El crimen de Ever Alarcón: 52 disparos por la espalda, policías a toda velocidad y la sombra narco de la «Gorda Paola»
Decir que a Ever Alarcón lo mataron no alcanza para describir lo que sucedió el 29 de septiembre en el barrio Paraná, Florencio Varela. Aquella noche, a este joven obrero de la construcción, de apenas 20 años, lo acribillaron por la espalda. No debe haber registros en los últimos años, décadas, en Democracia, de una víctima con 52 orificios de entrada en su cuerpo.
Entre la cara y la cabeza, le acertaron 18 disparos; en el cuello, uno; en el tórax y el abdomen, seis; en la pelvis, 13; en el miembro superior derecho, cuatro; en el izquierdo, dos; en el miembro inferior derecho, dos; y en el izquierdo, seis. Y, además, dos marcas en el talón derecho.
Por la trayectoria de los disparos, por la ausencia de tatuaje, quemadura o ahumamiento en los orificios de entrada y por la cantidad total, a Ever lo reventaron entre dos personas, si no fueron más, paradas a 50 centímetros o más de distancia de su espalda.
La causa de la muerte fueron los traumatismos múltiples por el pasaje de los proyectiles de arma de fuego, como concluyeron los médicos forenses de la Morgue Judicial de Lomas de Zamora.
Dos de los impactos pueden ser esclarecedores: uno ingresó en la región posterior del antebrazo derecho y otro, en la cara dorsal del dedo pulgar izquierdo. Una fuente con acceso al expediente consideró ante Encripdata que esto sugiere que Ever, además de estar de espaldas, tenía «las manos en alto». Como si alguien le hubiera dado la voz de alto o como si él hubiera reconocido a sus verdugos como policías y, entonces, se hubiera dispuesto a ser revisado.
Un testigo declaró ante el fiscal de Florencio Varela Darío Provisionato que inmediatamente antes e inmediatamente después del crimen de Ever, varios patrulleros estuvieron en la escena del crimen: «A los minutos de entrar a casa, escuché los disparos. Más de diez. Cuando salí, vi pasar a los policías a toda velocidad, sin importar los pozos ni nada, se fueron muy rápido. A los minutos llegaron de nuevo patrulleros al lugar». Por la descripción que hizo de los móviles, el fiscal le ordenó a la Gendarmería el allanamiento de la sede local de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI).
En las últimas horas, según pudo reconstruir Encripdata, tres de las seis armas secuestradas en la UTOI dieron positivo en el peritaje balístico, es decir, fueron disparadas. También una Glock 17 en poder de un transa de la zona. Ahora, la Policía Federal (PFA) deberá hacer el cotejo con los proyectiles.
Tras el crimen de Ever, el fiscal Provisionato aceleró otra investigación que trabajaba en silencio: arrestó a seis policías que prestaban servicios en la Comisaría 2º de Florencio Varela por brindarles protección a los miembros de la banda de alias «Gorda Paola». A cambio de plata, les barrían la competencia.
Una hipótesis es que a Ever lo confundieron con uno de la banda rival.
Un hermano de la víctima trabaja en el Comando de Patrullas.
Tras la caída de los policías que trabajaban con la «Gorda Paola», el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, desplazó al jefe de Estación de Florencio Varela, comisario mayor Ramón Rodríguez.
Rodríguez ya estaba en la mira del barrio: lo señalan por todos lados de haber encubierto a otros policías por el crimen de Lautaro Morello y de saber dónde está o qué pasó con Lucas Escalante.