Atachahua Espinoza: el narco que usó a una niñera para lavar plata de la cocaína
Algunos narcos utilizan a familiares para lavar dinero. Otros prefieren usar a desconocidos para no dejar a hijos o padres con los «dedos pegados». Carlos Sein Atachahua Espinoza, alias «Iván», detenido el 21 de octubre de 2020 tras una serie de allanamientos que incluyeron «cuevas financieras» en el microcentro porteño, que algunos relacionaron con la disparada del dólar blue -dos días después alcanzaría el récord de 195-, blanqueó activos a través de todos los que pudo, según pudo saber Encripdata, desde su hija hasta su empleada.
La hija Naddia Lebira Atachahua Espinoza, para defenderse, aseguró que se mantenía en parte con lo que le daban sus papás: «Además soy niñera y limpio baños en Canadá». Curiosa forma de subsistir para quien está acusada de ayudar a su papá a lavar 10 millones de dólares. O más.
La que sí trabajaba como niñera era Nelly. Lo hacía para la familia hasta que Atachahua Espinoza y su mujer Maribel Del Águila Fonseca fueron arrestados por pedido de los fiscales María Gabriela Ruiz Morales y Diego Iglesias y por orden del juez Pablo Yadarola.
Nelly, también peruana, contó que empezó a trabajar como niñera para la familia ni bien llegó en 2009 a la Argentina. La relación fue tan buena que «Ivan» la hizo figurar como empleada administrativa en uno de sus negocios: por eso figuraba desde 2016 en Rosgar SA, sociedad detrás del estacionamiento de la calle Rosario 720 y del piso de oficinas de Paraguay 1132, a media cuadra de la avenida 9 de Julio. Diego Xavier Guastini, financista, narco y «buchón», declaró que Atachahua Espinoza, para quien lavaba dinero, compró en 2008 la empresa en 5 millones de dólares.
Pero «Ivan» involucró más a Nelly cuando la usó para blanquear más plata: Encripdata pudo reconstruir con base a documentos que la niñera formó parte de las sucesivas compraventas del departamento de la calle Achaval 385 para intentar borrar el origen del dinero.
Todo comenzó cuando el peruano Miguel Ángel García Ramos -contador de Guastini que luego de pelearse con él comenzaría a trabajar para Atachahua Espinoza- compró la unidad por 60 mil dólares en junio de 2006; se la vendió a su compatriota Llanina, empleada de Atachahua Espinoza, por 65 mil en mayo de 2010; ella se lo revendió a Tebinan SRL, casualmente de Atachahua Espinoza, por 70 mil en agosto de 2011; pero, más llamativo aún, el jefe decidió dárselo a Nelly por 60 mil en octubre de 2016.
Un dato al pasar: la propiedad en cuestión fue hasta 2006 de un dirigente de Compromiso Federal que sería en 2015 precandidato a comunero. Segundo dato: el «arrepentido» Guastini sugirió que Atachahua Espinoza usaba ese lugar para guardar la cocaína traída de Perú, pero los detectives no pudieron comprobarlo porque el inmueble pasó en 2016 a manos de una persona ajena al clan.
Nelly contó que compró ese departamento para, a sus 29 años, cumplir con «el sueño de la casa propia» y que para eso su jefe no solo se lo vendió más barato de lo que lo había adquirido sino que además le prestó «algunos dólares, no muchos». Atachahua Espinoza, por su parte, declaró que reconocía a su niñera como una «hija espiritual» porque trabajaba 18 horas al día entre la casa y el estacionamiento y que por eso la apoyó en la operación «con dólares de sus ahorros», pero contradijo lo del sueño de la casa propia al asegurar que la ayudó porque quería que obtuviera «una renta» estuviera o no trabajando para ellos porque ella en realidad «quería retornar a Perú».
Como sea, tan solo siete meses después, la niñera revendió el inmueble por 100 mil, es decir 66% de ganancia en dólares en siete meses, para adquirir una unidad de la calle Rosario 720, arriba del estacionamiento de su jefe. Lo hizo, según explicó, para vivir más cerca de ese otro trabajo, pero los investigadores sospecharon que era una mentira. Una más.
El edificio en cuestión al que pensaba mudarse Nelly era otro de los emprendimientos de Atachahua Espinoza.
Pero cuando los gendarmes lo allanaron el 21 de octubre de 2020 en busca de otros involucrados, no encontraron a Nelly. El edificio todavía estaba en construcción. Cuando irrumpieron en el piso de la calle Pedro Goyena 1340, pudieron atrapar a Atachahua Espinoza.
En ese instante descubrieron lo obvio: que Nelly, la niñera del sueño de la casa propia en la ciudad más cara de la Argentina, en realidad seguía viviendo con el jefe del clan.