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El hilo invisible entre el crimen y el poder

«Pensá en tu bebé recién nacido»: la guerra entre uruguayos en la Argentina que no conocía límites

Sturm, Algerini y Caraballo, la guerra de uruguayos en la Argentina

Sturm, Algerini y Caraballo, la guerra de uruguayos en la Argentina. Crédito: Encripdata.

A la hora señalada, Rodolfo Nicolás Caraballo Escobar se escondió en uno de los volquetes de la Unidad 4 de Montevideo. Esperó agazapado. Minutos después, los de limpieza sacaron el contenedor. Así, este uruguayo, de 28 años, volvió a la calle, donde aprendió la importancia de la puntualidad y la paciencia, también a disparar, tres características que lo acompañarían en su nuevo destino, al otro lado del Río de la Plata, pero con nueva identidad: a partir del 23 de agosto de 2022 sería Joaquín Amoros Sanguinetti, otro preso.

En los primeros meses en la Argentina, Caraballo se acercó a Fabián Sturm Jardón, uruguayo de 42 años, que le dio una mano para moverse por la zona norte del conurbano bonaerense. Le abrió la puerta de su casa. Incluso compartieron cumpleaños familiares. Y le falicitó contactos, como Marcelo González Algerini, otro compatriota, de 36.

Caraballo empezó a trabajar con Sturm, Algerini y otros uruguayos más. Trabajar era un decir: se dedicaban a la cocaína, con la fachada de la compraventa de autos.

Ya acomodado, Caraballo se ganó un apodo, «Sobrino», se compró un BMW coupé negro último modelo y se instaló en una casa de Pilar.

A mitad del año pasado, las cosas empezaron a complicarse: las autoridades argentinas ordenaron la captura de Algerini por formar parte de otra organización -aunque en un rol menor- que perdió 783 kilos de cocaína en Caviahue, Neuquén; y descubrieron que Sturm tuvo en su poder el vehículo utilizado para secuestrar al empresario Gastón Tallone por robarles 340 kilos de cocaína a Los Monos en Concepción del Uruguay, Entre Ríos.

Tal vez porque estaban en caída libre, tal vez porque algo se rompió entre ellos, Algerini y Sturm se complotaron contra Caraballo: le robaron plata o droga, o las dos cosas. No conformes con eso, la noche del 25 de septiembre de 2024, lo emboscaron cuando llegaba a su casa de Pilar. Caraballo diría después que lo quisieron asaltar, pero el video contó otra historia: aunque él se bajó del auto, lo corrieron y le dispararon diez veces, pero no le acertaron ni una sola vez.

La guerra estaba declarada.

El próximo golpe sería letal.

La noche del 12 de octubre de 2024, Caraballo acribilló a Algerini mientras se encontraba estacionado frente a un kiosco en Presidente Derqui, Pilar. Con la puntualidad que lo hizo fugarse de la cárcel, aprovechó el instante en el que el copiloto bajó a comprar para abrir fuego contra su enemigo. Fueron cuatro disparos.

Después, Sturm recibió un ultimátum, al que accedió Encripdata: «Pochito, escuchá este audio, relajao. Si entrás en razón, te puedo salvar la vida a vos, tarao, siempre y cuando devuelvas la teca. Pero tenés que reflexionar, mirar a tus hijos y decir: ‘Ustedes están primero que un poco de brillo’. Porque vayas adonde vayas, el fulano te va a picar, ya sabemos en qué barrio vivís, en qué auto andas, sabemos todo, tarao, tiene hasta gente en tu barrio mirándote todos los días. Te pensás que lo fundiste al fulano, que no da para nombrarlo, por el golpe. Pensá en tu bebé recién nacido. Te quedan unos días más. Si te vas pa’ España, también te va a encontrar; si te vas pa’ Uruguay, también te va a encontrar; si te vas pa’ Bolivia, también te va a encontrar. Por eso te digo, si reflexionas y devolvés las cosas, capaz vivís».

Sturm no se rindió. En consecuencia, el 12 de diciembre, Caraballo, con la paciencia que lo hizo fugarse de la cárcel, esperó en un auto estacionado sobre la calle Paraguay al 2900, una zona tranquila de la Ciudad de Buenos Aires. A las 12.51 de la noche vio pasar a Sturm: saltó del vehículo, dio tres pasos y abrió fuego. Uno, dos, tres. Por la espalda. Con peluca.

Los detectives de la Delegación Inteligencia Criminal de la Prefectura y de la División Homicidios de la Policía Federal pudieron identificar a Caraballo, precisamente, como el sicario con peluca, en parte por los tatuajes que dejó ver después de matar, que mostraba, feliz, en los cumpleaños compartidos. El juez federal Adrián González Charvay y el fiscal Diego Iglesias ordenaron su captura internacional.

La muerte de Sturm evitó una venganza mayor. Lejos de retroceder, había conseguido información sensible sobre el jefe de Caraballo, aquel «fulano»: su nombre, el de su pareja y el de su hijita, a los que accedió Encripdata.

En el celular, Sturm guardó un mensaje: «Si pasa algo, los tenemos a estos perros».


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