Encripdata

Un paso adelante

La codicia y la traición: así fue el plan de Pilepich para matar a «Lechuga»

Pilepich y Vargas, prófugos por el crimen de "Lechuga"

Pilepich y Vargas, prófugos por el crimen de "Lechuga". Crédito: Facebook.

El fiscal Marcelo Dominguez solicitó este martes la captura nacional e internacional de Maximiliano Pilepich y Nahuel Vargas por el homicidio de Fernando Pérez Algaba, «cuádruplemente agravado por su comisión con armas de fuego, por alevosía, por codicia y por haber sido cometido por el concurso premeditado de varias personas».

Por el crimen de «Lechuga», como lo llamaban sus amigos, fueron arrestados el lunes Matías Ezequiel Gil, Luis Alberto Contreras, Fernando Gastón Martín Carrizo y Flavia Lorena Bomrad. Desde el principio se encontraba detenida Alma Nicol Chamorro.

El fiscal pidió sumar a un subcomisario de la Policía de la Ciudad, pero el juez Sebastián Monelos lo rechazó de momento por el grado indiciario y no directo de la prueba: «Estamos frente a un estado de posibilidad de que los hechos hayan ocurrido tal como afirma el Ministerio Público Fiscal respecto de la intervención del nombrado, pero insuficiente para alcanzar el grado de probabilidad procesal necesaria para dictar la medida coerción requerida».

Así, son ocho los investigados por el asesinato de Pérez Algaba y el descuartizamiento del cuerpo: cinco detenidos, dos prófugos y uno imputado. Además, el juez habilitó allanamientos en las propiedades de Gustavo Iglesias, barra de Boca, y su hijo Nazareno Iglesias para buscar elementos de interés, según el fallo al que accedió Encripdata.

Para el fiscal, los ochos «actuaron de manera premeditada entre sí y con una previa división de tareas». El crimen fue a traición y por codicia. Porque le dispararon por la espalda, a una distancia superior a los 50 centímetros, y porque con la muerte, Pilepich ajustó las cuentas. Pérez Algaba ya no podía reclamar nada.

Pero aunque existía una relación de «amor odio» entre ellos, como pudieron reconstruir los detectives de la DDI Lomas de Zamora, Pilepich planificó cómo asesinar a Pérez Algaba para no ser descubierto. Obviamente, entre la planificación y la ejecución, algo falló. Cometió errores.

Primero lo tentó con la promesa de que iba a pagarle lo que le debía. Para eso, el 17 de julio, se encontraron en una escribanía para firmar un documento de reconocimiento de deuda. Pero no eran 150 mil dólares, o por lo menos no fue en lo que quedaron, eran 50 mil dólares y la entrega de 17 lotes del emprendimiento en General Rodríguez.

Aunque algo no le cerraba, aunque temía que algo le pudiera pasar, «Lechuga» fue al día siguiente a Renacer para cobrar un primer pago: 20 mil dólares. Renacer le traía malos recuerdos: en medio de una discusión, Pilepich ya le había disparado. Aquella vez tuvo suerte: no le acertó. Ahora, el 18 de julio, estuvieron los tres: ellos dos y Vargas. Bueno, cuatro: también su perro Cooper.

Esa fue la última vez que Pilepich y Vargas dijeron verlo a Pérez Algaba. Después hablaron los teléfonos: «La última conversación con alguna otra persona por cualquier medio la tuvo a las 18.09 horas encontrándose en el emprendimiento», según el informe del análisis telefónico realizado por la Dirección de Tecnologías Aplicadas a la Investigación en Función Judicial.

Desde ese instante, los peritos observaron diez puntos clave del impacto del celular de la víctima en las antenas que cubren las zonas de interés. Un teléfono coincidió en seis puntos. Se trataba de un abonado registrado por el Ministerio de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, pero que hasta el 18 de julio «no presentaba comunicaciones ni movimientos de antena».

Pero a las 14.37 de ese día, empezó a moverse hacia la zona oeste. La obtención de este teléfono es una prueba clave sobre la planificación del crimen. No fue una discusión que terminó mal. Fue un encuentro premeditado para que acabara con dos disparos quirúrgicos por la espalda y a los pulmones.

Casualmente o no tanto, un amigo de Pilepich presta servicios en el edificio donde estaba registrado el teléfono. No solo eso: se desempeña en la Dirección de Tecnología y es profesor en cursos sobre Tecnología en la Investigación Criminal. Para el fiscal, «es altamente probable que Pilepich haya recibido asesoramiento de cómo manejar la cuestión tecnológica». Sin embargo, para el juez no fue suficiente para detenerlo.

En esa hipótesis, el subcomisario no explicó bien o Pilepich entendió mal cómo borrar sus huellas. Porque «contaminó» el celular: desde esa línea habló con su amigo policía, Vargas y Gil y lo llevó hasta su casa en el country golf Bella Vista. Y en esos recorridos, el teléfono de la víctima impactó en las mismas antenas. En otras palabras: se quedó con el celular de Pérez Algaba.

El último error, el que lo terminó de entregar, fue haber viajado él mismo y con los dos teléfonos hasta Ingeniero Budge. Alrededor de las 2.30 de la madrugada, siempre según el análisis telefónico, Pilepich estuvo 9 minutos en la casa de Contreras, otro de los detenidos. Inmediatamente después, el celular de Pilepich se activó en la celda correspondiente al arroyo El Rey, donde cinco días más tarde serían encontrados los restos de la víctima.

La pareja y la hermana de Contreras hicieron el resto: ante la DDI Lomas de Zamora, dijeron que el acusado se quería entregar. Y que vieron a Cooper en la casa. Contreras no supo mentir: lo mejor que se le ocurrió decir fue que al perro lo encontró en la calle.

Contreras es hermano de Nicol, la primera detenida por la valija con los restos de la víctima.

About Author