Futbolistas rechazaron jugar en la ciudad que vio nacer a Messi y Di María por miedo a los narcos
En Cullen al 3400 hay un paredón que se extiende por toda la cuadra. Está en Triángulo Moderno, un barrio de Rosario. A veces amanece con los colores de Newell’s y el dibujo de un parlante con el que cargan a Central. Otras veces se despierta con los del «Canalla» y el recuerdo del «4 a 0 y abandono» con el que gastan a la «Lepra». De un lado del paredón viven los internos del Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil (ex Irar). Algunos le dicen la cárcel de menores. Del otro lado del paredón vivía Jorge Raúl Gerez. Tres sicarios lo convirtieron en la víctima 264. Eso fue el 1º de diciembre. Al 2022 todavía le faltaba un mes y ya alcanzaba el récord del 2013, marcado por el crimen de Claudio «Pájaro» Cantero. Al final, el departamento de Rosario terminó el año con 287 crímenes dolosos.
Así, pasan los gobernadores, los ministros y los jefes policiales, pasan los gobiernos nacionales, los ministros y los planes de seguridad, y en Rosario queda -y se potencia- la violencia: 2216 crímenes en los últimos diez años.
Que no se malinterprete: el conurbano bonaerene tiene su violencia, el gran Córdoba tiene la suya, pero Rosario explica uno de cada diez crímenes en el país, según el último informe del Sistema Nacional de Información Criminal del Ministerio de Seguridad de la Nación (datos sobre 2021), al que accedió Encripdata.
Para que se entienda: Rosario es, de unos años a esta parte, la ciudad más insegura de la Argentina y nada indica que vaya a cambiar. Todo lo contrario.
La violencia se apoderó de la vida cotidiana de la ciudad. Lo dijo sin vueltas esta semana Miguel Ángel Russo, director técnico de Rosario Central: «Las complicaciones del libro de pases fueron muchas. Nos encontramos con esposas (de jugadores) que no quieren venir a vivir a Rosario. Es una realidad. Es muy duro, y me duele decirlo, pero chocamos contra eso también».
No hizo falta que Miguelito dijera más.
Pero la violencia, la muerte, está tan naturalizada que la mayoría de los medios dejó pasar la revelación de Russo.
De Rosario es Ariel Máximo Cantero. Este 14 de mayo cumplirá 35 años. Con ocho condenas y quién sabe cuántos crímenes sobre sus espaldas, «Guille» acumula penas por 96 años, de los cuales deberá cumplir 50 años como máximo. En junio cumplirá sus primeros diez.
En el bajo mundo del crimen organizado, a «Guille» algunos lo llaman «Anteojitos».
Esteban Lindor Alvarado, uno de sus rivales, prefiere llamarlo Robledo Puch, el asesino serial que cumplió 50 años preso. Para dimensionar el tiempo que lleva tras las rejas: cuando entró, en 1972, la Selección argentina no había ganado ningún mundial. Hoy tiene tres estrellas.
Ante el tribunal que lo condenó, allá por 1980, Robledo Puch juró: «Algún día voy a salir y los voy a matar a todos».
Tal vez por eso, ningún juez quiere que su nombre quede atado a los deseos del Ángel de la Muerte en libertad.
«Guille» pareciera disfrutar la comparación hecha por Alvarado. En uno de los juicios, cuando, por protocolo, le preguntaron por su oficio, contestó: «Contrato sicarios para tirar tiros a jueces». El tribunal le dio la razón: lo condenó por esas balaceras.
Un detalle: esas balaceras las ordenó desde la prisión. Es decir: parte de lo que sucede en Rosario lo decide él desde su celda. Y esto también parece estar naturalizado.
Alvarado también tiene sus muertos. Y hasta hizo una lista con sus «objetivos». Algunos los cumplió.
Uno de los fiscales que investigó a los Monos contó que se pone un chaleco antibalas cuando va a comprar una pizza. «No es lo más lindo, pero me estoy acostumbrando», lamentó Matías Edery.
Esposas de futbolistas no quieren eso para sus vidas: decidieron no vivir en Rosario, cuna de los campeones del mundo, Lionel Messi y Ángel Di María; decidieron que sus maridos no jueguen en uno de los equipos más importantes del país. Qué parte no se entiende de lo que pasa.