Histórico: 60 años después, se entregó «Mayo» Zambada en Estados Unidos
Una tarde de abril de 2010, Ismael Zambada García mandó a buscar a Julio Scherer García, el primero y único periodista con el que aceptó platicar. «He leído sus libros y usted no miente», lo recibió en algún lugar del triángulo dorado. Cortés, el fundador de la revista Proceso preguntó por la familia al «Mayo», el hombre más poderoso del Cártel de Sinaloa:
Le pregunté al capo por Vicente, Vicentillo.
-Es mi primogénito, el primero de cinco. Le digo ‘Mijo’. También es mi compadre.
Zambada siguió en la reseña personal:
-Tengo a mi esposa, cinco mujeres, quince nietos y un bisnieto. Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo. La tierra siempre es buena, el cielo no.
Amo y señor en las sierras de Sinaloa, de allí no salía por nada del mundo. Tampoco se escapó de prisión, ni en un carro de lavandería ni cavando un túnel, porque siempre se las ingenió para no pisarla. Esa era llegó a su fin este jueves: «el Mayo» aceptó ser detenido. Nadie disparó en Santa Teresa, un aeropuerto cercano a El Paso, Texas.
Como decía: su tierra era buena, el cielo no. Salvo que las nubes volaran a cubrir la luz de la luna, como acostumbra cada tanto en las historias del narcotráfico.
México y Estados Unidos empezaron a escuchar sobre él a los 16, cuando no terminaba de pegar el estirón, pero enfermo y grande, el líder del Cártel de Sinaloa dejó que lo encontraran a los 76 del otro lado del río Bravo.
«El Mayo» no estaba solo: también aceptó ser detenido Joaquín Guzmán López, uno de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, «el Chapo», y, como tal, uno de los jefes de «los Chapitos», una de las facciones que se enfrentaban, curiosamente, con Zambada y otros grupos por el dominio absoluto de la empresa criminal con presencia en 47 países.
Estos y otros detalles de los arrestos de Zambada y Guzmán -primicia de Semanario Zeta que el Departamendo de Justicia se limitó a confirmar- parecen ser indicios de otra cosa: una entrega acordada con las autoridades de Estados Unidos.
Quince años atrás, acorralado por sicarios del Cártel de Tijuana, porque los Arellano Félix los querían muertos, fue su hijo Jesús Vicente Zambada Niebla, «el Vicentillo», quien empezó el vertiginoso camino de colaborar con la DEA de los Estados Unidos: tras una reunión secreta en la que se sintió traicionado, de todos modos aceptó entregarse el 17 de marzo de 2009 en Ciudad de México. «El Mayo» aún estaba digiriendo el hecho de no saber si volvería a abrazarlo cuando Julio Scherer preguntó por él.
El 27 de julio de 2017, Dámaso López Serrano, hijo del «Licenciado» Dámaso López Núñez, continuó el camino del «Vicentillo», pero a través de la garita internacional de Calexico, California.
«Estábamos en un rancho mío por El Dorado, estaba ‘el Chapo’, mi papá y yo -recordó ‘el Mini Lic’ en entrevista con Proceso-, estaban platicando sobre una serie, El cártel de los sapos, y dice ‘el Chapo’: ‘Eso está patrocinado por los gringos, lo hacen nomás para meterles ideas a todo el mundo para que colaboren con ellos y todos se hagan dedos y sapos’. Ahí es donde yo escucho por primera vez eso de las entregas. Después de eso, ‘Vicente’ intentó entregarse, ya todos saben la historia, pasaron otras cosas, no le funcionó como él hubiera querido. Entonces, ‘el Chapo’ nos comenta, a sus cuatro hijos y a mí, en el 2013: ‘Saben qué, ¿por qué no se entregan? Ya tienen dinero. Estaría mejor si cambiaran de vida. Por qué no se van a Estados Unidos. Yo y mi compadre nos encargamos de todo aquí, nosotros pasamos información, nos deshacemos de enemigos, ustedes vienen cuando quieran de vacaciones y viven allá con sus familias, todo bien’. Era una fantasía, todo color de rosas. Ahí fue cuando empezamos ya la idea seria de la entrega«.
A diferencia de los Zambada y los Dámaso, «el Chapo» y sus hijos, han hecho lo imposible por no ser capturados, como el «Culiacanazo» de 2019. La entrega de Joaquín puede marcar un quiebre en la estrategia de «los Chapitos».
Como sea, el fiscal general Merrick B. Garland confirmó la noticia de la década: «El fentanilo es la amenaza de drogas más letal que nuestro país haya enfrentado jamás y no descansaremos hasta que todos los líderes, miembros y asociados de los cárteles responsables de envenenar a nuestras comunidades rindan cuentas». Una noticia que sirve para apuntalar la imprevista postulación de Kamala Harris frente a Donald Trump.
A la política le gusta jugar con las fechas: México concretó la extradición del «Chapo» Guzmán el 19 de enero de 2017, es decir, un día antes de que Barack Obama se despidiera, un día antes de que asumiera Trump, que si regresa a la Casa Blanca, promete enviar fuerzas especiales encubiertas para asesinar a los líderes de los cárteles con o incluso sin el consentimiento del gobierno de México.
Este «Chapito» es hijo del fentanilo, pero «Mayo» ingresó al mundo del narcotráfico cuando Paul Janssen todavía lo estaba sintetizando en Bélgica. En cambio, es responsable del contrabando de miles de toneladas de cocaína y otras drogas a los Estados Unidos durante los últimos diez sexenios.
Sobrevivir a diez presidentes mexicanos no es para cualquiera. Cuatro de ellos, afortunadamente, ya descansan en paz.
Cuando llevaba 44 años en la cima del poder, tal vez para tentar a algunos, tal vez para desafiar a otros, le confesó a Julio Scherer que fantaseaba un desenlace alternativo para él:
-Un día decido entregarme al Gobierno para que me fusile. Mi caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la euforia. Pero al cabo de los días vamos sabiendo que nada cambió.
-¿Nada, caído el capo?