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El hilo invisible entre el crimen y el poder

«Fue el oficial Nieva»: por qué el perito balístico de los tres policías acusados por el crimen de Lucas señaló quién lo mató

El perito de los policías indicó que a Lucas lo mató Nieva

El perito de los policías indicó que a Lucas lo mató Nieva. Crédito: Encripdata.

Cinco segundos. O menos. Según el perito balístico de defensa Elías Héctor Martín Iaconangelo, ese fue el tiempo que pasó entre que Julián aceleró el Volkswagen Suran y los policías Gabriel Alejandro Isassi, Juan José Nieva y Fabián Andrés López abrieron fuego. Si bien argumentó que los acusados no atacaron a los cuatro menores de edad sino que se defendieron de la inminente embestida del auto -el abogado Alfredo Oliván lo consideró «agresión ilegítima»-, Encripdata pudo saber que el especialista dejó a un lado la coartada del «enfrentamiento armado», indicó cuál de los tres realizó el tiro que mató a Lucas González y reconoció indirectamente que uno de ellos siguió disparando incluso cuando el vehículo se alejaba. Como coincidieron el juez Martín Del Viso y el fiscal Leonel Gómez Barbella, los policías de civil, «sin tener ningún indicio objetivo que lo habilite», los persiguieron, les cruzaron el patrullero no identificado y bajaron con las armas en la mano.

En total, los tres policías dispararon once veces. Según la autopsia, un proyectil calíbre 9 milímetros ingresó por la frente de Lucas, levemente hacia la derecha, y llegó hasta la parte superior de la mandíbula. Según los informes de los peritos de la Policía Federal (PFA), la trayectoria fue de adelante hacia atrás, de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo. Por la trayectoria, López no fue. Él estaba detrás de los cuatro chicos. Por eso, uno de sus tiros impactó en el guardabarro trasero izquierdo. En cambio, Nieva e Isassi los tenían de frente. De hecho, Isassi efectuó un tiro que quedó en el respaldo del asiento del acompañante. Sin embargo, la pericia balística descartó que fuera del arma de Isassi la bala que mató a Lucas -los médicos del Hospital Penna la extrajeron del cuerpo-, pero «no fue concluyente respecto de la Bersa Thunder 9 de Nieva».

El perito de parte Iaconangelo planteó disidencias sobre los informes oficiales, especialmente sobre el fragmento «M», que fue la parte de la bala que los médicos extrajeron de la cabeza de Lucas, y el fragmento «H», que fue la otra parte que una médica encontró en la ropa de la víctima: «Haciendo un relevamiento de los indicios hallados en el lugar de los hechos, es muy viable expresar y hasta darle una opinión que se aproxima un nivel de certeza, fundado en la experiencia y la observación, que los fragmentos individualizados como ‘H’ y ‘M’ fueron parte componente de un mismo proyectil encamisado, el cual al impactar en el parabrisas generó la impronta B-1, donde sufrió las deformaciones antes referidas, fruto del multilaminado de dicho panel, y se fragmentó por lo menos en dos partes, pudiendo haber más no halladas hasta el momento».

Una de las doctoras que atendió a Lucas en el Hospital Penna le entregó el fragmento «H» al oficial Daniel Rubén Espinosa. Este policía fue uno de los primeros en llegar a la escena: de hecho, reconoció haber ayudado a la médica del SAME a sacar al joven del auto -«con un empujoncito»- para subirlo a la ambulancia, momento en el que tuvo la posibilidad de revisar si, como decían Isassi, Nieva y López, la víctima o sus amigos tenían armas, pero no vio ninguna, y confirmó haberse quedado como consigna policial en la guardia. Cuando recibió lo que quedaba del proyectil, lo guardó provisoriamente en una servilleta de papel -improvisó un sobre-, llamó a su superior, inspector José Damián Tévez, y le ordenó que se lo entregara al personal de la PFA cuando se hiciera presente. Los investigadores no analizaron si Espinosa alteró esa prueba, pero el juez Del Viso igual lo procesó, junto a otros doce uniformados, por modificar otros elementos para encubrir a los tres policías acusados por el crimen.

A pesar de lo informado por los especialistas de la PFA -«no fue concluyente respecto de la Bersa Thunder 9 de Nieva», el perito de parte Iaconangelo reafirmó que los fragmentos «H» y «M» pudieron haber sido parte de un mismo proyectil que se fragmentó cuando impactó en el parabrisas (impronta B1). El orificio se ubicó a 20 centímetros del borde izquierdo y a 30,5 centímetros del borde inferior -mirando de frente el auto-. Al tener en cuenta las fisuras radiales, las fisuras concéntricas, el punto de contacto, el cono de desprendimiento en forma de bisel, determinó el calíbre del proyectil -compatible con un 9 milímetros- y el ángulo de incidencia: «De adelante hacia atrás, del exterior al interior, de derecha a izquierda y ligeramente ascendente».

En esa secuencia, el único que pudo realizar ese tiro fue Nieva: «Dado que se descartó categóricamente que hubiera sido este proyectil disparado por las armas de López e Isassi, es muy probable, por mas que no se haya podido establecer una relación de identidad, que fuera disparado por el arma asignada al oficial Nieva, al que se lo ubicó, según trayectoria de la impronta B1 (parabrisas), en la zona anterior derecha del Volkswagen Suran».

El perito de parte Iaconangelo, entonces, insistió en su «hipótesis más viable»: que los policías no atacaron a los cuatro menores de edad sino que se defendieron de la inminente embestida del auto. «El incidente se inició -concluyó- al momento de la súbita aceleración del Volkswagen Suran, donde embistió de frente y en su zona derecha al oficial Nieva, que mientras caía hacia atrás, disparó su arma, generando la impronta B1, donde uno de los fragmentos resultantes del impacto lesionó la humanidad de Lucas, que se hallaba en el asiento delantero derecho, recibiéndolo por haberse agazapado seguramente antes que el auto arrancara, a los fines de guarecerse próximo a la pierna derecha del conductor».

El especialista afirmó que los policías abrieron fuego cuando Julián aceleró, pero no analizó por qué el joven hizo eso y por qué Lucas se agachó. Lo más probable, según los testimonios de los otros dos chicos, Joaquín y Niven, que no se desarmonizaron con las declaraciones de testigos oculares y auditivos de la escena, sería que Lucas se haya agachado al ver bajar a Nieva del patrullero no identificable con el arma en la mano -al igual que Isassi y López. Como Lucas no tenía una pistola -hasta policías procesados por encubrimiento reconocieron que le plantaron la réplica de «The Punisher», que ni siquiera tenía sistema de disparo-, lo único que pudo hacer, como defensa, fue agacharse. Julián, en tanto, al ver a Nieva apuntándolo, reaccionó arrancando el auto y doblando hacia la izquierda. Una vez que se dieron cuenta de que Lucas estaba gravemente herido, Joaquín bajó del vehículo y le pidió ayuda a dos policías mujeres, la oficial Micaela Fariña y la oficial Lorena Miño, que en vez de auxiliarlos, los detuvieron. Si Nieva, Isassi y López hubieran tenido el uniforme puesto o si se hubieran identificado como policías, una de dos: los jóvenes no habrían intentado escapar o no habrían pedido ayuda a otros uniformados si lo que querían era fugarse de un operativo policial.

Por eso, la conclusión del juez Del Viso fue categórica: sin tener ningún indicio objetivo que lo habilitara, los persiguieron, les cruzaron el patrullero no identificado y bajaron con las armas en la mano.

Es más, consideró: «No caben dudas de que la muerte de Julián, Joaquín y Niven no se concretó por circunstancias totalmente ajenas a la voluntad de Nieva, Isassi y López»; en el caso de Lucas, fueron «coautores materiales».

Tal vez el perito de parte Iaconangelo planteó su disidencia ante la pericia oficial no para responsabilizar a Nieva sino para sostener que como lo estaban por embestir con el auto, disparó para intentar neutralizar, en palabras del abogado Oliván, la «agresión ilegítima». Acto seguido, Isassi efectuó un «disparo posiblemente reflejo al escuchar el realizado por Nieva». Y, milésimas de segundos después, López, «al oír esos disparos, efectuó cuatro».

Tras el desenlace fatal, Nieva pidió asistencia. Según el parte realizado por los médicos de la guardia, «el paciente no presentó densidad ósea ni lesión compatible con fractura». El traumatólogo lo mandó de vuelta a su casa.

López, que siempre estuvo detrás de los chicos y del auto, declaró: «En ese momento, sentí que me moría, que no iba a ver más a mis hijos, a mi esposa». Isassi agregó: «Sentí que atentaron contra mi vida».

Pero ese tiro de Isassi fue todo menos «reflejo»: rompió el vidrio de la puerta trasera derecha (impronta B2), donde viajaba Niven, e impactó en la parte posterior del respaldo del asiento delantero derecho (impronta B2a), donde iba Lucas. La trayectoria del disparo fue ligeramente de atrás hacia adelante, del exterior al interior, de derecha a izquierda y descendente. Para lograr ese ángulo, que entrara por la puerta de Niven, pero llegara al asiento de Lucas, además del rebote y ligero desvío al atravesar el vidrio, Isassi debió abrir fuego cuando el auto no representaba una amenaza, si es que alguna vez lo fue, para sí y para sus compañeros (ver foto).

Un tiro -otro más- muy alevoso.

Casi que a traición.

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