Cayó «Pequeño J» en Perú

"Pequeño J", la pista detrás del triple crimen, cayó en Perú. Crédito: Minseg.
La Policía Internacional (Interpol) logró dos golpes exitosos este martes en Perú: arrestó a Tony Janzen Valverde Victoriano, el «Pequeño J», y Matías Agustín Ozorio, su mano derecha, ambos acusados por el triple crimen de Brenda del Castillo, de 20 años, Morena Verri, de 20, y Lara Gutiérrez, de 15, en Florencio Varela.
Los familiares perdieron contacto con Brenda, Morena y Lara el viernes, a las 21.15 horas, cuando salieron de los hogares en La Matanza. Lara había conseguido un cliente que les pagaría 300 dólares a cada una por participar de una fiesta sexual. Ese fue el anzuelo. Alguien las pasó a buscar por la rotonda de las avenidas Crovara y Bufano. A las 23.14, el celular de Lara impactó por última vez en una antena próxima a esa dirección de Florencio Varela. Once días después, la Interpol arrestó a Tony Valverde y a Ozorio a 4 mil kilómetros de distancia.
«Pequeño J» nació el 10 de septiembre de 2005 en Trujillo, capital de La Libertad, donde un desconocido Robert Francis Prevost misionó cuando ni siquiera soñaba convertirse en el papa León XIV. Pero su padre, don Janzen, tenía otro plan para él, a quien llamó Tony, una especie de homenaje a Tony Montana, el protagonista de la película Scarface, quien, a sangre y fuego, deja atrás los márgenes de la sociedad cubana hasta alcanzar la cima de la mafia en Miami.
En el barrio lo conocían como «Cholo» Janzen, pero en las redes sociales se hacía llamar «Pablo Emilio Escobar», tal vez el capo narco más famoso de la historia. Sin embargo, la marginalidad en la que vivía devolvía al padre a la realidad, con frases vacías sobre el bandidaje. Eso sí, las bendiciones, en una sociedad tan creyente, no faltaban.
A finales de 2018, alguien mató a «Cholo» Janzen, como pudo reconstruir Encripdata. Entonces, el pequeño Tony, de ya 13 años, hizo dos cosas: primero, prometió venganzas al aire; luego, se adueñó de las redes sociales de su padre, que rebautizó como «Tony Montana».
Después, un viaje interminable en micro, la pandemia por coronavirus y el reacomodo de la organización asentada en la villa 1-11-14, del Bajo Flores, Argentina, con la rotación de generaciones, desde la del mítico «Marcos» Estrada Gonzáles hasta la de «Dumbo» Maylli Rivera, y el paso de una estructura rígida a otra más descentralizada, encontró a un recién llegado Tony Valverde con terreno fértil para sus ambiciones.
Así, lejos de Trujillo, empezó por construir su propia imagen. Primero lo primero: escondió su verdadera identidad bajo un alias: «Pequeño J». Después acrecentó su sombra: se movía sugiriendo que era sobrino del mismísimo «Marcos». Verdad o mentira, en un abrir y cerrar de ojos ya operaba en una red de narcomenudeo entre el Bajo Flores, la villa Zavaleta y el sur del conurbano bonaerense.
Y, entonces, llegó la noche del 19 de septiembre. En una casa tomada de la calle Chañar al 700, en Villa Vatteone, Florencio Varela, secuestraron, torturaron y asesinaron a Brenda, Morena y Lara. Luego, enterraron sus cuerpos en un pozo del fondo.
Lara fue la que sufrió más: le cortaron todos los dedos de la mano izquierda. El ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, informó que el triple crimen estaba vinculado a una organización peruana del Bajo Flores, que el jefe narco ordenó mostrar las torturas y los asesinatos en un vivo cerrado de una red social y que les advirtió a los 45 «espectadores» de su banda: «Esto le pasa al que me roba droga».
Sabrina, la mamá de Brenda, y Lionel, el papá de Morena, no creyeron en que «Pequeño J» sea el autor intelectual del triple crimen de Florencio Varela, pero el ministro Alonso aseguró que, por el impacto de los celulares en las antenas, Tony Valverde u Ozorio estuvieron presentes en esa casa tomada a la hora señalada.
Los detectives atraparon a un hombre peruano que había llegado a escapar a Bolivia y a un joven argentino que se había escondido en Florencio Varela. Al primero, por dar apoyo con un auto. Al segundo, por cavar el pozo en el que los asesinos enterraron a las víctimas. Así, el fiscal Adrián Arribas, de la UFI Homicidios, ya tiene seis detenidos.
Pero faltan descubrir a dos responsables más. En estas horas, con versiones de todo tipo, un detective le expresó sus dudas a Encripdata: «Si es verdad que alguna de las chicas se quedó con 70 mil dólares de un narco o con 4 kilos de cocaína, no se va a exponer por 300 dólares, se guarda por un tiempo. Acá falta un muchacho, un ‘8.40’, alguien que las reclutaba para prostituirlas, pero que esta vez no estuvo».
El segundo: el jefe para el que operaba la banda de «Pequeño J», de 20 años recién cumplidos.
Ahora, los caminos de Valverde y de Ozorio en su viaje de regreso podrían bifurcarse: Perú podrá expulsar a Ozorio, de nacionalidad argentina, por su ingreso irregular al país, pero deberá realizar un trámite de extradición a «Pequeño» J, nacido allí 20 años atrás, salvo que acepte entregarse formalmente.
Hasta no estar aquí, sus roles determinantes en el caso están por verse.
Cuando los tenga cara a cara, el fiscal deberá mostrarles el expediente.
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