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El hilo invisible entre el crimen y el poder

La Policía perdió el cuchillo y la sangre del asesino de la Plaza del Ángel Gris

Crimen de la Plaza del Ángel Gris: la Policía perdió el cuchillo y el hisopado con la sangre del asesino

La Policía perdió el cuchillo y el hisopado con la sangre del asesino. Crédito: Encripdata.

Sin apodos, 24 años, de Flores. Mecánico de bicicletas de día, vendedor de pastillas de noche. Ese era Osvaldo Martín Rodríguez. La noche del 30 de julio de 2017, tenía que encontrarse con un cliente para venderle «dos equipos nazi amarilla, un equipo tortuga ninja verde y flores» por 50 mil pesos. Quedaron en Avellaneda y Donato Álvarez, frente a la Plaza del Ángel Gris. Como el comprador, «Diego», tenía que cuidar a su bebé, le avisó que mandaría a «Santi». A las 21.36 horas, Rodríguez y «Santi» se saludaron en la esquina. Un minuto después, desde una camioneta utilitaria en movimiento tiraron un cuerpo a la vuelta de la plaza. Era Rodríguez, el vendedor.

La víctima murió en el lugar donde lo arrojaron, calle Aranguren 1843. Según la operación de autopsia, falleció producto de hemorragias internas y externas a causa de múltiples heridas cortopunzantes en el tórax.

Trece minutos después, un policía de la Comisaría 50 halló una réplica de una Smith & Wesson, un cuchillo con su hoja separada del mango y manchas de sangre en el asfalto, al lado de un tacho de basura, en calle Boyacá 645. La pistola de juguete era del victimario y el cuchillo era de la víctima.

Los familiares sospecharon que entre «Diego» y «Santi» se pusieron de acuerdo para robarle las 300 pastillas, Rodríguez se subió a la utilitaria para realizar la transacción, «Santi» lo amenazó con la réplica del arma, Rodríguez contraatacó con el cuchillo, «Santi» se lo arrebató, lo acuchilló, tiró el cuerpo de la víctima en la calle y, a cuatro cuadras de allí, quiso esconder la pistola de juguete y el cuchillo en el tacho de basura, pero por las heridas, en manos o brazos, no pudo más que descartarlos en el asfalto, donde dejó su sangre.

La Unidad Criminalística Móvil de la Policía de la Ciudad tomó muestras de la pistola de juguete en busca de huellas dactilares y del cuchillo y de las manchas pardo rojizas en busca de manchas hemáticas, como demuestran los videos a los que accedió Encripdata, pero el Laboratorio Químico de la Policía Federal (PFA) respondió que «habiendo compulsado los registros de Mesa de Entradas y Salidas de esta división, no surge que tal material haya ingresado a esta dependencia«.

No hay cuchillo homicida.

No hay sangre del homicida.

La Comisaría 50, con jurisdicción en esa zona, fue la elegida por los autores intelectuales del triple crimen de General Rodríguez para descartar allí, el 7 de agosto de 2008, la camioneta de una de las víctimas, una manera para controlar desde el principio la investigación. Ahora, la Ciudad o la Federal perdieron los hisopados que hubieran determinado, sin más, la identidad de «Santi».

El caso del asesino de la Plaza del Ángel Gris ya pasó por cuatro jueces y tres fiscales. Y a siete años de este crimen en ocasión de robo en un contexto de narcotráfico, no hay detenidos ni allanados, y tampoco el cuchillo incautado ni los hisopados realizados in situ.

La jueza federal María Eugenia Capuchetti, la misma que reasumió el expediente sobre el intento de magnicidio contra Cristina Kirchner para, dijo, investigar la línea de la Policía Federal y el fiscal Carlos Rívolo, que también interviene en el atentado contra la expresidenta, tienen en sus manos la resolución de este caso.

Encripdata pudo saber que las autoridades rechazaron avanzar contra «Diego», el comprador original de las pastillas, para no alertar a «Santi», quien acuchilló a Rodríguez. Y, en un momento, archivaron el expediente.

Los Rodríguez y el abogado lo desempolvaron. Y aunque alguien haya perdido el cuchillo y la sangre del homicida, los celulares ya hablaron: en los informes telefónicos constan nombres, apellidos, llamadas e impactos de antenas al momento del crimen.

De hecho, «Santi» hace rato cumple condena por un robo posterior.

Para los familiares de la víctima, algo no cierra.


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