«Pillín» SAD: el sudor detrás de la sangre derramada
De gurí conoció las tribunas del Gigante de Arroyito.
Y un día, joven pero pillo, no lo sacaron más.
Eran temporadas en las que de local, los fisuras robaban a los suyos y fuera de la provincia, las policías los hacían jugar de visitantes de verdad.
Todo eso acabó cuando Andrés Bracamonte, alias «Pillín», se hizo cargo de Los Guerreros, la barrabrava de Rosario Central. Si Los Chaperos hacían paredes con los del Ciclón, del Bajo Flores, Los Pillines gambeteaban con los del Funebrero, de San Martín.
Y a pesar de la eterna rivalidad entre vecinos, el nuevo jefe barra trabó amistad con los Cantero, la línea fundadora de Los Monos. Como dejó en claro a través de los trapos, Ariel Máximo «Guille» Cantero mueve los hilos de La banda de la Lepra. Y eso que nunca le interesó el fútbol.
Para «Pillín» no fue fácil llegar, menos mantenerse: su cuerpo contaba 29 intentos de asesinatos, con 29 victorias al hilo.
29 veces en 25 años. Pero aguantar los trapos le dio las llaves del club a través de Sergio Daniel Quiroga, intendente del Gigante de Arroyito, y de Juan Carlos Silvetti, representante de jugadores.
En 2008, una disputa entre Carlos Usandizaga y Silvetti dejó a varios futbolistas en el medio, al punto de que el por entonces presidente denunció que el líder barra y el representante manejaban las inferiores. Los pillines querían sentirse jugadores y algunos jugadores, como Luciano Figueroa y César Delgado, guerreros por un día en el paraavalanchas.
Esa pelea terminó en 2010, cuando Rosario Central descendió a la Primera B Nacional. Desde la tribuna, «Pillín» exigió la renuncia de Usandizaga.
Tres años después, con Miguel Ángel Russo como director técnico y Paulo Ferrari -representado por Silvetti- como capitán, el Canalla regresó a la Primera División.
Tal vez aquella haya sido su última vuelta olímpica dentro de la cancha. Por el derecho de admisión, «Pillín» debió seguir por televisión la obtención de la Copa Argentina, en 2018, y la Copa de la Liga, en 2023.
Pero los negocios alrededor del sentimiento se extendieron por toda la ciudad: el 9 de agosto de 2019, inscribió Ruffino SA, una empresa dedicada a la fabricación y comercialización de ropa deportiva, calzados, prendas y accesorios de vestir. Su socio: Quiroga, intendente del Gigante de Arroyito.
El 30 de octubre de 2019, registró Kabrasi SRL, una sociedad dedicada a la compraventa de combustibles y biocombustibles para buques, servicios gastronómicos y servicios navieros. Sus socios: Jesús Manuel Kant y el propio Silvetti, el representante que sobrevivió al descenso de la mano de su liderazgo en la barra.
Bracamonte también creó ATE Servicios Integrales SRL, SER-ECO SRL, B+D Logística SRL y Welding & Company SRL, algunas vinculadas al mundo de la construcción. Eso lo llevó a vincularse con Carlos Vergara, jefe de la seccional Rosario de la Unión Obrera de la Construcción (Uocra). Uno ponía la fuerza de choque y otro los contactos. Así, los dos se quedaban con el reparto del servicio de katering y los baños químicos para las obras.
Este monotributista del paraavalanchas sumó una casa en Los Álamos, un club de campo de Ibarlucea; autos de alta gama y 23 viajes al exterior en los últimos diez años, a países limítrofes, pero también a España, Turquía y Emiratos Árabes Unidos, como pudo reconstruir Encripdata con base a documentos oficiales.
Por esta sociedad, Los Guerreros de la Uocra, Bracamonte y Vergara pasaron unos partidos en prisión en noviembre de 2023: a «Pillín» le anularon 6 millones de pesos en efectivo; al otro, 39 millones de pesos y 18 mil dólares.
Este año, finalmente, alguien se animó a denunciar que «Pillín», a través de una flota de taxis, basculaba el delivery de droga por la ciudad, aunque él siempre dijo estar en la vereda de enfrente al mundo del narcotráfico.
Por todo eso y más, los fiscales Federico Reynares Solari, de la Unidad de Delitos Complejos, Diego Iglesias, de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar) y Diego Velasco y Juan Argibay Molina, de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), denunciaron una asociación ilícita alrededor de Bracamonte.
Pero ni las denuncias ni los intentos de asesinato lo detenían. Mucho menos el derecho de admisión. Bracamonte nunca descuidó el origen de su poder: el paraavalanchas. La cuenta era fácil: paz en las tribunas, prosperidad en los negocios.
Y allí fue el 10 de agosto por la recaudación: tras el clásico, lo fueron a buscar para matarlo. Y aunque jugaba de local, en el Parque Alem, sobrevivió por el desacierto del atacante.
Según su propia investigación, como llegó a confesarle al periodista Germán de los Santos, los atacantes fueron Los Menores, pero no sabía quién era el técnico.
El 9 de noviembre, finalmente, en el partido revancha, le quitaron todos sus negocios de cinco disparos.
* El título es un parafraseo a Las Paces, canción de Las Pastillas del Abuelo.
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