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El hilo invisible entre el crimen y el poder

«La DEA cortó la ruta de la efedrina a partir del triple crimen de General Rodríguez»: Operación Crystal en LN+

Forza, Ferrón y Bina y el triple crimen de General Rodríguez

Forza, Ferrón y Bina y el triple crimen de General Rodríguez. Gentileza: Fabián Marelli.

-¿A quién le sirvió que se terminara el negocio de la efedrina en la Argentina?
-A la DEA.

El jueves 7 de agosto de 2008, Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina iban a cerrar un negocio importante con Martín Lanatta en Quilmes. O eso creían. Ese encuentro fue una trampa mortal: esa tarde, sus familiares les perdieron el rastro. Recién seis días después, pero muy lejos de allí, encontraron los cuerpos. Así empezaba el triple crimen de General Rodríguez, un aparente ajuste de cuentas que, en realidad, expuso un negocio millonario en la Argentina: la efedrina.

A 17 años del caso que conmocionó a la Argentina, el periodista Agustín Ceruse y Diego Ferrón, hermano de una de las víctimas, fueron entrevistados por Gustavo Carabajal, Jenny Di Serio y Carlos Dieguez en el programa Caso Abierto, por LaNación+, donde presentaron Operación Crystal, el libro de investigación en el que contaron quién fue el autor intelectual del triple crimen de General Rodríguez.

En el libro, Ceruse y Ferrón revelaron detalles inéditos sobre las operaciones encubiertas, ilegales y de falsa bandera, testimonios, «escuchas» telefónicas, informes de inteligencia, cables diplomáticos y la cumbre en la Embajada en la víspera del triple crimen. Obviamente, los autores de esta investigación periodística les dieron el derecho a réplica a los agentes de la DEA.

La efedrina, un precursor químico usado en la fabricación de antigripales, era una sustancia controlada por la Sedronar, a cargo de José Ramón Granero -alguna vez dentista de Néstor Kirchner-, pero la Sedronar no sabía cuántos kilos de efedrina necesitaba la industria farmacéutica por año y, a pesar de eso, el Registro Nacional de Precursores Químicos, entre 2003 y 2008, autorizó importaciones por 47 toneladas, incluso a monotributistas, aunque para ellos estuviera prohíbido por ley.

De eso, la Argentina solo incautó 1200 kilos, la mayor parte gracias a México y un “arrepentido” y Granero ni siquiera se enteraba de todos los operativos por su pelea con Aníbal Fernández, primero ministro del Interior y luego ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, pero siempre a cargo de las fuerzas federales.

En esos años críticos, la Embajada de los Estados Unidos reclamaba una y otra vez a los gobiernos de Néstor Kirchner, primero, y Cristina Kirchner, después, que le pusiera fin a «la ruta de la efedrina» entre Argentina y México porque los cárteles mexicanos y sus socios estadounidenses cruzaban ese precursor químico, ya como metanfetaminas, al otro lado del río Bravo.

En Estados Unidos, los fallecimientos por sobredosis se duplicaron entre 1999 y 2005: pasaron de 16.849 a 29.813. La mitad era por el consumo de drogas derivadas del opio o sintetizadas, como heroína, metadona, oxicodona, morfina, fentanilo y efedrina. En 2006 fueron 34.425 víctimas.

No por nada, el 9 de marzo de 2006, el presidente George W. Bush promulgó la ley para la lucha contra la epidemia de la metanfetamina (CMEA). Las meths, ice y crystal causaban tanto daño que el secretario de Estado, por intermedio del subsecretario de la Oficina Internacional de Asistencia Antinarcóticos y Cumplimiento de la Ley (INL), podría “tomar las medidas que fueran necesarias para prevenir el contrabando de las mismas desde México”. En 2007 llegaron a 36.010 muertes.

Para 2008, la Embajada de los Estados Unidos se puso un objetivo: «el combate de los precursores químicos es una prioridad de la misión», como dejó constancia el embajador Earl Anthony Wayne en un cable diplomático.

Sin avances del gobierno argentino, la oficina de la DEA en Buenos Aires decidió, por su cuenta, dejar al descubierto el negocio de los 500 millones de dólares que representaba la triangulación efedrina en la Argentina. Lo hizo a través de la operación encubierta del 17 de julio de 2008 en una quinta de Ingeniero Maschwitz, donde una célula de un cártel mexicano, como si fuera Breaking Bad, elaboraba metanfetaminas con la efedrina como precursor químico.

Eso provocó una cumbre entre el embajador, el jefe local de la DEA, Anthony Greco Jr, el ministro Aníbal Fernández y los jefes de las cuatro fuerzas federales y el jefe de la División Precursores Químicos de la Policía Federal. La cita fue el 30 de julio de 2008 en la Embajada.

Ese mismo día, el informante cuasi agente de la DEA, Julio César Pose, alias «Gitano», activó un Nextel para hablar exclusivamente con Forza. «El Gitano» trabajaba bajo las órdenes del agente especial de la DEA, Russell Baer, especialista en precursores químicos, y el comisario retirado Guillermo González, enlace de la agencia estadounidense con fuerzas de seguridad y funcionarios judiciales argentinos.

Dos días después, Lanatta consiguió otro Nextel, también para comunicarse exclusivamente con Forza.

Pose, aunque de San Martín, y Lanatta, de Quilmes, se conocían y, además, conocían a quienes serían las víctimas del triple crimen, que empezó en un centro comercial de Sarandí y terminó, seis días después y a 70 kilómetros de distancia, en un zanjón de General Rodríguez.

En una «escucha» del 14 de agosto de 2008, un día después del hallazgo de los cuerpos de Forza, Ferrón y Bina, los agentes de la DEA dieron por finalizada la misión.

En LN+, Carabajal quiso saber si algún día, alguien se hará cargo del triple crimen:

Los Lanatta y los Schillaci fueron la parte visible de algo invisible. Acá participaron más personas, que no las ves, pero están. Nosotros las descubrimos y lo contamos en el libro. El secuestro en Sarandí, el traslado a una casa de Quilmes, el plantado de los cuerpos en General Rodríguez…
-Después de que borraron las cámaras de seguridad de la autopista.
-Eso, en la Argentina, no lo puede hacer ninguna organización criminal.


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