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Un paso adelante

El crimen del chico que soñaba ser jugador de fútbol: ya tiene fecha el juicio a los policías que mataron a Lucas en Barracas

Lucas González, el pibe que soñaba jugar en Primera

Lucas González, el pibe que soñaba jugar en Primera. Crédito: Facebook.

A un año del crimen de Lucas González, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 25 porteño le puso fecha al juicio a los catorce policías de la Ciudad acusados de matarlo, amenazar a sus amigos e intentar modificar la escena del crimen para que pareciera un enfrentamiento. Será a partir del 16 de marzo de 2023. Lucas y sus amigos tenían 17 años. Sus únicas armas a bordo del auto eran los botines con los que fueron a jugar a Barracas Central.

Aquella mañana del 17 de noviembre de 2021, a las 9.35 aproximadamente, tras la prueba de fútbol, Julián y sus amigos se subieron al Wolkswagen Suran estacionado en el predio de al lado de la cancha de la calle Luna 1549. En ese mismo momento, por orden del inspector Gabriel Alejandro Isassi, el oficial Juan José Nieva condujo el vehículo sin identificar por esa misma calle para observar un edificio de la vereda de enfrente. Según había informado el jefe de la División Sumarios y Brigadas de la Comuna 4, comisario Juan Horario Romero, allí se realizaban movimientos compatibles con la «comercialización de estupefacientes». Por eso, el juzgado Penal, Contravencional y Faltas 25 porteño abrió una investigación el 3 de agosto de 2021. Para el 17 de noviembre, los tres policías encubiertos ya sabían cómo era la maniobra en esa propiedad: entraban personas con las manos vacías y, segundos después, se iban rápido con bolsas negras en su poder. Siempre a pie. Nunca en auto. Hasta tenían fotos del hombre y la mujer que operaban en ese búnker.

Sin embargo, a pesar de que no existía ninguna conexión objetiva que los habilitara a seguir a los chicos, los policías de civil decidieron acercarse. A los 55 metros, Julián frenó y Lucas bajó a comprar los jugos. A las 9.37.46, con las botellas en mano, volvió al auto. Luego, reanudaron viaje: los chicos doblaron a la derecha y los policías los siguieron de cerca.

Julián dobló hacia Iriarte. Lucas lo acompañaba adelante. Atrás, Joaquín a la izquierda y Niven a la derecha. Compartían las bebidas, escuchaban música y comentaban cómo les había ido en la prueba de fútbol. Lucas ya jugaba en las divisiones inferiores. Los policías estaban cada vez más cerca: el oficial Nieva manejaba, el inspector Isassi, jefe de la brigada, iba como copiloto y el oficial mayor Fabián Andrés López, atrás a la derecha.

La persecución estaba en marcha. En un momento, Julián les tocó bocina porque lo habían querido encerrar. Ya con el semáforo en rojo, Isassi dio la orden de actuar y Nieva cruzó el vehículo en 45 grados para impedirles el paso. Nieva salió del asiento del conductor y se puso frente a Julián y Lucas; Isassi, del lugar del copiloto, dio toda la vuelta y quedó próximo a Lucas y Niven; y López, que estaba atrás, se puso a espaldas de Niven y Joaquín.

Todo fue cuestión de segundos en Iriarte y Luzuriaga. Tal vez milésimas. A las 9.40, uno de los tres policías le acertó una bala calíbre 9 milímetros a Lucas: el proyectil ingresó por la frente, levemente hacia la derecha, y llegó hasta la parte superior de la mandíbula. La trayectoria fue de adelante hacia atrás, de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo. Otra bala le rozó el pómulo derecho.

En total, los tres policías dispararon once veces. Por la trayectoria del disparo mortal, López no lo hizo. Él estaba detrás de los cuatro chicos. Por eso, uno de sus tiros impactó en el guardabarro trasero izquierdo. En cambio, Nieva e Isassi los tenían de frente. De hecho, Isassi efectuó un tiro que quedó en el respaldo del asiento del acompañante. Sin embargo, la pericia balística descartó que fuera del arma de Isassi la bala que mató a Lucas -luego de que los médicos del Hospital Penna la extrajeran del cuerpo-, pero «no fue concluyente respecto de la Bersa Thunder 9 de Nieva».

Tiempo después, el perito balístico de defensa Elías Héctor Martín Iaconangelo concluiría que la bala que mató a Lucas la disparó Nieva, como reveló Encripdata.

Los policías supieron lo que habían hecho. No tiraron al aire para persuadir. No dispararon al piso para asustar. Fueron a matar. Según sus legajos de la Policía de la Ciudad, en su último entrenamiento anual de tiro, Isassi demostró una efectividad del 100 por ciento y Nieva y López, del 90 por ciento.

Si no hubo más víctimas, fue por circunstancias ajenas a su voluntad: Joaquín y Niven se agacharon mientras Julián doblaba hacia la izquierda para escapar. Según declararían después, Nieva e Isassi dispararon cuando Julián les tiró el auto encima. Julián, en tanto, recordó que aceleró cuando vio a esos policías apuntarles con sus pistolas. López, por su parte, disparó cuando escuchó los disparos sin saber quiénes los habían hecho.

Tan criminal fue el accionar de los uniformados que un testigo llamó al 911 para denunciar lo que le pareció un intento de robo: «Sí, escúchenme. Acá en Luzuriaga y Alvarado hubo un tiroteo, le pegaron un tiro a un chico para robarle el auto o algo. Yo escuché los tiros, por eso salí a ver. Manden el SAME».

A las 9.40.36, Isassi informó por sistema radial: «Enfrentamiento armado, enfrentamiento armado. En Vélez Sarsfield, en Iriarte y Vélez Sarsfield, por favor, se nos fue, se nos fue el vehículo, Suran color azul, cuatro masculinos armados. Por favor, Comando, que estén atentos, estaban armados. Cuatro masculinos menores, con apariencia menores, jóvenes».

A las 9.40.48, Niven, en shock, saltó del auto en movimiento.

Pocos segundos después, Julián llegó a llamar a su mamá: «Mamá, mamá, me quisieron robar el auto, hirieron a mi amigo». También a su papá: «Papá, papá, me quisieron robar y le pegaron un tiro a mi amigo». Javier intentó calmarlo y le dijo que buscara a policías para que lo ayudaran. De esas conversaciones en caliente, quedaba claro que los policías nunca se habían presentados como tal.

A tres cuadras de allí, en Alvarado y Perdriel, Julián frenó para pedirles auxilio a dos policías, Micaela Fariña y Lorena Miño, pero, en vez de eso, ellas los hicieron bajar del auto a él y a Joaquín mientras Lucas se moría. «A estos villeritos hay que darles un tiro en la cabeza a cada uno», los amenazaron mientras los esposaban.

Los policías, según Julián, dijeron algo más: «Nadie saca foto, nadie filma, nadie saca nada».

Joaquín recordó lo mismo. «¿Acá hay domo, jefe?», preguntó uno. Ante la negativa, otro ordenó: «Acá nadie graba, nadie saca fotos».

Mientras tanto, a las 9.46.16, Isassi volvió a mentir por el sistema radial: «Señor, veníamos recorriendo a la altura de Luna e Iriarte y observamos a este masculino que estaba haciendo maniobras evasivas ante el tránsito, que al colocarnos atrás denotamos la presencia de cuatro masculinos, sí, entonces, al pasar la altura de Vélez Sarsfield, intentamos hacerlos detener la marcha, cuando cruzamos el vehículo para obligarlos a detener, el acompañante esgrime un arma de fuego, sí, y colisiona al chofer y al suscrpto y bueno… continúa el procedimiento«.

A las 11.08.46, Isassi volvió a mentir por el sistema radial: aseguró que uno de los chicos les disparó, pero desde el sistema radial le informaron que hasta entonces no habían encontrado el supuesto arma.

Alrededor de las 11.30, los papás de Julián y Joaquín llegaron al lugar. Después de discutir y discutir, consiguieron que un comisario les sacara las esposas a los chicos. Los médicos del SAME ya habían llevado a Lucas al hospital.

Recién a las 11.23.31, desde el juzgado en turno ordenaron que fuera la Policía Federal (PFA) la que hiciera las pericias correspondientes porque del supuesto «enfrentamiento» había participado la Policía de la Ciudad.

A las 12, desde el Comando 911 de la Policía de la Ciudad llamaron al Pablo Andrés Blanco, subcomisario de la PFA, para que se hiciera cargo de las escenas primarias y secundarias conforme la orden de la fiscalía nacional de Menores 3.

Ya con la Policía de la Ciudad sin el control de la escena del crimen, todo se hizo más claro: el 18 de noviembre, la fiscal de menores María Fernanda Poggi, al descubrir las primeras irregularidades en el informe policial, solicitó la detención de Isassi, Nieva y López, pero el juez Alejandro Cilleruelo sobreseyó a los cuatro chicos por inexistencia de delito, les prohibió salir del país a los acusados y se declaró incompetente.

Recaída la causa en el juez Del Viso, la delegó en el fiscal Leonel Gómez Barbella y, por pedido suyo, también en el fiscal Andrés Heim, de la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin). El cambio de juez y fiscales significó un impulso determinante en el caso.

El fiscal Gómez Barbella fue por más: subió en la cadena de responsabilidades para encubrir el crimen. «Para emprolijar esta cagada», como ordenaron los jefes policiales.

Por eso, en el banquillo de los acusados no solo estarán Isassi, Nieva y López, acusados de matar a Lucas e intentar asesinar a Julián, Joaquín y Niven, sino también Daniel Alberto Santana, Rodolfo Alejandro Ozán, Fabián Alberto Du Santos, Ramón Jesús Chocobar, Juan Horacio Romero, Roberto Orlando Inca, Héctor Claudio Cuevas, Sebastián Jorge Baidón, Jonathan Alexis Martínez, Ángel Darío Arévalos y Daniel Rubén Espinosa, estos once por pretender encubrirlos, por caso, plantando en el auto de las víctimas una pistola de juguete.

Las familias de Lucas y sus amigos pidieron que el fiscal de instrucción colabore con Guillermo Pérez de la Fuente, pero este fiscal decidió llevar adelante el juicio únicamente con su equipo, que empezará el 16 de marzo de 2023 y se prolongará durante once jornadas de debate.

La investigación no terminó: por estos días, el fiscal Gómez Barbella lleva adelante una batería de medidas de pruebas contra otros acusados.

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