Nueve meses de ruidoso silencio: vuelven a indagar al narco que ayudó a escapar al sicario que ejecutó a Guastini
«Fueron los colombianos», fue lo único que soltó Marcelo Fabián Padovani, alias «Pelado», cuando los detectives de la División Homicidios de la Policía Federal (PFA) lo tiraron al suelo para esposarlo en su casa de Bernal, Quilmes.
Eso fue el 24 de junio de 2021.
Desde entonces, nunca más dijo algo sobre lo que pasó el 28 de octubre de 2019.
Ni en la indagatoria por el crimen del multifacético Diego Xavier Guastini, alias «Dolarín», ni en la indagatoria por el kilo de cocaína que le encontraron en su domicilio.
A Padovani le ofrecieron declarar como «imputado colaborador» en la causa por drogas para, llegado el momento de los juicios, rebajarle la pena por ese hecho a cambio de que aportara los nombres de los que mataron o mandaron a matar a Guastini, pero si en todo este tiempo alguna vez abrió la boca, solo fue para pedir que no lo llevaran a una cárcel.
Y eso es justamente lo que acaba de pasar.
Después de nueve meses de mantener un ruidoso silencio, a Padovani lo trasladaron desde la alcaidía de Cavia de la Policía Federal (PFA) hasta una cárcel, como pudo reconstruir Encripdata con base a tres fuentes con acceso a la investigación por la ejecución de «Dolarín».
Todo un mensaje de que el tiempo para «arrepentirse» se está acabando. De hecho, las condiciones ahora ya no son las mismas que al principio: con los procesamientos confirmados por su participación en el crimen de Guastini y por la tenencia de ese kilo de cocaína en su casa, los fiscales Sergio Mola y Diego Iglesias solicitaron que amplíe la declaración. El juez federal Federico Villena rechazó indagarlo como miembro de una asociación ilícita integrada por unos traficantes de origen paraguayo, pero los jueces César Álvarez y Jorge Eduardo Di Lorenzo, de la Cámara Federal La Plata, les dieron la razón este 9 de febrero a los acusadores. Por el solo hecho de formar parte de una asociación ilícita podría pasar 10 años en la cárcel, adonde no quería ir. A eso se le sumaría la futura pena por hacer inteligencia al auto de Guastini y, luego, por ayudar a escapar al sicario de la escena del crimen.
Pero por su ruidoso silencio, Padovani seguramente le teme más al afuera que al adentro. En la cárcel, por ejemplo, están varios de los que supieron hacer negocios con Guastini: los del clan Loza, los detenidos por el «Narcogolf«, los del clan Atachahua Espinoza, los policías vinculados a Adrián Gonzalo Baeta y quizás otros tantos más.
Porque Guastini, como lavador, narcotraficante, policía y espía, tal vez todo eso y más, «entregó» a mucha gente en la Justicia para salvarse. Si hasta para «blindarse» en sus últimos meses de vida chapeó con tener supuesta llegada a la Drug Enforcement Administration (DEA de los Estados Unidos) y hasta haber tenido una incomprobable reunión con Joaquín Guzmán Loera, el mismísimo «Chapo», en México.
Aquella mañana del 28 de octubre de 2019, un sicario en moto esperó media hora en la calle General Paz hasta que vio pasar el Audi marcado. Una Toyota Hilux bloqueó la esquina para impedirle el paso. Le encajó tres balazos contra el vidrio antes de que Guastini pudiera agarrar su Glock. Al final, el asesino se subió a un Ford Kinetic y se marcharon a toda velocidad.
En el Ford Kinetic, Padovani esperó al sicario para llevarlo hasta la avenida más ancha del mundo: la 9 de Julio.
Y una de dos: si entre todos esos presos no están los que lo contrataron para acabar con «Dolarín», entonces están fuera, en la calle, libres. A la espera.
Los que Padovani llamó «los colombianos».
En los próximos días, entonces, tendrá nueva indagatoria.