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El hilo invisible entre el crimen y el poder

Ariel Sosa, el narco que se burlaba de la Justicia gracias a un juez, pero no pudo escapar de un lector de patentes

Ariel Sosa, el narco que se burlaba de la Justicia gracias a un juez, pero que no pudo escapar de un lector de patentes

Ariel Sosa, el narco que se burlaba de la Justicia gracias a un juez. Crédito: Clarín.

Policías bonaerenses detuvieron en las últimas horas a Ariel Alberto Sosa, integrante de una organización narcocriminal asentada en Chaco, pero fue de pura casualidad: tal vez por sentirse impune, tal vez por sus conexiones judiciales, a este hombre de 42 años poco le importaba conducir una Toyota Hilux con pedido de secuestro reciente, pero tuvo la mala suerte de atravesar un lector de patentes en Villa Fiorito, Lomas de Zamora.

Tres años atrás, la mañana el 28 de abril de 2022, los gendarmes lo allanaron a él y a toda su familia por lavado de activos provenientes del narcotráfico. Aquel día empezaron los problemas para ellos y, como reveló Encripdata, para el juez que los debía investigar.

«No, oficial, contra mí no hay orden de detención». Con esas palabras recibió Lucas Matías Sosa a los uniformados. Y hasta las 8.38 de aquel día tenía razón: recién a esa hora Miguel Mariano Aranda, conjuez a cargo del juzgado federal de Roque Sáenz Peña, firmó la orden en su contra. Al final, los uniformados se lo llevaron esposado, pero no encontraron a su hermano, Ariel, ni a otros cinco miembros del clan, pero eso sí que no fue casualidad.

Para entender esta historia, cada minuto cuenta: el fiscal federal Carlos Amad solicitó los arrestos de los siete integrantes del clan Sosa el 27 de abril a las 7.30 de la mañana y el conjuez Aranda las aprobó a las 23.55. Sin embargo, a la Gendarmería le ordenaron la detención de todos menos de Lucas. El magistrado salvó el error a las 8.38, con una nueva orden que llegó a la fuerza a las 9.13. Pero no todo era lo que parecía.

Un poco por el llamativo error, otro poco por la sorpresa del único detenido, los investigadores rebobinaron: al revisar la cámara de seguridad de Blue Moon, un local ubicado frente a la casa de los Sosa, se dieron cuenta que los acusados la abandonaron ese 27 de abril a las 14.52, es decir siete horas después del pedido del fiscal y nueve horas antes de la orden del conjuez. Al final, Lucas se quedó porque su información era de primera: a él no lo iban a arrestar. No contaba con que era un error.

Por la filtración, Ana María Flamenco, integrante del clan, pudo esconderse a tiempo. Y es con ella donde el círculo cierra: acusada por narcotráfico y lavado de activos, la mujer de 56 años pagaba el seguro de un camión de la empresa EAFA SRL de Martín Rafael Raimundo y Clarisa Daniela Galissier. Se trata del vehículo con patente AA616UN.

Galissier es la cuñada del propio conjuez Aranda. Flamenco es ni más ni menos que la mamá de los Sosa. Por si no se entendió: la mamá del jefe del clan narco pagaba el seguro de un camión de la empresa de transporte de la cuñada del conjuez que los debía investigar.

Por este y otros delitos, los fiscales federales Carlos Amad, Patricio Sabadini, Federico Carniel y Diego Iglesias, de la Procunar, avanzaron contra el por entonces magistrado. Durante el allanamiento al por entonces conjuez Aranda, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) halló, entre otras cosas, plata atada a un expediente por narcotráfico.

A Lucas, el único de los Sosa que no se escondió, ya lo condenaron. A Ariel lo sumarán al proceso de la familia.

El tribunal, en cambio, dejó el juicio al ex conjuez Aranda para junio de 2026.


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