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El hilo invisible entre el crimen y el poder

Leones Blancos: un caso narco con trama política tras la excarcelación de dos judiciales

Por dentro, así se vive el juicio a los policías por Leones Blancos

Leones Blancos: así se vive el juicio a los policías. Crédito: Ministerio de Seguridad.

La Sala I de la Cámara Federal de San Martín ordenó el martes excarcelar a Maximiliano Jarisch y Gustavo Sanvitale, secretarios del suspendido fiscal de San Isidro, Claudio Scapolan, al considerar que no había pruebas suficientes en «Leones Blancos» y otros casos para procesarlos como «organizadores de una asociación ilícita que administró, gestionó y en alguna medida reguló el tráfico de estupefacientes» en la zona norte del conurbano bonaerense.

La jueza federal Sandra Arroyo Salgado, apoyado por el fiscal Fernando Domínguez, ordenó el 24 de julio las detenciones de Jarisch y Sanvitale y resolvió el 14 de agosto los procesamientos, pero los camaristas Juan Pablo Salas, Marcelo Fernández y Marcos Morán ahora les dictaron la falta de mérito.

El caso más revelante era «Leones Blancos»: según la jueza y el fiscal, una banda mixta compuesta por judiciales de San Isidro y policías de Quilmes le robó al menos 520 kilos de cocaína a una organización narco que habían detectado con más de una tonelada en una quinta de Moreno.

Para procesar a Jarisch y Sanvitale, Arroyo Salgado y Domínguez tuvieron en cuenta, entre otros elementos, la declaración como «imputado colaborador» del policía federal retirado Carlos Daniel Maidana en cuanto confesó que formó parte del operativo como informante del policía bonaerense Adrián Gonzalo Baeta, pero no solo para desbaratar a la banda sino también para quedarse con parte de la cocaína secuestrada en complicidad con el fiscal Scapolan, los secretarios Jarisch y Sanvitale, los uniformados y el financista Diego Xavier Guastini.

De hecho, los camaristas avalaron casi por completo el relato de Maidana: «Cada uno de los trazos relatados en torno a su intervención en los hechos, esto es, desde que le fueran asignadas tareas de vigilancia sobre la Toyota blanca en una cochera en las inmediaciones de Beruti y Godoy Cruz, Ciudad de Buenos Aires, la observación desarrollada en Moreno, el seguimiento de los vehículos que partieran desde el lugar, a la postre interceptados en el Camino de Buen Ayre y Panamericana, de Boulogne, su retorno hacia la quinta, el traslado a Quilmes, más precisamente al domicilio vinculado con Baeta, hasta, finalmente, su desplazamiento hacia Santa Clara del Mar, se condice de modo efectivo con la activación del citado teléfono en antenas emplazadas en las inmediaciones de cada uno de esos puntos».

Sin embargo, los camaristas plantearon un solo error en la declaración del «arrepentido»: «El análisis que se efectúa sobre el reporte de las antenas que operaron durante las conversaciones que mantuviera Jarisch el día de los hechos, ubica al encausadoen el lugar, pero casi dos horas después de iniciado el procedimiento. Eso impide darle la fuerza convictiva que se atribuyó a la indicación de Maidana que alude a Jarish como la persona en cuya presencia se le ordenó el apoderamiento de la droga. Idéntico análisis corresponde hacerlo extensivo en torno a Sanvitale, esto es, porque su arribo al peaje donde se desarrolló el procedimiento policial ocurrió 40 minutos después de su inicio«. Muy curioso si realmente fue un error.

Para los camaristas, el «arrepentido» Maidana dijo toda la verdad de «Leones Blancos» salvo por la parte del fiscal y los secretarios como cómplices de los policías. Tampoco le creyeron a Arnaldo Andrés Hurtado, el dueño de la droga, a pesar de que contó lo mismo.

En «Bustamante» y «Acosta», al igual que en «Leones Blancos», los camaristas consideraron que Jarisch y Sanvitale tampoco estuvieron presentes al momento de los hechos investigados, pero sí los policías Magraner, Elizalde, Delgado, Di Rosa, Okurzaty, Caviglia, Cabré y Tabares, aunque valoraron cada caso sin relación entre sí, por lo que tampoco avalaron la hipótesis de la asociación ilícita, es decir de la existencia de la banda mixta de judiciales y policías para «regular el tráfico de estupefacientes» en la zona norte del conurbano bonaerense.

En las 196 fojas, los camaristas se cuidaron de mencionar a Scapolan. Solo lo hicieron una vez, pero en boca de un policía devenido en traficante fallecido a principios de año tras una larga enfermedad, que había denunciado al fiscal en 2016 justamente por «Leones Blancos» y otros casos.

El Tribunal Oral Federal (TOF) 5 de San Martín también pidió investigar a Scapolan al tener que absolver en 2016 a los narcos de «Leones Blancos» por varias irregularidades, desde la falsa denuncia anónima, realizada por el «arrepentido» Maidana, hasta el robo de la mitad de la cocaína secuestrada.

Aunque el financista Guastini le entregó datos de los narcos al policía Baeta dos días antes, «Leones Blancos» comenzó oficialmente el 29 de diciembre de 2013 a las 17:35 horas cuando el «arrepentido» Maidana hizo la falsa llamada anónima ante la DDI del Tráfico de Drogas Ilícitas Quilmes.

Scapolan, fiscal de San Isidro, habló dos veces con Magraner, comisario de Quilmes, sobre los narcos de Moreno. A las 16.19 y 16.32. Antes de la denuncia anónima. Pero, teniendo en cuenta los argumentos de los camaristas para revocar los procesamientos de Jarisch y Sanvitale, Arroyo Salgado y Domínguez deberán reforzar su hipótesis de que Scapolan era el jefe de la banda mixta de judiciales y policías si no quieren que la sumatoria de hechos en su contra se reduzca al caso «Santellán».

En ese caso, como muestra el video al que accedió Encripdata, el fiscal recibió de un policía un paquete con 30 mil dólares que había entregado la víctima de una extorsión para que no le armaran una causa por supuesta tenencia de drogas. Scapolan quiere que la Corte Suprema de Justicia resuelva un planteo suyo antes de declarar ante Arroyo Salgado.

En otras palabras: el futuro de los acusados así como el prestigio de los acusadores quedarán en manos, llegado el momento, de un tribunal superior, que decidirá quién tenía razón, si Scapolan, Jarisch y Sanvitale, apoyados por Salas, Fernández y Morán, o Arroyo Salgado y Domínguez en algo que, por lo sencillo de su análisis, nunca debió generar dudas: el impacto de los celulares en las antenas telefónicas para ubicar en tiempo y espacio a los protagonistas.

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