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Un paso adelante

Viajes al Caribe, la amiga policía y la pistola que quería: detalles del juicio a la misteriosa abogada por el doble crimen de Belgrano

Los secretos de la DEA en "Bobinas Blancas" que terminaron en el doble crimen de Belgrano

Las claves de Bobinas Blancas para resolver el doble crimen de Belgrano. Crédito: Encripdata.

El juicio empezó en marzo y terminará recién en el 2022. Señalada como cómplice del sicario que cometió el doble crimen de Belgrano, ella prometió decir su verdad cuando estuviera en el banquillo, pero hasta ahora no rompió el silencio. Desde la sala de videoconferencia de la cárcel de Ezeiza, estuvo todo el año viendo cómo testigos, policías y peritos, uno tras otro, la hundían, pero ella nada. La abogada Julieta Bonanno, la acusada en cuestión, ni siquiera se inmutó cuando, según pudo reconstruir Encripdata, una de sus mejores amigas la mandó al frente en una de las últimas jornadas del debate. Los fiscales Marcelo Colombo y Miguel Yivoff deberán esperar a febrero para realizar el alegato contra Bonanno por su rol en el doble crimen del narco mexicano Rodrigo Alexander Naged Ramírez, al que defendía en el caso «Bobinas Blancas«, y su hijo John Naged.

Pero, primero la secuencia del caso. Todo comenzó el 13 de marzo de 2017 cuando el agregado de la DEA en la Argentina, Steven Genevish, le ofreció al superintendente de Drogas Peligrosas de la Policía Federal (PFA), comisario general José Luis Valdivia, «compartir información relacionada con el tráfico de drogas». Tan buena era la data que al juez federal Adrián González Charvay y a los detectives de la PFA les bastaron tres meses para realizar el 18 de junio de 2017 los allanamientos, incautar 1862 kilos de cocaína y atrapar a Naged Ramírez y el resto de la célula mexicana por las «Bobinas Blancas».

En enero de 2018, mientras se encontraba alojado en la cárcel de Ezeiza, Naged Ramírez sufrió un accidente cerebrovascular (ACV). Al mexicano lo internaron en la Clínica Privada Monte Grande SA. El 14 de marzo de 2018, el magistrado elevó el expediente a juicio oral. Al día siguiente, suspendió el proceso contra aquel por su estado de salud. Acompañado por su hijo, se instaló en el departamento D del piso 10 de la avenida Cabildo 2659.

El 4 de junio de 2018, la abogada Bonanno los fue a visitar, pero cuando bajaron para abrirle la puerta, el sicario aprovechó para meterse en el edificio. A los pocos minutos, padre e hijo terminaron con un tiro en la cabeza. La mujer, que dijo haber sido encerrada por el asesino en el lavadero, fue la que llamó al 911. En su mano izquierda y en su pantalón, tenía restos de pólvora. Llamativamente, siendo la única que podía reconocerlo, la dejó viva.

El 7 de junio de 2018, el juez ordenó arrestarla.

En su casa, los detectives encontraron un papel: «Naged Ramírez: lo van a matar» y «muerto».

De lo que se sabe de la vida de Bonanno, nada cierra. Tampoco en su corta trayectoria como abogada. A sus 29 años, apareció en el 2017 de la nada para defender a Naged Ramírez y otros tres mexicanos por los 1862 kilos de cocaína en las «Bobinas Blancas». Menos que supiera que a su cliente lo iban a matar y no hizo nada por evitarlo. No le avisó a él ni a la Policía. Y tenía razón: lo mataron. En su historial, aparecen dos viajes. Aunque en el informe de la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) figuran como salidas hacia Perú, entre el 21 de agosto y el 2 de septiembre de 2017, y Uruguay, entre el 7 y el 16 de mayo de 2018, los investigadores sospechan que, en realidad, fueron escalas hacia sus destinos finales: México y República Dominicana. Lo que es seguro son sus acompañantes: en ambos viajó con su amiga Vanesa Flavia Aquino y el novio.

Encripdata pudo saber que Aquino es íntima amiga de Bonanno, cursó con ella la carrera de la Facultad de Derecho en la Universidad de Morón y también se recibió como efectivo de la Escuela de Policía Juan Vucetich. En uno de esos viajes, siempre según los investigadores, Bonanno visitó a «la Tía», una mujer que le bajaba órdenes de la célula narco. Mientras estaba en el Caribe, la acusada arregló un encuentro con el narco y su hijo en los alrededores del Parque Saavedra. Obviamente, ella no fue. Asustado, John le comentó la situación a su novia: «Y mira que te toca escribirle a tí. Si no iba a llegar, no tener ni la delicadeza de decirte que no bajen. Es muy pesada, Cielo. Eso de que estaba en una comisaría, más rebuscado. Ya con la de hoy como que siento que ella está buscándonos el lado flaco, poniéndonos para que nos arranquen. Me da como miedito. Ojalá no sea lo que pienso».

Dos semanas atrás, Aquino, la amiga policía, reconoció haber compartido esos viajes al Caribe. Encripdata pudo saber que reconoció algo todavía más inquietante: que la acusada le había preguntado a finales de 2017 «si le podía conseguir un arma de fuego». Aquino no podía negarlo: en la audiencia, los fiscales le exhibieron los mensajes en cuestión. A ella solo le quedó aclarar que nunca le dio una. Al principio, Aquino estuvo en la mira de la Justicia por ese y otros mensajes. De hecho, el juez González Charvay ordenó inspeccionar su casa, pero nunca llegó a imputarla.

En aquella época, no solo a su amiga policía, Bonanno le consultó a varias personas sobre una pistola. A algunos les dijo que era solamente para practicar tiro, pero a otros les comentó que era para defensa personal. Nunca dijo a qué le tenía miedo. O a quién. A esa altura, lo único cierto era que el hijo del narco le tenía desconfianza a ella y no al revés.

En esa audiencia, Bonanno tampoco habló.

Pero fuera del juicio habló dos veces.

Lo hizo ante los periodistas Virginia Messi, de Clarín, y Ricardo Ragendorfer, de Télam. Messi escribió: «Los del Ministerio de Justicia me dijeron textual: ‘No importa que no sepas nada de los homicidios, hablá con el fiscal sobre la causa de narcotráfico y entrás al Programa de Testigos Protegidos, vos sabés cómo es esto’. Me negué, por supuesto’, contó Bonanno, quien sostiene que la principal razón para su detención fue, precisamente, forzarla a que dé información sobre ‘Bobinas Blancas’. ‘Culparme de los crímenes de Naged Ramírez y su hijo John les dio una excusa para allanarme y ver mis papeles’, detalló.

En esa extraño complot imaginario, Bonanno se olvidó un pequeño detalle: como reveló Encripdata, Max Rodríguez Córdova, el otro jefe de la «pata local» del cártel mexicano, declaró como «imputado colaborador» ante el fiscal Pedro Rebollo, pero el juez González Charvay no lo aceptó con base al primer párrafo del artículo 3 de la Ley 27.304: «Oportunidad: el acuerdo con el imputado arrepentido sobre lo previsto por el artículo 41 ter del Código Penal deberá realizarse antes del auto de elevación a juicio, cierre de la investigación preparatoria o acto procesal equivalente». El magistrado cerró la instrucción el 14 de marzo de 2018 y, aunque abrió un expediente residual, no le interesó contar con lo que sabía Rodríguez Córdova. No cierra, entonces, que el juez quisiera que la abogada declarara como testigo protegida cuando pudo tener al narco como «arrepentido» y no lo hizo.

De hecho, al día de hoy, los investigadores no saben quién es alias «Licenciado», el hombre detrás de la operación narco, qué cártel fue el que intentó hacer las «Bobinas Blancas» entre Argentina, México y Canadá y dónde están el canadiense Kenneth James Booth y los mexicanos Javier Cabrera Madrigal -sobrino del «Licenciado»-, Juan Manuel Corsa Pimentel y Rubén de Luna Rodríguez si es que esos son sus verdaderos nombres.

Ante las preguntas de Ragendorfer, Bonanno siguió con su relato, reconoció lo del encuentro imposible con su cliente y el hijo en los alrededores del Parque Saavedra cuando ella estaba de viaje en el Caribe, pero se excusó de contar cómo hizo para salir del lavadero donde el sicario la encerró antes de cometer el doble crimen de Belgrano: «Eso lo voy a contar oportunamente ante el tribunal».

Hasta ahora, no lo hizo ni parece que vaya a hacerlo.

Con tantas pruebas en su contra, ninguna explicación le alcanzaría ya para salvarse.

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