Encripdata

El hilo invisible entre el crimen y el poder

Un Pink Panther quiere casarse en la cárcel y reconocer a sus hijos para evitar que lo extraditen a Francia e Italia

Un Pink Panther quiere casarse en la cárcel para evitar que lo extraditen a Francia e Italia

Un Pink Panther quiere casarse en la cárcel para evitar que lo extraditen. Crédito: Ministerio de Seguridad.

A la hora de la acción, este Pink Panther era puro nervio de acero: sorprender, atracar y huir. En cuestión de segundos. Cronometrados. Pero a la hora de bajar el perfil, lo traicionó el amor, así como le sucedió a Pablo Escobar en los años noventa en Colombia por hablar por teléfono con su hijo o, más acá en el tiempo, a Gerardo González Valencia, número dos de los «Cuinis», brazo financiero del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), por ir a buscar a sus hijos al colegio en Uruguay. Por algo parecido cayó Rocco Morabito, capo de la Ndrangheta, al año siguiente también en ese país. A este famoso ladrón de joyas montenegrino le jugó una mala pasada su amor por una argentina. Ahora, según pudo reconstruir Encripdata, quiere casarse con ella y reconocer a los hijos para intentar evitar su extradición a Francia e Italia.

Alias «Beto», como dice que se empezó a llamar en Buenos Aires, realmente era bueno en lo suyo: el 30 de agosto de 2005, él y tres cómplices sorprendieron a todo Saint-Tropez, en la Costa Azul francesa, atracaron la Julian Joailliers y huyeron a bordo de una lancha con dirección a Port-Grimaud. Llevaban dos bolsas negras, llevaban joyas por 2,5 millones de euros. Todo en solo 75 segundos. Una «facturación» de 33 mil euros por segundo. Sin herir a nadie. Algo así como «en barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores», pero cuatro meses antes de que los ladrones argentinos y uruguayos del «robo del siglo» dejaran esa frase para la historia en el banco del Gran Buenos Aires del que el 13 de enero de 2006 se fueron por una alcantarilla con 19 millones de dólares.

Si a los protagonistas del «robo del siglo» argentino los delató la mujer de uno de ellos, a «Beto» lo hizo caer su propia torpeza al pedirle a su pareja que le leyera por teléfono lo que los diarios decían sobre su gran golpe francés. Así fue como, según publicó Liberation, los investigadores de la Interpol llegaron hasta su escondite en Bosnia y Herzegovina. Aunque detenido, las autoridades de ese país rechazaron extraditarlo a Francia por su doble nacionalidad. De ese beneficio no se olvidaría nunca. De su amor francés, la de esa llamada, sí: no hizo nada para que no la enjuiciaran por lo que había hecho él. Cuando recuperó la libertad, volvió a lo suyo.

A Dusko Martinovic, uno de sus cómplices, la justicia francesa lo sentenció a 15 años de prisión por ese atraco. A «Beto» lo condenaron a la misma pena, pero en ausencia. A Tripo Penovic, los detectives nunca lo atraparon, pero alguien lo alcanzó el 30 de junio de 2008 en Zagreb, Croacia. Lo alcanzó a los tiros. Siete. Tenía 41 años.

Con los Pink Panthers, llamados así desde que en el 2003 uno de sus integrantes escondió un diamante en un envase de crema durante un golpe en Londres, Inglaterra, como uno de los personajes de la Pantera Rosa, «Beto» volvió a ser noticia cuando atracaron la joyería Paradiso Luxury en Milán, Italia, para llevarse 20 relojes de alta gama. En Italia, también, conoció a una argentina, de la que se enamoró perdidamente.

Ya no solo Francia lo buscaba. Desde entonces, también Italia. Entonces decidió seguirle los pasos a su nuevo amor. De alguna manera entró a la Argentina, de alguna manera se instaló en Avenida del Libertador y Ramallo, frente a la ex Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), actual Espacio Memoria y Derechos Humanos, y de alguna manera rehizo su vida, junto a su novia argentina, pero bajo el nombre de Eduardo René Díaz.

Pero esa vida se le escurrió de las manos cuando los detectives italianos se dieron cuenta de su relación con la mujer argentina. De inmediato, alertaron a sus pares de Interpol en Buenos Aires. Autorizados por el juez federal Sebastián Casanello, los uniformados lo arrestaron el 19 de abril de este año. A las 8.47 de la mañana, cuando salió de su casa, llevaba pesos, dólares, euros y guaraníes.

Bajo prisión preventiva con miras a la extradición, recordó su suerte en Bosnia y Herzegovina cuando, por su doble nacionalidad, evitó ser extraditado a Francia. Entonces, contrató al abogado Carlos Broitman, que, aunque defendió a los narcos más importantes que pasaron por la Argentina, desde los colombianos Henry De Jesús López Londoño, alias «Mi Sangre», e Ignacio Álvarez Meyendorff hasta los locales Gustavo y Eduardo Juliá e Ibar Esteban Pérez Corradi, se define como un especialista en procesos de extradición.

Ya con Broitman al frente de la estrategia judicial, «Beto» pidió autorización para casarse con su novia argentina y reconocer a los mellizos que tuvo con ella el 8 de mayo de 2017. El juez Casanello resolvió el 7 de octubre que sean los responsables del Departamento de Asistencia Social de la cárcel de Marcos Paz los que ayuden al detenido a llevar adelante sus deseos, como establece la Recomendación 734 de la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN). Una vez que tenga los papeles en regla, el ladrón de joyas montenegrino hará un segundo planteo, ya de fondo, que no es otra cosa que su único deseo: conseguir que el magistrado rechace la extradición a Francia o Italia por considerar que tiene una familia que depende de él en la Argentina, es decir, por aquello del principio del «interés superior del niño» aunque no existe jurisprudencia concluyente.

Si el juez Casanello aprueba la extradición, Francia no podrá obligarlo a cumplir la sentencia a 15 años de prisión porque la Argentina no contempla el juicio en ausencia en su Constitución Nacional y, por lo tanto, tampoco lo reconoce en el tratado de extradición del 26 de julio de 2011. En ese caso, entonces, las autoridades francesas deberán someter al acusado a un nuevo debate. Mientras tanto, su abogado podría demorar todo lo posible el proceso, que ya lleva siete meses, para intentar tirar abajo el caso por la prescripción de la acción penal.

Su destino final podría ser, entonces, Italia.

A orillas del mar Adriático y con el viento soplando desde su Montenegro natal.

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