Traición a la mexicana: condenaron a prisión perpetua a la abogada que «entregó» a su cliente narco y al hijo al sicario «fantasma»
Aquel 4 de junio de 2018, un hombre encapuchado se coló en el edificio de la avenida Cabildo 2659 mientras el mexicano Rodrigo Alexander Naged Ramírez y su hijo John Naged le abrían la puerta a su abogada Julieta Bonanno. Eso fue a las 21.43. A decir por las cámaras de seguridad, tardó menos de tres minutos en ejecutar a los Naged. A las 21.46 ya estaba en la planta baja. Pero recién a las 22.30, tras subir y bajar varias veces del departamento de las víctimas en busca de la llave correcta, por fin pudo salir. Cinco minutos después, la joven letrada llamó al 911 para pedir auxilio. Esa noche comenzó el misterio de por qué el sicario la dejó viva. Hasta hoy.
Nicolás Toselli, María Gabriela López Íñiguez y Sabrina Namer, jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Federal 8 porteño, sentenciaron este martes a Bonanno a prisión perpetua, según pudo saber Encripdata, por encontrarla penalmente del delito de «homicidio agravado por haber sido cometido con alevosía, con el concurso premeditado de dos o más personas y por el uso de armas de fuego en dos hechos los cuales concurren de manera real» en calidad de coautora.
Más sencillo: por «entregar» a su cliente y al hijo.
Ella, que era su defensora. Toda una traición.
Las cámaras de seguridad del edificio fueron clave: un minuto antes de la secuencia fatal ingresó un propietario, pero ella no le pidió que la dejara pasar. Tampoco el hombre encapuchado, que ya había hecho inteligencia en la zona. Necesitaban sí o sí que fueran los Naged.
Al primero que le llamó la atención todo eso fue al juez federal de Campana Adrián González Charvay, que investigaba a Naged Ramírez por las «Bobinas Blancas«. Como el jefe de la célula mexicana sufrió un accidente cerebrovascular (ACV), el juez suspendió el proceso en su contra y lo excarceló el 15 de marzo de 2018. Su hijo se instaló en Buenos Aires para cuidarlo. Poco a poco, mejoró. Si al magistrado nunca le cerró cómo hizo una abogada de tan solo 29 años para defender a este y otros tres mexicanos atrapados con 1862 kilos de cocaína en la Argentina, menos aún que supiera que a su cliente le iba a pasar algo. «Naged Ramírez: lo van a matar» y «muerto», decía el papelito que encontraron los policías federales en su casa. Era la letra de ella, pero aunque sabía que lo iban a asesinar, no le avisó a él ni a al juez de la causa. Y tenía razón: lo ejecutaron.
Por esa y otras pruebas, desde el 7 de junio de 2018 quedó alojada en la cárcel de mujeres de Ezeiza.
En la indagatoria, la abogada declaró que el asesino la encerró una habitación, pero los peritos forenses sostuvieron que «si bien pudo no ser ella la que efectuó los disparos, al menos se encontraba en situación de proximidad con quien sí los hiciera o pudo incluso haber manipulado el arma». Una prueba la incriminó demasiado: los «residuos de disparos sobre la mano izquierda y sobre el pantalón».
En su historial, aparecieron dos viajes. Aunque en el informe de la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) figuraban como salidas hacia Perú, entre el 21 de agosto y el 2 de septiembre de 2017, y Uruguay, entre el 7 y el 16 de mayo de 2018, en realidad fueron escalas hacia sus destinos finales: México y República Dominicana. En ambos viajó con su amiga Vanesa Flavia Aquino y el novio.
Encripdata pudo saber que Aquino es íntima amiga de Bonanno, cursó con ella la carrera de la Facultad de Derecho en la Universidad de Morón y también se recibió como efectivo de la Escuela de Policía Juan Vucetich. En uno de esos viajes, Bonanno visitó a «la Tía», una mujer que le bajaba órdenes de la célula narco. Mientras estaba en el Caribe, la ahora condenada arregló un encuentro con los Naged en los alrededores del Parque Saavedra. Obviamente, ella no fue. Asustado, John le comentó la situación a su novia: «Y mira que te toca escribirle a tí. Si no iba a llegar, no tener ni la delicadeza de decirte que no bajen. Es muy pesada, Cielo. Eso de que estaba en una comisaría, más rebuscado. Ya con la de hoy como que siento que ella está buscándonos el lado flaco, poniéndonos para que nos arranquen. Me da como miedito. Ojalá no sea lo que pienso«.
Durante el juicio, Aquino, la amiga policía, confirmó haber compartido esos viajes al Caribe. Encripdata pudo saber que reconoció algo todavía más inquietante: que Bonanno le había preguntado a finales de 2017 «si le podía conseguir un arma de fuego». Aquino no podía negarlo: los fiscales Marcelo Colombo y Miguel Yivoff le exhibieron los mensajes en cuestión. A ella solo le quedó aclarar que nunca le dio una pistola.
En aquella época, no solo a su amiga policía, Bonanno le consultó a varias personas sobre un arma de fuego. A algunos les dijo que era solamente para practicar tiro, pero a otros les comentó que era para defensa personal. Nunca dijo a qué le tenía miedo. O a quién. A esa altura, lo único cierto era que el hijo del narco le tenía desconfianza a ella y no al revés.
Desafortunadamente, cuando los Naged confirmaron sus sospechas, el sicario «fantasma» estaba llamando a su puerta.