dos tercios de la pena, su plan para armar como sea explosivos le estalló en los pies. Por eso, en la indagatoria, se acordó de quien lo había mandado al frente: Zárate Jara. De él contó que lo conoció en la cárcel porque entraba como parte de una organización de derechos humanos: «En cada visita nos traían gaseosas y sanguches y nosotros, como contraprestación, les hacíamos giros por Western Union y cheques de peculio. En aquellos años, 2015 y 2016, él se me pegaba mucho, estaba siempre encima, como para que le tire un hueso, como quien dice, me hablaba de los beneficios de invertir en Paraguay, que allá era más fácil por los bajos impuestos».

Después, Segovia habló de un negocio de agroquímicos que no salió. Pero en las supuestas tratativas, le pidió a su cuñado que le transfiriera 400 dólares al cuñado de Zárate Jara para pagar gastos: «A los dos o tres días, me llamó Yanny Alcides al pabellón, desesperado, porque lo habían metido preso al familiar. Me dijo textualmente: ‘Mirá, adentro de la caja había una granada de mano dirigida a un senador formoseño’. Le dije que eso era imposible, lo traté de tranquilizar, en eso se comunicó mi abogado de ese entonces y me dijo que había recibido la visita de Zárate Jara y la mujer en el estudio, que le solicitaron 200 mil dólares porque si no me iban a hacer responsable a mí. Nunca accedí al chantaje».

Y, entonces, llegó la traición: «Después, se presentó en Paraguay y quedó detenido. Su mujer me llamaba y me exigía plata. Me enteré que él me responsabilizó, entonces le insistí a mi abogado para presentarme en Paraguay y arreglar la situación en la Justicia, pero me dijo que no era conveniente». Lo que Segovia nunca dijo, obviamente, fue que Zárate Jara era el encargado de hacerle llegar los explosivos a Buenos Aires.

Desde 2016, Segovia nunca más habló con él.

Zárate Jara, de algún modo, salió libre de Paraguay.

Y volvió a lo suyo. Encripdata pudo saber que Javier Barrios y Miguel Ángel Leguiza lo contrataron como remisero para retirar el 8 de noviembre de 2019 una encomienda en Pablo Nogués, Malvinas Argentinas, pero cuando los tres llegaron al depósito de Vía Cargo, los gendarmes los estaban esperando: dos días antes, al revisar el paquete, encontraron dos bultos con 47 kilos de marihuana escondidos entre varios pares de ojotas.

El Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOCF) 1 San Martín finalmente sentenció el 17 de marzo de este año a Zárate Jara a cinco años y dos meses de prisión. En la cárcel, solo espera no cruzarse con Segovia.

Segovia, por su parte, ya sabe que no podrá acceder a las salidas transitorias. El juez Armella lo procesó con prisión preventiva por querer ser el «Unabomber» argentino. Además, lo embargó por ochenta millones de pesos. Lo que nunca esperó fue meter en problemas a su hijo. De hecho, intentó negociar información por su libertad: «Es un nene, una criatura, es sano. No merece que esté detenido y se contamine con la cárcel. Quiero que tenga una vida normal. Es mi hijo, no hizo nada grave. Si tienen que matar a alguien, mantenme a mí, no a él. La cárcel no corrige conducta social, yo voy a colaborar con la justicia, pero quiero que mi hijo esté fuera de todo».

No consiguió sacar a su hijo del caso.

No dijo, entonces, contra quien quería atentar.

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