La ruta de la efedrina: investigar a las mulas para atrapar a los jefes
Corría el 2006 cuando Ibar Esteban Pérez Corradi conoció a un tal «Osvaldo», que le presentó a «Juan», que lo llevó con «Alexis». En una reunión, el último le hizo una propuesta más que tentadora: le pagaría 1.200 dólares por cada kilo de efedrina que pudiera conseguirle, pero primero debería correr del medio a Maximiliano Romero, alias «Fantasma», porque no había sabido mantener el bajo perfil.
«Alexis» resultó ser Arturo Alonso Cota Comeli. Este mexicano de 23 años fue demorado el 5 de agosto de 2007 junto con sus compatriotas Carlos Elguezabal Flores, Héctor Casillas Rosas y Fernando Mora Alaniz cuando pretendían abordar con 5 kilos de efedrina entre las ropas un vuelo en el aeropuerto internacional de Ezeiza con destino a la Ciudad de México.
Las cuatro mulas, todas oriundas de Tijuana, pudieron seguir viaje, pero la efedrina fue secuestrada por la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA).
Aquel día, si no antes, las autoridades debieron haber tomado nota de que el país formaba parte de la «ruta de la efedrina» con triangulaciones entre China, India y México.
Dos meses más tarde, el 24 de octubre de 2007, Carlos Elguezabal Flores volvió a caer, pero esta vez con Miguel Humberto Flores Rodríguez, Miguel Ángel Rodríguez Viveros, Juan Carlos Miranda Peña e Isquian Israel Ruiz Ontiveros ni bien aterrizaron con 22 kilos de efedrina en el aeropuerto internacional de Ciudad de México. Las cinco mulas, también oriundas de Tijuana, dieron un nombre: Luis Marcelo Tarzia.
Sin embargo, las autoridades tampoco quisieron darse cuenta de que algo, algo demasiado grande, sucedía con la efedrina.
Ni siquiera cuando la PSA le secuestró el 29 de mayo de 2008 casi 20 kilos a María Alejandrina López Madrid, a la que un exespía de la exsecretaría de Inteligencia (SIDE, ahora AFI) que colaboraba con la Drug Enforcement Administration (DEA) la apodó «reina» por su supuesta relación sentimental con Joaquín Guzmán Loera, el «Chapo», capo del cártel de Sinaloa, que, según las autoridades argentinas, estaba detrás del armado de la «ruta de la efedrina», acusación sin más pruebas que su hegemonía por sobre las demás organizaciones en territorio mexicano.
Según la versión oficial del por entonces juez federal Federico Faggionatto Márquez, la Policía Bonaerense reventó el 17 de julio de 2008 una casa en Ingeniero Maschwitz sólo porque un vecino se animó a denunciarla de manera anónima por el olor raro que había en la zona, que en realidad el mexicano Juan Jesús Martínez Espinoza había convertido en un laboratorio de metanfetaminas a base de efedrina. Allí trabajaban ocho jóvenes de León y justamente el argentino Tarzia.
Algo no cerraba: Tarzia cayó el 17 de julio de 2008 con ese grupo de químicos de León, estado de Guanajuato, pero las mulas detenidas el 24 de octubre de 2007 en Ciudad de México que dijeron trabajar para él eran de Tijuana, estado de Baja California, al igual que las mulas demoradas el 5 de agosto de 2007 en Ezeiza. Una fuente judicial sugirió ante Encripdata que la mención de Tarzia por parte de los tijuanenses pudo ser una manera de desviar la atención hacia los leoneses, pero eso habría significado que alguien por sobre las células conocía la existencia de ambas.
Como sea, los jefes de las mulas tijuaneses consiguieron estar en las sombras doce años. Como reveló Encripdata el 10 de diciembre, la Interpol recién detuvo en octubre de este año a uno de los líderes de esta célula, a dos superiores inmediato de las mulas y a un cuarto miembro, por orden de la jueza federal María Servini, que tiene en la mira a tres prófugos con roles claves.
Los apresados fueron José Antonio García Mena, José Gilberto Juárez Lima, Denisse Nayely Juárez Lima y Alejandro Elvira Lugos. Los García Mena y los Juárez Lima, oriundos de Puebla de Zaragoza, 107 kilómetros al sureste de Ciudad de México, eran los jefes de Arturo Alonso Cota Comeli, alias «Alexis», el joven que hizo en 2006 el primer contacto con Pérez Corradi y que fue demorado en 2007 con el primer grupo de mulas en Ezeiza, y jefes también del segundo grupo, ya que Elguezabal Flores participó de las dos maniobras de contrabando de efedrina vía aérea.
A partir de la declaración de un arrepentido, la magistrada pudo reconstruir que Famérica le vendió 4.250 kilos a Víctor Wendling Duarte, que se los revendió a «Fantasma» Romero, que a su vez los negoció con «Alexis» y Farmacéuticos Argentinos (FASA) le facilitó 4.800 kilos a Pérez Corradi, que primero los comerció con Romero y luego, ya sin éste como nexo, directamente con «Alexis» para la célula mexicana.
En la incipiente hipótesis de que la célula de García Mena y la de Martínez Espinoza trabajaban sin saberlo para el mismo jefe, hay más datos: según determinó la jueza Servini, una persona con un teléfono registrado en México abordó el 25 de mayo de 2007 un vuelo en Ezeiza con destino a su país, pero antes llamó a Claudia Patricia Flores, expareja de Jorge Omar Lazota, los dos integrantes de la banda de Leopoldo Bina, una de las víctimas del triple crimen de General Rodríguez. Ese mismo día, también hizo el mismo trayecto un García Mena. Pero hay más: la persona que tenía ese teléfono registrado en México regresó a la Argentina el 30 de agosto de 2007 al igual que Martínez Espinoza.
Todo eso tal vez pueda comprenderse una vez que los García Mena y los Juárez Lima, extradición mediante, estén frente a la jueza Servini.