«Maradona», sus vuelcos y el partido despedida contra La Oficina de Envigado

"Maradona", sus vuelcos y el partido despedida con La Oficina de Envigado. Crédito: Encripdata.
Primero se lo advirtieron los proveedores del cargamento: le prendieron fuego el gimnasio. Poco después, el chiringuito. El mensaje era claro: «Paga la droga». Luego se lo avisaron los policías de la Costa del Sol: «Puedes ser el siguiente». El sábado 12 de mayo de 2018, Los Suecos cumplieron: mataron a David Ávila Ramos, alias «Maradona», a la salida de la comunión de su hijo en la Iglesia de la Virgen del Rocío, en San Pedro Alcántara, Marbella. Eran las 13.49 y el sol tampoco daba tregua.
Cinco años después, el 26 de abril de 2023, la Audiencia Provincial de Málaga, a instancias de un jurado popular, repartió condenas para cuatro miembros de Los Suecos por los asesinatos de «Maradona» y del español-marroquí Sofían Ahmed Barrak, alias «Zocato». Esta oficina de encargos debió indemnizar con 80 mil euros a la mujer de Ávila Ramos y con 120 mil euros a la viuda de Barrak.
Para el fiscal Carlos Tejada, las dos víctimas hicieron negocios juntos, pero, a principios del 2018, como «Maradona» no quería saldar las cuentas pendientes, «Zocato», tras mandarle dos avisos, finalmente contrató a Los Suecos para cobrarse la deuda de su viejo socio, quien pagó con su vida. Tres meses después, como «Zocato» no quería pagar el servicio concretado, esta oficina de encargos lo asesinó a él la noche del 20 de agosto de 2018.
Los detectives de la Brigada de Estupefacientes (Udyco) de la Costa del Sol recolectaron pruebas contundentes contra los autores materiales, pero la teoría del fiscal sobre el autor intelectual, el instigador, no tenía lógica. Por empezar: qué narcotraficante, en su sano juicio o por instinto de supervivencia, se negaría a pagarle a la oficina que había cumplido el encargo de matar a su socio por pedido suyo. Tal vez por eso, a la hora de la verdad, el fiscal prefirió negociar un juicio abreviado con los defensores de Los Suecos.
La peor parte se la llevó Ahmad Abdul Karim, el autor material de los disparos: 12 años de prisión, con el beneficio de ser expulsado de España a los 5 años. Pero Amir Faten Mekky, el jefe de esta oficina de encargos, recibió solo 2 años, 9 meses y 26 días de prisión, es decir, el tiempo que llevaba bajo prisión preventiva al inicio del juicio, como cómplice en el crimen de «Zocato» y ni un solo día por el de «Maradona».
Pero el final de «Maradona» es donde partió: Buenos Aires, Argentina. Encripdata ya reveló que «Maradona» se ganaba la vida como «valijero» de Diego Xavier Guastini, el jefe de La Oficina de Florida, que ofrecía diversos servicios, como, por ejemplo, el contrabando de divisas entre Europa y América, porque cuando las organizaciones narcocriminales «coronaban» cargamentos de cocaína en Europa, necesitaban que alguien se ocupara de «coronar» la vuelta: el pago a los clientes.
Y Guastini era de los mejores en eso.
Así se ganó su mejor apodo: «Dolarín».
Así llegó a ser socio de La Oficina de Envigado.
Una creación de Pablo Escobar en la Colombia de los años ochenta.
Encripdata pudo reconstruir que por las manos de Guastini pasaron 30 millones de dólares. Y solo por contar los activos de lo que existen registros en los expedientes. Y tuvo, al menos, a 20 valijeros bajo su mando.
«Maradona» fue el más famoso. Guastini trabajaba con los Loza, los Atachahua, La Oficina de Envigado y, como pudo reconstruir Encripdata, con una de las familias más importantes de la mafia calabresa. La Policía arrestó a Francesco Nirta el 20 de septiembre de 2013 en los Países Bajos. Era uno de los diez más buscados por Italia. Enviado por «Dolarín», «Maradona» estaba en Utrecht para recibir valijas llenas de euros de manos de la Ndrangheta para hacérselas llegar a los proveedores en América. Nirta acaba de ser detenido, pero eso no le impidió meterse en la propiedad del capo para cumplir la misión.
En medio de otra vuelta, el 31 de enero de 2014, la Policía demoró a «Maradona» y a otro español por no declarar 684.630 euros y 254.000 dólares cuando aterrizaron en Ezeiza. Eso los obligó a pasar una temporada sin poder salir de la Argentina, tiempo en los que disfrutaron días en el edificio Aleph, del Grupo Faena, noches en Puerto Madero y anécdotas en una quinta de Abbott. Y lo más importante: con solo ver actuar a Guastini, aprendieron cómo jugar en el bajomundo.
Cuando regresó a España, «Maradona» ya no era el mismo. Si bien continuó recorriendo Europa como «valijero», empezó a ofrecer otro servicio a los clientes: «bajadas» en puertos de la Costa del Sol. Desde Cádiz hasta Málaga.
A espaldas de su jefe, «Dolarín».
A espaldas de José Leonardo Muñoz Martínez y otros proveedores.
Alias «Douglas» era el líder de la temida Oficina de Envigado.
Y lo imperdonable: no les rescataba los alijos, se los robaba.
Corrieron varias versiones sobre cuáles fueron las jugadas más arriesgadas de «Maradona», que hicieron enojar, primero, a los clientes, y enterados casi de inmediato, a los proveedores: que les dio el «chivatazo» a los policías de su país para una incautación en el puerto de Algeciras; que él, con su grupo Los Gordos, hizo un «vuelco» en el puerto de Málaga. Entre uno y otro, alrededor de 700 kilos de cocaína.
En consecuencia, el 25 de marzo de 2018, empezaron por incendiar su gimnasio, el Marbella Fight School. Después, el 8 de abril, fueron por el Heaven Beach Club. Pero «Maradona» esquivaba las amenazas. El 12 de mayo del 2018 no pudo correr más: ni bien terminó la comunión de su hijo en la Iglesia de la Virgen del Rocío, en San Pedro Alcántara, el sicario de Los Suecos, tapado con un casco de moto, le descargó la Parabellum frente al pequeño que acababa de recibir la eucaristía.
¿Y, entonces, por qué mataron a «Zocato»?
Porque la deuda seguía para él.
Eran alrededor de 21 millones de euros.
Por eso, esta historia continuará.
Somos un medio especializado en el crimen organizado en la Argentina, sus relaciones subterráneas y sus conexiones internacionales. Hacemos periodismo de investigación sin recurrir a pauta oficial ni a publicidad privada. Somos Encripdata, el hilo invisible entre el crimen y el poder. Si te gustó esta historia, tomemos un café y te contamos más.
