La maldición de la pistola con la que mataron a Olivares y Yadón
Tres tiros al asesor Miguel Yadón, en cuello, axila y pelvis, que murió casi de inmediato, uno al diputado Héctor Olivares, que lastimó abdomen y brazo derecho, por lo que falleció tres días después en el Hospital Ramos Mejía, y un quinto que terminó en un árbol.
Eso fue lo que hizo Juan José Navarro Cádiz a las 6.50 horas de la mañana del jueves 9 de mayo de 2019, por lo que irá a juicio oral.
Eso fue lo que hizo con la pistola Bersa Thunder calibre 40 con mira láser que su pareja luego intentó esconder en su casa.
Pero la historia maldita del arma con la que mató a Yadón y Olivares en la Plaza del Congreso empezó mucho antes en Tandil.
La División de Homicidios de la Policía Federal (PFA) reconstruyó la historia que ahora publica Encripdata de manera exclusiva.
Waldemar Alberto Di Lauro y Luis Felipe Quevedo, amigos de Tandil, viajaron en 2004 a Benito Juárez, localidad ubicada a 78 kilómetros de aquella ciudad, y se compraron una Bersa Thunder calibre 40 cada uno y, como atención, el vendedor les regaló las respectivas miras láser.
Di Lauro y Quevedo eran muy amigos: no solo practicaban tiro con esas pistolas en el polígono de Tandil sino que abrieron un cyber. Pero Di Lauro falleció el 16 de mayo de 2006 en un accidente de moto.
Esa moto en realidad no era de él sino de otro socio suyo, Walter, con el que tenía un local de compraventa de vehículos. Di Lauro y Walter se intercambiaban las cosas, por caso, Di Lauro usaba la moto de Walter y este el auto de aquel. Por eso, cuando falleció Di Lauro, Walter encontró el arma en el auto.
Walter entonces le devolvió el Ford Escort coupé a los herederos de Di Lauro y ellos le pagaron el arreglo de la moto a aquel. Un año y medio después, en 2008, Walter, que había tenido un tiempo el arma maldita, murió en un accidente con esa misma moto.
En consecuencia, la Bersa Thunder calibre 40 volvió a los Di Lauro aunque terminó en manos del amigo, Quevedo, por más que lo negó.
Navarro Cádiz viajó varias veces a Tandil entre el 23 de febrero y el 2 de abril de 2019 para comprar relojes en una tienda de antigüedades aunque también reconoció que compró algunas pistolas. De hecho tenía fotos de las mismas en su WhatsApp.
Así lo confesó Navarro Cádiz en la indagatoria a la que tuvo acceso Encripdata: «Cuando volví a Tandil, pasé por la tienda de un señor y me dijo que tenía los relojes y otro hombre me trajo relojes y se los compré. Ese segundo hombre, que me lo presentó el de la tienda, me preguntó si me interesaban las armas antiguas. Le dije que no. Me dijo que tenía un reloj de bolsillo, le dije que me lo trajera y se lo compraba».
A los dos días volví a pasar y el hombre llamó al otro, que vino con el reloj de bolsillo, que se lo compré por un monto razonable y ahí me mostró un revólver 32. Le dije que lo iba a comprar para uso personal por el tema que ando con relojes. Este hombre trajo un maletín, lo abrió y me mostró un arma grande, la calibre 40, para vender. No recuerdo cómo era la foto que le mandé a mi hermano, si yo estaba sosteniendo el arma o cómo era. Me la ofreció a un precio razonable y se la compré. Como como mi señora no puede ver esas cosas, la guardé en un armario.
Juan José Navarro Cádiz.
A los pocos meses, con esa Bersa Thunder calibre 40 con mira láser mató a Yadón y Olivares en la Plaza del Congreso.
La maldición se extendió a su familia: no solo él y su primo Juan Jesús Fernández, que lo acompañaba en el auto, irán a juicio por el doble crimen del Congreso sino también María Rosa Cádiz Vargas -su mamá-, María Argentina Cádiz Vargas -su tía- y Juan Jesús Fernández Cano -su primo segundo- por haber tenido en sus manos un arma de guerra sin autorización, la Bersa Thunder calibre 40, la del doble crimen.
Ellos tres sacaron el arma maldita del auto de los acusados del doble crimen, la trasladaron en un cochecito de bebé y la ocultaron en la casa.
Durante la investigación, la División de Homicidios de la Policía Federal Argentina (PFA) descubrió que la familia tenía otras armas sin declarar, por lo que el magistrado también envió a juicio a Rocío Michel Montoya González -pareja del tirador-, Luis Cano -el primer detenido-, Miguel Navarro Fernández -papá del tirador-.
También a Quevedo, el que, tras las desgracias en moto de Waldemar y Walter, le vendió el arma maldita al asesino de Yadón y Olivares.