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Un paso adelante

La «lista negra» de Lindor Alvarado: Pullaro, un diputado y un abogado poderoso

La lista negra de Lindor Alvarado, según el testigo muerto en Rosario

La lista negra de Alvarado, según el testigo muerto en Rosario. Crédito: Encripdata.

Desde que declaró como testigo de identidad reservada, Carlos Héctor Argüelles supo que eso fue comprarse un pasaje al infierno. Con eso empezaba la cuenta regresiva. Entonces, tomó dos decisiones: se negó a vivir custodiado las 24 horas y anotó cosas en un cuaderno. Si le quedaban algunos o pocos días por vivir, quería que fueran como antes de todo esto, antes de que todo esto fuera cierto. El lunes 6 de septiembre lo sorprendieron justamente así, laburando en su taller mecánico, su vieja normalidad: sicarios de un capo narco para quien había trabajado lo ejecutaron de dos tiros en la cabeza. Pero, lejos de callarlo, con su muerte lo hicieron hablar más: Encripdata pudo saber de dos fuentes que el testigo asesinado escribió en ese cuaderno cuáles son las personas que figuran en la lista negra de su exjefe: Esteban Lindor Alvarado.

De puño y letra, Argüelles fue anotando las cosas que recordó vivir al lado de Alvarado. En ese cuaderno, el testigo enumeró quiénes podrían ser los siguientes: un exfuncionario, un diputado y un abogado.

También dejó para la historia las frases de su exjefe que le retumbaron en la cabeza hasta el último día: «Picana con Luis ‘Trapitos’. AMF. El poncho competición. Coronamos. Antes que llore mi mamá, que llore la tuya. Papelitos en el aire cancha R. C. No tengo ‘banda’. Robledo Puch ‘Guille’. Quién te dijo que quiero vivir tranquilo. Avionetas caídas en Paraguay. Bunkers: queman gente viva o matan a tiros a la gente en la puerta, ‘Carpincho’. Balaceras comadre Blas Parera. Cumple Santi y oficinas Vilota».

El exministro de Seguridad de Santa Fe Maximiliano Pullaro es, según Argüelles, uno de los objetivos de Alvarado. Encripdata revela su nombre porque así lo autorizó.

La lista completa de los objetivos del capo narco Alvarado. Crédito: Encripdata.

Si a Argüelles lo tenía entre ceja y ceja por haber entregado información de su organización a cambio de una reducción de pena, a Pullaro lo tenía marcado por haber liderado el operativo para atraparlo.

Más inteligente para los negocios, pero igual de violento que «los Monos» cuando hacía falta, Alvarado cayó el sábado 2 de febrero de 2019 en la zona de Embalse Río Tercero, Córdoba. Hasta allí fueron las tropas de operaciones especiales (TOE). El entonces ministro puso su auto particular a disposición porque necesitaban un vehículo que no pudiera ser identificado. Los policías, muchos vestidos de civil, ubicaron a un hombre muy parecido al objetivo, aunque un poco más flaco que de costumbre, con barba crecida y una gorra que dificultaba reconocerle la cara, pero, cuando sospechó que aquellos podían ser agentes encubiertos, empezó a correr y descartó el celular en el lago.

No pudo ir muy lejos.

Y el celular no se dañó.

Los investigadores, entonces, avanzaron sobre las operaciones de narcotráfico y lavado de las ganancias de Alvarado. Así fue como llegaron a Argüelles, el mecánico, que se encargaba de adulterar la numeración de los autos de la banda. «Emponcharlos». Pero luego descubrieron que había estado detrás del desvío de la investigación del crimen del prestamista Lucio Maldonado, ocurrido entre el 10 y el 13 de noviembre de 2018, y de las balaceras al Centro de Justicia Penal y al edificio de Tribunales, sucedidas al mes siguiente, en este caso como de «falsa bandera», es decir, para perjudicar a sus enemigos de siempre: «los Monos». Todo por pedido de su jefe.

Buscando pruebas por el crimen de Maldonado, los detectives descubrieron demasiadas conexiones con el asesinato de Cristian Enrique, cometido en esa misma época. La misma banda que secuestró, ejecutó y descartó el cuerpo del prestamista, fue la que hizo lo mismo con aquel joven. En el mundo de las drogas, a Enrique lo habían señalado como el que atacó a tiros al papá de Mauricio Laferrara en un intento de ajuste de cuentas contra el propio «Mauri» Laferrara por haber acribillado en abril de 2018 a tres sicarios de «los Monos», Ezequiel David «Parásito» Fernández, el hermano José Horacio «Grasita» Fernández y Gerardo «Abuelo» Abregú, conocido como el triple crimen de General Baigorria.

Históricamente, el clan Alvarado operó en la zona norte de Rosario y el clan Cantero, en la zona sur. «Esteban» siempre negó estar peleados a muerte. De hecho, en sus defensas en los medios, dijo haber conocido a Claudio Ariel «Pájaro» Cantero a partir de su amistad con Andrés «Pillín» Bracamonte, jefe de la barra de Rosario Central. Del «Guerrero». Pero esos ajustes de cuentas y las balaceras de «falsa bandera» sugerían otra cosa.

Como sea, Pullaro envió a dos policías de investigaciones a Nueva York, Estados Unidos, para que una empresa contratista del FBI pudiera abrir el teléfono de Alvarado. El capo narco no hablaba por línea, se comunicaba por Telegram, con mensajes encriptados. Esos chats hoy no solo lo complican a él sino a sus cómplices. Como lamentó el fiscal Luis Schiappa Pietra, «a esta altura ha quedado muy evidenciado que no existe crimen organizado sin participación estatal». Lo dijo alguien que sabe: fue uno de los fiscales que consiguió la primera condena a «los Monos».

Y después de que abrieran el celular, el que abrió la boca fue Argüelles. Contó lo que sabía y, por las dudas o para liberarse de las cosas que había hecho, anotó todo en un cuaderno. En marzo, Argüelles le dijo al diputado provincial Carlos Del Frade que los dos figuraban en la lista negra de Alvarado. En septiembre, después de dos intentos fallidos, finalmente mataron a Argüelles. Sus otros objetivos: Pullaro y un abogado que no vive en la provincia, que pidió no ser mencionado por lo delicado del asunto.

Alvarado, mientras tanto, jura que se dedicaba a la venta de sábanas.

En la cárcel de Marcos Paz espera el juicio por dos de esos crímenes.

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