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Un paso adelante

Prostituirla hasta que dé a luz

Prostituirla hasta que dé a luz

Prostituirla hasta que dé a luz. Crédito: Encripdata.

A “María” la engañaron: le prometieron un trabajo digno para prosperar, pero terminó obligada a sonreírles a extraños, beber hasta embriagarse y compartir lo más preciado.

Su cuerpo.

Así, una y otra vez, un cliente tras otro, durante la noche, muchas noches, quién sabe cuántas noches.

Eso sucedió -si es que terminó- en 2009 en una de la principales avenidas de la ciudad de Buenos Aires, a solo cinco cuadras del Congreso.

A solo esas cinco cuadras del Congreso ya no se respetaba la ley, por caso, la 26.364 de Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas, aprobada el año anterior.

“María” no se llama así, pero en la Argentina, once años después, siguen existiendo muchas “María”.

El cierre de un prostíbulo solo provoca la apertura de otra “whiskería”.

Joven, desempleada y recién llegada a Buenos Aires desde Paraguay en busca de un futuro mejor, nunca imaginó caer en las manos de los cafiolos de la noche porteña.

En abril de 2008 algo cambió. O eso esperaba. “María” quedó embarazada. Con un bebé en su vientre, pensó, sus explotadores la dejarían tranquila.

La pesadilla por fin terminaría.

Fue todo lo contrario. Ahora, le hicieron saber, tendría que trabajar por dos: por ella y por su hijo en camino.

“María” dio a luz el 10 de enero de 2009 en la Clínica Centro Gallego, pero no hubo llanto de emoción sino de conmoción: la bebé tenía sífilis congénita. Su mamá portaba la bacteria Treponema Pallidum, pero no lo sabía. Un cliente la contagió, pero no le dijo.

La sífilis es una enfermedad de transmisión sexual (ETS) que, si no se atiende a tiempo, puede causar parálisis en las extremidades. Aquel hombre, de haber usado un preservativo, la habría cuidado, pero quien de esos tipos se preocupa por la salud de una mujer por la que paga a su explotador para gozar con su cuerpo.

Las autoridades del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de Buenos Aires quisieron asistir a “María” y su hija. La fueron a buscar a la dirección que había dado, avenida Rivadavia 2434, pero en vez encontrarla en una casa de familia como empleada doméstica, descubrieron que estaba en un prostíbulo.

Era “Oba Oba”.

Su dueño: el espía Raúl Martins.

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